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Patronazgos de Santa Ana

Santa Ana y la Virgen, óleo de Juan de Roelas (s. XVII)

Fuente: Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona
Las personas que hacen puntilla tienen como patrona a Santa Ana, ya que la voz popular dice que ella enseñó con gran afán este oficio a su hija a tal punto que a partir de nuevas combinaciones perfeccionó y superó el arte de la punta del cojín. Aún hoy, en algunos países, el tipo más simple y elemental de punta de cojín es llamado"Puntilla de la Virgen" o "Puntilla de la Madre de Dios". Por extensión, es también la patrona de todas las costureras, que la imploran para ... ¡no pincharse con la aguja!.

Santa Ana es también junto a San Joaquín la protectora de las personas casadas y de los abuelos. Muchas chicas que quieren tener hijos imploran a Santa Ana, un patronazgo compartido también con nuestro inefable amigo San Ramón Nonato. Hay unos bellos gozos escritos en catalán en los que se pide a Santa Ana protección durante el embarazo para que alivie del dolor a la madre que va a tener al recién nacido:

Les dones que vos reclamen
amb molta devoció,
que fills o filles demanen,
atorgueu-los aquest do,
i el part amb alegría,
sense pena, dany ni dolor.

Aunque los versos no rimen apropiadamente, la traducción al español sería ésta:

Las mujeres que os reclaman
con mucha devoción,
que hijos o hijas os suplican,
otorgadles este don,
y el parto con alegría,
sin pena, daño ni dolor.

A lo largo de la historia se ha puesto a Santa Ana como la mejor intercesora para que Dios nos ayude en diferentes vicisitudes y oficios, aquí hay algunos: los que trabajan en oficios angustiosos, los fabricantes de alpargatas, los mercaderes de objetos antiguos y, debido a su condición de ama de casa, a las madres para que cuando cocinen les salga un buen guiso, a los que pastan pan en sus casas, y ¡cómo no!, a las amas de casa en general.

Una bonita leyenda cuenta que Santa Ana, a fin que su hijita fuera bien vestida cuando saliera a pasear por la calle, le hizo unos bellos vestiditos de punta para sus manos, es decir, lo que hoy conocemos como guantes. De allí, que gracias a esta tradición, se la considera la inventora de esta pieza. No nos ha de extrañar pues, que los guanteros la veneren.

Muy cerca del Santuario dela Mare de Déu del Far, que pertenece a la parroquia de Sant Martí Sacalm, en la diócesis catalana de Vic, hay una pequeña ermita dedicada a Santa Ana que tiene mucha devoción. Todos los que acuden al Santuario del Far pasan por delante de ella y no hay quien no pare el coche para hacer una pequeña visita. Normalmente el templo está cerrado, a excepción del día de su fiesta, pero en la puerta hay una pequeña ventana donde se puede ver el interior.

Los gozos escritos en catalán dedicados a la santa rezan:

Oh Santa Anna, gran senyora,
àvia plena de bondat,
sigueu sempre protectora
de la nostra tercera edat.

Santa Ana, piedra preciosa

por el P. Victorio Loyódice, C.SS.R.
(1834-1916)

El sabio escritor y renombrado predicador, el P. Matías Fabro, de la Compañía de Jesús, descubre en Santa Ana, entre otras muchas virtudes, seis principales, que él compara a seis piedras preciosas: la magnanimidad, la conformidad con la voluntad divina, la oración asidua y fervorosa, la liberalidad, la santidad y amor celestial y el cumplimiento de sus domésticas obligaciones.

Compara la magnanimidad de la Santa a la piedra de jaspe, que es en sí firme e inalterable, y sirve de piedra de toque para distinguir algunos metales. Tal fue la paz y serenidad de la Santa que, siendo descendiente en línea recta de David y de otros muchos Reyes de Israel y de Judá, no sentía su actual decadencia, viviendo más contenta con su estado de mediana condición, que las antiguas reinas y princesas de su real dinastía.

Compara la conformidad de Santa Ana al jacinto, que es una piedra, dice Fabro, se creía reflejaba como las aguas cristalinas el color del cielo, no teniendo color propio, según los antiguos. Al presente no se admite esa opinión; con todo, según el diccionario de nuestro idioma, es una piedra de color anaranjado y se confunde a veces con el topacio o el zafito, o el cristal de roca. Todo esto no deja de tener bastante semejanza con la conformidad con la voluntad de Dios en cualquier suceso dispuesto por Él. Tal fue la inalterable conformidad de la madre de María en la prolongada prueba de la infecundidad primera, en la separación de su amadísima hija, en la muerte de su amadísimo compañero San Joaquín, en la propia muerte, dejando huérfana a María en tan juveniles años.

Compara el ejercicio continuo de su oración al crisolito, que es una piedra de color marino, con vetas de oro, y se confunde con lo que se llama entre las piedras finas lapislázuli; y realmente es figura expresiva de la oración fervorosa, cual era la de nuestra Santa, llena de confianza, representada en el color azul-verde del mar, y del amor divino, representado en las vetas de oro.

Compara la liberalidad de la Santa con los pobres y con el sostenimiento del templo con el crisópraso, piedra que se diferencia de la anterior por el color verde-manzano, que sustituye al azul marino; por lo que es figura de liberalidad que procede del amor de Dios y de la confianza en que nada le faltará a un corazón generoso.

Compara la santidad, deseo y pensamiento de las cosas celestiales al zafiro, piedra sin color y con mucho brillo y transparencia. Tal es la santidad verdadera, la que va siempre acompañada de la limpieza de corazón, de la sencillez, y de la edificación de los demás.

Compara, finalmente, el cumplimiento de las obligaciones personales y domésticas a la esmeralda; esta piedra fina y preciosa, si bien no tiene el valor del diamante, es muy estimada, tanto por su lindo color verde, propio, intrínseco e inalterable, cuanto porque más difícilmente puede falsificarse. El cumplimiento exacto de las obligaciones santifica sólidamente a las almas y las hace buenas y fieles a los ojos de Dios.