Santa Ana, piedra preciosa

por el P. Victorio Loyódice, C.SS.R.
(1834-1916)

El sabio escritor y renombrado predicador, el P. Matías Fabro, de la Compañía de Jesús, descubre en Santa Ana, entre otras muchas virtudes, seis principales, que él compara a seis piedras preciosas: la magnanimidad, la conformidad con la voluntad divina, la oración asidua y fervorosa, la liberalidad, la santidad y amor celestial y el cumplimiento de sus domésticas obligaciones.

Compara la magnanimidad de la Santa a la piedra de jaspe, que es en sí firme e inalterable, y sirve de piedra de toque para distinguir algunos metales. Tal fue la paz y serenidad de la Santa que, siendo descendiente en línea recta de David y de otros muchos Reyes de Israel y de Judá, no sentía su actual decadencia, viviendo más contenta con su estado de mediana condición, que las antiguas reinas y princesas de su real dinastía.

Compara la conformidad de Santa Ana al jacinto, que es una piedra, dice Fabro, se creía reflejaba como las aguas cristalinas el color del cielo, no teniendo color propio, según los antiguos. Al presente no se admite esa opinión; con todo, según el diccionario de nuestro idioma, es una piedra de color anaranjado y se confunde a veces con el topacio o el zafito, o el cristal de roca. Todo esto no deja de tener bastante semejanza con la conformidad con la voluntad de Dios en cualquier suceso dispuesto por Él. Tal fue la inalterable conformidad de la madre de María en la prolongada prueba de la infecundidad primera, en la separación de su amadísima hija, en la muerte de su amadísimo compañero San Joaquín, en la propia muerte, dejando huérfana a María en tan juveniles años.

Compara el ejercicio continuo de su oración al crisolito, que es una piedra de color marino, con vetas de oro, y se confunde con lo que se llama entre las piedras finas lapislázuli; y realmente es figura expresiva de la oración fervorosa, cual era la de nuestra Santa, llena de confianza, representada en el color azul-verde del mar, y del amor divino, representado en las vetas de oro.

Compara la liberalidad de la Santa con los pobres y con el sostenimiento del templo con el crisópraso, piedra que se diferencia de la anterior por el color verde-manzano, que sustituye al azul marino; por lo que es figura de liberalidad que procede del amor de Dios y de la confianza en que nada le faltará a un corazón generoso.

Compara la santidad, deseo y pensamiento de las cosas celestiales al zafiro, piedra sin color y con mucho brillo y transparencia. Tal es la santidad verdadera, la que va siempre acompañada de la limpieza de corazón, de la sencillez, y de la edificación de los demás.

Compara, finalmente, el cumplimiento de las obligaciones personales y domésticas a la esmeralda; esta piedra fina y preciosa, si bien no tiene el valor del diamante, es muy estimada, tanto por su lindo color verde, propio, intrínseco e inalterable, cuanto porque más difícilmente puede falsificarse. El cumplimiento exacto de las obligaciones santifica sólidamente a las almas y las hace buenas y fieles a los ojos de Dios.

Novena de la confianza al Divino Niño



Niño amable de mi vida
Consuelo de los cristianos
La gracia que necesito
Pongo en tus benditas manos.

Padre Nuestro...

Tú que sabes mis pesares
Pues todos te los confío
Da la paz a los turbados
Y alivio al corazón mío.

Dios te salve María...

Y aunque tu amor no merezca
No recurriré a ti en vano
Pues eres Hijo de Dios
Y auxilio de los cristianos.

Gloria al Padre...

Acuérdate , Oh Niño Santo
Que jamás se oyó decir
Que alguno te haya implorado
Sin tu auxilio recibir.
Por eso con fe y confianza,
Humilde y arrepentido,
lleno de amor y esperanza
este favor yo te pido.

