En Vos Confío Nº 1

Boletín de los Devotos de la Divina Misericordia
de la Capilla Santa Ana

Córdoba, 12 de noviembre de 2010

Las oraciones que componen la Coronilla
Por Mons. Ignacio Rózycki
(Adaptación)

Las fórmulas que se recitan en la coronilla son tres: “Padre Eterno, yo te ofrezco….”, “Por su dolorosa pasión….”, y “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal….”
¿Qué significado tienen estas fórmulas?

La primera, (“Te ofrezco el cuerpo y la sangre”, etc.) está plenamente de acuerdo con la doctrina católica de la Fe. Encontramos esta misma fórmula en la oración dictada por el Ángel a Lucía, Jacinta y Francisco en 1916: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido….”
La Iglesia reconoció como sobrenaturales las apariciones de Fátima, lo que no hubiera podido hacer si esta fórmula hubiera sido contraria o peligrosa para la Fe.
Lo que ofrecemos a Dios Padre en esta fórmula, no es simplemente - sin más explicaciones y definiciones-, la divinidad, que es la naturaleza común del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sino que el objeto de la ofrenda es la divinidad propia de Jesucristo, Hijo de Dios Encarnado, segunda Persona de la Trinidad, Jesucristo entero: todo su cuerpo y toda su alma entregados en oblación y sacrificio. Por eso es que, cuando rezamos esta Coronilla y decimos estas palabras, nos unimos al sacrificio de la cruz, realizado por Cristo, para nuestra redención.

Y cuando subrayamos en esta fórmula que es Él, el Hijo amado, a quien ofrecemos a Dios Padre, nos referimos al amor que tiene el Padre para con su Hijo, que sufrió por nosotros. Consecuentemente, nos referimos también al amor que tiene el Padre Eterno a todos los hombres; a este amor que culminó, precisamente, en la dolorosa Pasión de Jesús. En otras palabras: recurrimos al motivo más fuerte para ser escuchados por Dios.

Y cuando decimos: “Por su dolorosa Pasión”, queremos decir brevemente: “que no sea en vano tanto esfuerzo, tan martirio”.

La fidelidad al texto y al espíritu de la devoción exige que pidamos siempre “por nosotros y por el mundo entero”. Pide que usemos el plural nosotros, es decir: el que está rezando, aquellos por los que especialmente quiere rezar y aquellos por los que debe rezar. El mundo entero abarca a todos los que vivimos y a todas las almas del purgatorio. Incluso cuando rezamos la coronilla solos, es necesario emplear el plural nosotros. Procediendo de esta manera, cumplimos el acto de misericordia imprescindible para alcanzar la Misericordia de Dios. En el caso de que alguien rezando la coronilla pidiera misericordia únicamente para sí mismo, tal oración sería contraria a la voluntad de Cristo, y no sería un acto de la devoción; por lo tanto, el que así reza, no lograría los beneficios que Cristo vinculó con el rezo perseverante de la Coronilla en la revelación número 48: “Por el rezo de este rosario me place dar todo lo que me pidan”
Encomendemos a la Santísima Virgen María, Reina de todos los Rosarios, nuestras mejores intenciones de practicar las obras de misericordia y nuestro ferviente anhelo ser merecedores de la Misericordia de su Hijo.

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