Jesús Misericordioso en Chile

Cruzaron la cordillera para regalar la imagen de Jesús a "los 33"


Querían estar antes del rescate para acompañar a las familias de los mineros, pero por motivos de trabajo no pudieron. Sin embargo, el sábado emprendieron rumbo desde Córdoba, Argentina, con un sólo objetivo: Entregar las 33 imágenes de Jesús a los mineros.

El domingo fue el Día de la Madre en el vecino país, pero Walther Mercedes Domínguez (de La Para), Daniel Dahbar Leyra (de Anisacate) y Luis Alberto Vita (de Córdoba capital), lo pasaron lejos de sus familias porque venían atravesando la cordillera para llegar a Copiapó, donde concretaron más de 1.500 kilómetros.

Walther fue el de la idea, y cuando le comentó a sus amigos, no dudaron en acompañarlo para "hacerme el aguante", contó.

Este argentino recordó que en su pueblo y también junto a su familia "se hizo vigilia, cadenas de oración, un apoyo impresionante".

Del accidente, Luis Vita rescató que "yo miro el lado positivo de las cosas, toda desgracia hace que se saque algo bueno. En este caso el pueblo chileno demostró y puso todo su empeño en poder sacar a los mineros. Creo que con esto no solo Chile, sino que muchos lugares que tienen algún tipo de actividad riesgosa, van a revisar sus leyes, la seguridad".

Por su parte, Daniel Dahbar indicó que "se puso de manifiesto la calidad del ministro de Minería (Laurence Golborne) que tienen ustedes, acompañado del Presidente (Sebastián Piñera), lo que hizo el ministro realmente vale destacar, dio una lección al mundo".

Walther es paramédico, y antes de viajar vio a una paciente y le contó sobre su idea. En ese entonces, la señora le regaló una imagen de Jesús, y "conversando con la doctora porque a ella también le obsequió uno, le digo que iba a sacar una nota porque al dorso tiene escritos de los rezos, entonces las iba a sacar para imprimir y traérselas a los mineros, cuando la señora me dice 'espéreme un momento que tengo más porque mi hermano es sacerdote y los bendice'. Ya nos había dado dos, uno a la doctora y otro a mi, entonces cuando los trae y empieza a contar, eran 33 imágenes. Ahí me agarré la cabeza y la doctora también porque era increíble porque se hablaba del número 33".

Una nueva muestra de ese milagroso e histórico número, esta vez desde más de mil kilómetros de distancia, pero con la misma fe que se vivió en el campamento "Esperanza".

Finalmente, ayer estos tres argentinos completaron su objetivo porque gentilmente el minero Carlos Barrios junto con su padre don Antenor, llegaron hasta Diario Atacama para recibir el obsequio de los trasandinos y compartir con ellos. En la oportunidad, uno de "los 33 de Atacama" agradeció el gesto y conversó sobre el aventurero viaje que emprendieron desde Córdoba. Ahora, con la misión cumplida, Walther, Daniel y Luis, emprendían hoy el viaje de regreso, pero antes quisieron agradecer a Carlos Barrios, y también a Ricardo León, un chileno que los vio alrededor de 60 kilómetros al llegar a Copiapó, cuando Daniel se había quedado sin combustible. León, contaron los trasandinos, "nos fue a buscar nafta (gasolina) a Tierra Amarilla y luego regresó y nos remolcó hasta la casa de su suegra, la señora Nelly. Estamos muy agradecidos de ellos".

En Vos Confío Nº 1

Boletín de los Devotos de la Divina Misericordia
de la Capilla Santa Ana

Córdoba, 12 de noviembre de 2010

Las oraciones que componen la Coronilla
Por Mons. Ignacio Rózycki
(Adaptación)

Las fórmulas que se recitan en la coronilla son tres: “Padre Eterno, yo te ofrezco….”, “Por su dolorosa pasión….”, y “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal….”
¿Qué significado tienen estas fórmulas?

La primera, (“Te ofrezco el cuerpo y la sangre”, etc.) está plenamente de acuerdo con la doctrina católica de la Fe. Encontramos esta misma fórmula en la oración dictada por el Ángel a Lucía, Jacinta y Francisco en 1916: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido….”
La Iglesia reconoció como sobrenaturales las apariciones de Fátima, lo que no hubiera podido hacer si esta fórmula hubiera sido contraria o peligrosa para la Fe.
Lo que ofrecemos a Dios Padre en esta fórmula, no es simplemente - sin más explicaciones y definiciones-, la divinidad, que es la naturaleza común del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sino que el objeto de la ofrenda es la divinidad propia de Jesucristo, Hijo de Dios Encarnado, segunda Persona de la Trinidad, Jesucristo entero: todo su cuerpo y toda su alma entregados en oblación y sacrificio. Por eso es que, cuando rezamos esta Coronilla y decimos estas palabras, nos unimos al sacrificio de la cruz, realizado por Cristo, para nuestra redención.