(se pide la gracia que se desea conseguir)

Divino Niño Jesús, bendícenos (7 veces)

Un minuto con el Niño Jesús

Bendíceme, Niño Jesús y ruega por mí sin cesar.
Aleja de mi hoy y siempre el pecado.
Si tropiezo, tiende tu mano hacia mí.
Si cien veces caigo, cien veces levántame.
Si yo te olvido, Tú no te olvides de mí.
Si me dejas Niño, ¿Qué será de mí?
En los peligros del mundo asísteme.
Quiero vivir y morir bajo tu manto.....
Quiero que mi vida te haga sonreír.
Mírame con compasión, no me dejes Jesús mío.
Y al fin, sal a recibirme y llévame junto a ti.
Tu bendición me acompañe hoy y siempre.
Amén. Aleluya.
(Gloria)

La Quinta Santa Ana: su cronología


por el Prof. Luis Quiterio Calvimonte


1574 Don Jerónimo Luis de Cabrera otorga a los primeros vecinos fundadores las tierras aledañas a la ciudad, incluye las tierras de la quinta.

1607 En el Testamento de Doña Ana de Cevallos, consta por primera vez, el patronazgo de Santa Ana, sobre la quinta y el oratorio familiar de la casa.

1699 A partir de esta época la Compañía de Jesús es dueña de la heredad. Es destinada para descanso de los estudiantes novicios y abastecimiento del internado del Colegio.

1767 Los jesuitas son expulsados por orden del Rey Carlos III de España. Toma posesión de sus bienes la Junta de Temporalidades.

1785 El Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán, Marqués de Sobremonte, la destina para hospital de aislamiento de enfermos de viruela.

1811 Las autoridades revolucionarias del Primer Gobierno Patrio, disponen la instalación de una fábrica de pólvora (hoy calles 9 de julio y Coronel Olmedo).

1853 La Quinta vuelve a ser propiedad del Colegio de Nuestra Señora de Monserrat.

1870 Se realiza en sus predios parte de la primera Exposición Nacional de Agricultura durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento.

1934 Erección Canónica de la Parroquia Maria Auxiliadora, a cargo de los Salesianos, cuya jurisdicción parroquial abarca parte de lo que fue la quinta Santa Ana.

1953 Las ruinas del histórico solar jesuítico, son declaradas Monumento Histórico Nacional por decreto Nº 20111 del 23 de noviembre de 1953.

1987 El Distrito Centro del Servicio Nacional de Arquitectura pone fin a los trabajos de puesta en valor del conjunto, dando forma de capilla a lo que había sido el viejo refectorio o comedor.

1992 La Capilla es bendecida bajo la advocación de Santa Ana, en las fiesta patronales.

2007 Celebración del IVº Centenario del Patronazgo de Santa Ana, en la Quinta y Capilla, en la ciudad de Córdoba.

La Capilla más antigua de Córdoba













por Carlos Duelo Cavero
corresponsal de La Nación
12 de enero de 1986

Al oeste de la ciudad de Córdoba, a unas 14 cuadras de la plaza San Martín, hay un pequeño barrio de callecitas irregulares que serpentean entre paquetos chalés. Se llama Quinta Santa Ana y todo en él trasunta paz, pulcritud. De prnto, al llegar a un codo, el forastero se encuentra en la plazoleta presidida por una de las típicas capillas serranas, encaladas, relumbrando el sol. A su vera un cartel indica : AQUÍ REFERENCIA HISTORICA 1593 .

Los orígenes


Según consta en un trabajo, de la Compañía de Jesús, el origen del templo arranca de “una merced de tierras del 13 de octubre de 1593, concedida por el teniente gobernador Francisco Molina de Navarrete. Su propietario siguiente fue doña Ana de Cevallos, que en 1607, quien en su testamento aclara que la “chacra de la casa de su marido y la edificación las tiene de su primer casamiento y que ella las heredó de su hija como madre”.

En 1699 la compró –por 150 pesos- el padre Olegario Oroz, SJ, rector a la sazón del establecimiento que no tardaría en ser el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, hoy Universidad de Córdoba.
La capillita estaba cerrada aquella tarde y ya nos íbamos resignados cuando una vecina, al advertir nuestra curiosidad, nos indicó: “si quiere verla por dentro, vaya hasta el bulevar y en aquella casa pregunte por la señora de Triquell. Ella tiene las llaves”.


