El misterio de la Divina Misericordia

de Juan Pablo II: Memoria e Identidad
Capítulo X

El Salmo Miserere es probablemente una de las más espléndidas oraciones que la Iglesia heredó del Antiguo Testamento. Las circunstancias de su origen son conocidas. Nació como el clamor de un pecador, el rey David, que se apropió de la esposa del soldado Urías, cometió adulterio con ella y, para borrar las huellas de su culpa, procuró que el legítimo esposo muriera en batalla. Resulta impresionante el pasaje del libro segundo de Samuel, en el que el profeta Natán apunta con el dedo acusador a David, señalándolo como el culpable de un gran crimen ante Dios: " ¡Eres tú! (2S 12,7). En aquel momento, el rey experimenta una especie de iluminación, de la cual brota una emoción profunda, desahogándose con las palabras del Miserere. Es el salmo que probablemente más se usa en la liturgia:

Misericordia, Dios mío, por Tu Bondad
por tu inmensa Compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra Ti, contra Ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio serás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado Tu vista,
Borra de mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes de Tu Rostro,
no me quites Tu Santo Espíritu.
Devuélveme la alegría de Tu Salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados Tus caminos,
los pecadores volverán a Ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua Tu Justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Estas palabras no necesitan comentarios. Hablan por sí solas y revelan la verdad de la fragilidad moral del hombre. Se declara culpable ante Dios porque sabe que el pecado es contrario a la santidad de su Creador. Pero el hombre pecador sabe también que Dios es Misericordia y que Su Misericordia es Infinita: Dios está dispuesto a perdonar y justificar una y otra vez al pecador.

¿De dónde proviene la Infinita Misericordia del Padre? David es hombre del Antiguo Testamento. Conoce al Dios Único. Nosotros, hombres de la Nueva Alianza, podemos reconocer en el Miserere davídico la presencia de Cristo, el Hijo de Dios, a quien Dios trató como pecador por nosotros (cf. 2 Co 5,21). Él ha cargado consigo todos nuestros pecados (cf. Is 53,12) para satisfacer la justicia quebrantada por la culpa y mantener así el equilibrio entre la Justicia y la Misericordia del Padre. Es significativo que Santa Faustina viera a este Hijo como Dios Misericordioso, pero contemplándolo no tanto en la Cruz cuanto en su condición sucesiva de Resucitado y Glorioso. Por eso relaciona su mística de la Misericordia con el Misterio de la Pascua, cuando Cristo aparece victorioso del pecado y de la muerte (cf Jn 20, 19-23).

Recuerdo sobre este punto a Sor Faustina y el culto de Cristo Misericordioso que promovió, porque también ella pertenece a nuestros tiempos. Vivió en las primeras décadas del siglo XX y murió antes de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente en este período le fue revelado el Misterio de la Divina Misericordia y anotó en su Diario lo que experimentó. Para los supervivientes de esta gran guerra, las palabras del Diario de Santa Faustina son como una especie de Evangelio de la Divina Misericordia escrito desde la perspectiva del siglo XX. Los contemporáneos han entendido este mensaje. Lo han entendido a través del dramático cúmulo de mal que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial y de las crueldades de los sistemas totalitarios. Es como si Cristo hubiera querido revelar que el límite impuesto al mal, cuyo causante y víctima resulta ser el hombre, es en definitiva la Divina Misericordia. Ciertamente, en ella se incluye también la Justicia, pero ésta, por sí sola, no es la última palabra en la economía divina de la historia del mundo y en la historia del hombre. Dios sabe obtener siempre del mal algo bueno. Quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad (cf. 1 Tm 2,4): Dios es Amor (cf. 1 Jn 4,8). Cristo Crucificado y Resucitado, como se apareció a Sor Faustina, es la revelación suprema de esta verdad.