Y cuando subrayamos en esta fórmula que es Él, el Hijo amado, a quien ofrecemos a Dios Padre, nos referimos al amor que tiene el Padre para con su Hijo, que sufrió por nosotros. Consecuentemente, nos referimos también al amor que tiene el Padre Eterno a todos los hombres; a este amor que culminó, precisamente, en la dolorosa Pasión de Jesús. En otras palabras: recurrimos al motivo más fuerte para ser escuchados por Dios.

Y cuando decimos: “Por su dolorosa Pasión”, queremos decir brevemente: “que no sea en vano tanto esfuerzo, tan martirio”.

La fidelidad al texto y al espíritu de la devoción exige que pidamos siempre “por nosotros y por el mundo entero”. Pide que usemos el plural nosotros, es decir: el que está rezando, aquellos por los que especialmente quiere rezar y aquellos por los que debe rezar. El mundo entero abarca a todos los que vivimos y a todas las almas del purgatorio. Incluso cuando rezamos la coronilla solos, es necesario emplear el plural nosotros. Procediendo de esta manera, cumplimos el acto de misericordia imprescindible para alcanzar la Misericordia de Dios. En el caso de que alguien rezando la coronilla pidiera misericordia únicamente para sí mismo, tal oración sería contraria a la voluntad de Cristo, y no sería un acto de la devoción; por lo tanto, el que así reza, no lograría los beneficios que Cristo vinculó con el rezo perseverante de la Coronilla en la revelación número 48: “Por el rezo de este rosario me place dar todo lo que me pidan”
Encomendemos a la Santísima Virgen María, Reina de todos los Rosarios, nuestras mejores intenciones de practicar las obras de misericordia y nuestro ferviente anhelo ser merecedores de la Misericordia de su Hijo.

En Vos Confío Nº 0

Boletín de los Devotos de la Divina Misericordia
de la Capilla Santa Ana

Córdoba, 10 de setiembre de 2010


Creo en la misericordia divina
Por el P. Fernando Pascual

La palabra misericordia tiene su origen en dos palabras del latín: miserere, que significa “tener compasión”, y cor, que significa “corazón”. Ser misericordioso es tener un corazón compasivo. La misericordia, junto con el gozo y la paz, son efectos del perdón; es decir, del amor.

Un palpable ejemplo de este tipo de amor misericordioso es el de Dios, que siempre está dispuesto a cancelar toda deuda, a olvidar, a renovar. Para educarnos en el perdón debemos constantemente recordarlo. Valorar la centralidad del perdón de Dios, de la misericordia divina, es parte de nuestra fe.

Dios es Amor. Por amor creó el universo; por amor suscitó la vida; por amor ha permitido la existencia del hombre.

El amor, sin embargo, tropezó con el gran misterio del pecado. Un pecado que penetró en el mundo y que fue acompañado por el drama de la muerte. Desde entonces, la historia humana quedó herida por dolores casi infinitos: guerras, injusticias, hambre, abusos, esclavitud, infidelidad, desprecio a los ancianos y a los niños por nacer, explotación de los obreros, asesinatos masivos por motivos raciales o ideológicos. Una historia teñida de sangre, de pecado.

Pero una historia que también es el campo de acción de un Dios que es capaz de superar el mal con la misericordia, el pecado con el perdón, la caída con la gracia, el fango con la limpieza, la sangre con el vino de bodas.

Sólo Dios puede devolver la dignidad a quienes tienen las manos y el corazón manchados por infinitas miserias, simplemente porque ama, porque su amor es más fuerte que el pecado.

Dios eligió por amor a un pueblo, Israel, como señal de su deseo de salvación universal, movido por una misericordia infinita. Envió profetas y señales de esperanza. Permitió que en la Cruz de Cristo el mal fuese derrotado, que fuese devuelto al hombre arrepentido el don de la amistad con el Padre de las misericordias: Jesús es el buen samaritano que toma sobre sí a la humanidad entera; que me recoge a mí, cuando estoy tirado en el camino, herido por mis faltas, para curarme, para traerme a casa.

Creo en la misericordia divina, en el Dios que perdona y que rescata, que desciende a nuestro lado y nos purifica profundamente. Creo en el Dios que dijo en la cruz “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” y que celebra un banquete infinito cada vez que un hijo arrepentido vuelve a casa. Creo en el Dios que, a pesar de la dureza de los hombres, a pesar de los errores de algunos bautizados, sigue presente en su Iglesia, ofrece sin cansarse su perdón, levanta a los caídos, perdona los pecados.

Creo en la misericordia divina, y doy gracias a Dios, porque es eterno su amor, porque nos ha regenerado y salvado, porque ha alejado de nosotros el pecado, porque en su Misericordia podemos llamarnos hijos.