Gracias a la gentileza de esta “guardiana honoraria del Templo”y miembro de la Acción Católica del barrio Santa Ana, pudimos, pues, conocer el interior de la capillita, tan austera en ornamentos cuanto diminuta. Conviene aclarar que el edificio en rigor fue reconstruido sobre las ruinas del primitivo templo de cuyo glorioso pasado sólo quedan hoy como testimonio los robustos contrafuertes, algunos de los cuales cedieron, no obstante, a los embates del Río Primero desbordado en 1735 y 1742 y causantes al cabo del derrumbe de la bóveda.


Nos refiere la señora Lucía Angélica de Triquell algunas de las peripecias que sufrió Santa Ana en su larga vida. Don Jerónimo Luis de Cabrera-explica- la entregó en donación a la Compañía, bajo cuya custodia permaneció hasta la expulsión de los religiosos en 1767.


Primitivamente fue un sencillo oratorio propiedad de la familia Cevallos, presidido por un lienzo de la imagen de la santa cuyo nombre lleva.


Por lo demás, el destino no fue demasiado benévolo con la capilla, a juzgar por la serie de desastres y olvidos que con ella se ensañaron, hasta su casi total destrucción. Esta, a pesar del sinnúmero de servicios que, más allá de su misión específica, prestó a la comunidad religiosa y a los propios lugareños.


En tiempo de los jesuitas hizo las veces de casa de descanso de los padres, quienes utilizaron la parte trasera del terreno como cementerio. Allí chirrió también una noria(el nombre de una de las calles del barrio lo recuerda) y , a estar de los documentos legados por doña Ana de Ceballos (1607), cumplió funciones rurales en la forma de una bien abastecida chacra”en tierra de la Suquía con un molino de moler trigo”. Es sabido, por otra parte, que los indios vilellas o villelas eran adoctrinados por los religiosas en lo que entonces era una reducción .


Pero el variado currículo de Santa Ana no se agota allí. Así cuando la región fue azotada por una “cruel peste”-la viruela- se constituyó en casa de aislamiento. Más tarde, en 1811, según se refiere el historiador cordobés Efraín U. Bischoff, fue transformada en fábrica de polvora. Y. Para concluir, entre 1871 y 1873, en ese recinto se instaló una exposición permanente de flores-el un día renombrado Parque de la flores- que finalmente derivó en un prosaico pero rico alfalfar.


Y como no podía ser menos, estos apacibles parajes fueron también escenario de duras batallas. Por aquí tuvieron lugar, en efecto, los primeros choques de las tropas del general Paz con las de Facundo Quiroga y frente a esta misma capilla lucharon encarnizadamente las fuerzas despachadas por el Congreso de Tucumán, al mando de Francisco de Sayos, con las encabezadas por don Juan Pablo Funes.


Una comunidad en pie de paz

La ingratitud y la desidia humanas causaron, empero, más daños a este entrañable pedazo de historia argentina declarado, crease o no, monumento histórico nacional sólo en 1853, que todas las batallas y furias desatadas de la naturaleza. Cuando, al cabo de tantos infortyunios, ya invadido todo de malezas y quebradas sus piedras por las raices, convertido el sagrado lugar en corral de cabras, los buenos vecinos del recientemente inaugurado barrio (1969) decidieron actuar con el noble intento de salvar los restos de la capilla y ponerla nuevamente en pie.
A las mencionadas damas de la Acción Católica les cupo cumplir entonces una tarea fundamental recolectando fondos con que comprar útiles y materiales. Además una cuadrilla de improvisados jardineros y barrenderos alistados en el barrio se encargó de despejar aquella selva ciudadana.

Por su lado, la entonces Kaiser donó maderas y chapas, en tanto que la Dirección de Arquitectura de la Municipalidad de Córdoba aportó la mano de obra.”Hasta conseguimos gratis los rieles de tranvía para el techo!”- recuerda la señora de Triquell.