Ahora deseo enlazar de nuevo con lo que dije sobre el tema de las experiencias de la Iglesia en Polonia durante la resistencia contra el comunismo. Me parece que tienen un alcance universal. Pienso que también Sor Faustina y su testimonio del Misterio de la Divina Misericordia tengan cabida de algún modo en esta perspectiva. El patrimonio de su espiritualidad tuvo –lo sabemos por propia experiencia- una gran importancia para la resistencia contra el mal practicado en aquellos sistemas inhumanos de entonces. Todo esto conserva un significado preciso, no sólo para los polacos sino también para todo el ámbito de la Iglesia en el mundo. Lo ha puesto de relieve, entre otras cosas, la beatificación y la canonización de Sor Faustina. Es como si Cristo hubiera querido decir a través de ella: " ¡El mal nunca consigue la victoria definitiva! ". El misterio pascual confirma que, a la postre, vence el Bien; que la Vida prevaleces sobre la muerte y el Amor triunfa sobre el odio.

Corpus Christi

"Mientras estaban comiendo,
tomo Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselos a sus
discípulos dijo: "Tomad, comed, éste es mi
cuerpo." Tomo luego una copa y, dadas
las gracias, se la dio diciendo:
"bebed de ella todos, porque
ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos
para el perdón de los pecados".

Mt 26, 26-28


"Hagan esto en memoria mía". Lc 22,19

610 Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo en la cena tomada con los Doce Apóstoles (cf Mt 26, 20), (Catecismo)


«Mi carne es verdadera comida, y mi Sangre verdadera bebida;
el que come mi Carne, y bebe mi Sangre,
en Mí mora, y Yo en él.»
(Jn 6, 56-57)

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente.”

(Juan 6,51)

Esta fiesta se comenzó a celebrar en Bélgica en el siglo XIII, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Este es el día de la Eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar.

1358 Por lo tanto, debemos considerar la Eucaristía
como acción de gracias y alabanza al Padre
como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo
como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su Espíritu.
(Catecismo)

Juan Pablo II ha exhortado a que se renueve la costumbre de honrar a Jesús en este día llevándolo en solemnes procesiones.

Santa Faustina nos ayuda a reconocer....

....a Jesús oculto en el Santísimo Sacramento del Altar

Palabras de Jesús: “…adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia.(Diario 1572)
Oh, bendito sea el instante y el momento en que Jesús [nos] dejó su misericordiosísimo Corazón. (Diario 223)

Adorado seas, Creador y Señor nuestro.
Oh universo entero, adora al Señor en humildad.
Agradece a tu Creador con todas tus fuerzas
Y exalta su inconcebible misericordia.
(Diario 1750)

Me veo tan débil que si no tuviera la Santa Comunión caería continuamente;
una sola cosa me sostiene y es la Santa Comunión. De ella tomo fuerza, en
ella está mi fortaleza. Temo la vida si algún día no recibo la Santa Comunión.
Tengo miedo de mi misma. Jesús oculto en la Hostia es todo para mí. Del
Tabernáculo tomo fuerza, poder, valor, luz; es aquí donde busco alivio en
los momentos de tormento. No sabría cómo glorificar a Dios sino tuviera la
Eucaristía en mi corazón. (Diario 1037)

Oh Jesús oculto en el Santísimo Sacramento del Altar, mi único amor y mise-
Ricordia. Te recomiendo todas las necesidades de mi alma y de mi cuerpo.
Tú puedes ayudarme, porque eres la Misericordia misma, en Ti toda mi
esperanza. (Diario 1751)

Oh Hostia santa, fuente de la dulzura divina,
Tú das fortaleza a mi alma,
Tú que eres omnipotente y Te encarnaste de la Virgen
Vienes oculto a mi corazón
Y no Te alcanza el poder de [mis] sentidos.
(Diario 1233)

Hoy comprendí muchos misterios de Dios. Supe que la Santa Comunión perdura en mí hasta la siguiente Santa Comunión. La presencia de Dios, viva y sensible, dura en mi alma, este conocimiento me sumerge en un profundo recogimiento sin ningún esfuerzo de mi parte…. Mi corazón es un tabernáculo viviente en el cual se conserva la Hostia viva. Nunca he buscado a Dios lejos, sino dentro de mi; en la profundidad de mi propio ser convivo con mi Dios. (Diario 1302)


Fuentes: “La Biblia” – “El Catecismo” – “Diario de Sta. Faustina” – Paginas Web Católicas