En la actualidad los oficios litúrgicos de la revitalizada capilla están atendidos por los padres Salesianos, quienes se turnan para celebrar misa los domingos y fechas señaladas. “Todo fue haciéndose poco a poco, pero con gran empeño y entusiasmo- comenta nuestra gentil guía-. Los bancos son fruto de donaciones particulares y colectas dominicales. Una querida artista nuestra, Mecha Pizarro, pintó las estaciones del Via Crucis, que fueron costeadas por los vecinos. Claro que lo más difícil ahora es lo que queda por delante, o sea el mantenimiento, si queremos que no se pierda lo realizado con tanto esfuerzo- apunta por último la señora.


Como se ve, una historia conmovedora dentro de su humilde grandeza y que parece traernos como una brisa fresca los versos de aquella vieja canción con que la abuela arrullaba el sueño de los niños:

“Señora Santa Ana
¿por qué llora el Niño?
-Por una manzana
que se le ha perdido.
-Vamos a mi casa.
Yo te daré dos,
una para el Niño,
y otra para vos”.

Celebra sus 400 años


domingo 7 de octubre de 2007
Celebra sus 400 años la capilla jesuítica Santa Ana
Es Monumento Histórico Nacional desde 1953. Fue casa particular, residencia de estudiantes y hospital de enfermos.


Un acontecimiento singular vivirá barrio Quinta Santa Ana el 20 de octubre: el 400° aniversario de la capilla jesuítica Santa Ana, un ícono para el sector a nivel religioso, social y cultural. Los festejos comenzarán el lunes 15 y se extenderán hasta el 20, indicaron desde la comisión organizadora el vicario parroquial Aldo Tobares, el arquitecto Marcos Ortiz Quirós y la titular del centro vecinal Quinta Santa Ana, Patricia Gramaglia.


La capilla Santa Ana está situada en bulevar Quinta Santa Ana y El Recodo. A sus espaldas se levanta el Nuevocentro Shopping, una moderna construcción que contrasta con la antigüedad del templo. Al lado de la capilla está la plazoleta Padre Grenón.


Se toma al año 1607 como fecha fundacional de la capilla, pero en aquel entonces no era tal, sino una casa construida por los jesuitas radicados en Córdoba. Su propietario inicial fue el primer marido de doña Ana de Cevallos.


Hoy la capilla es administrada por la Congregación Salesiana de Don Bosco, dependiente de la parroquia María Auxiliadora. Es la referencia del barrio y la gente está identificada con ella. Además de oficiarse misas dominicales, en sus salas los martes se reúnen miembros del centro vecinal –que no tiene sede propia, pero tendría una en Caseros y El Recodo– y los miércoles y viernes grupos de oración.



La capilla Santa Ana resalta con el Nuevocentro Shopping y un hotel al fondo
Foto: LaVoz / Hugo Allende


La capilla se yergue en un barrio que también tiene particularidades. Quinta Santa Ana es apacible, residencial y con mucha vegetación, situado a 12 cuadras del centro de la ciudad de Córdoba, hacia el oeste. Fue urbanizado en la década de 1940. El diseño de sus calles es llamativo: por caso, el bulevar Quinta Santa Ana tiene forma de herradura, y las sinuosas calles El Recodo y La Noria cortan al bulevar en forma no convencional. También provoca curiosidad que los ómnibus del transporte urbano no circulan por el barrio y que no hay parquímetros.


Los vecinos de Quinta Santa Ana alardean orgullosos de que, según documentos, este barrio es el más antiguo de la ciudad. Una propuesta vecinal que cobraría vigor en el futuro si el municipio la acepta es la peatonalización de las calles del barrio.



Programa de actividades


Las actividades por el cuarto centenario de la capilla Santa Ana se harán siempre a las 19.30. Lunes 15: actuación del Coro de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Martes 16: encuentro con vecinos en la capilla, donde se hará una evocación histórica; actúa el Coro de Ingeniería de la UNC.
Viernes 19: conferencia “Conservación del patrimonio histórico religioso”, a cargo del arquitecto Pedro Canepuccia, en el Colegio Monserrat; presentación de un cuarteto de cuerdas.
Sábado 20: misa de acción de gracias en la capilla presidida por el arzobispo de Córdoba, Carlos Ñáñez; actuación del Coro de Niños Cantores Domingo Zípoli. Alumnos de la Escuela Provincial de Bellas Artes “Figueroa Alcorta” harán pinturas y dibujos alusivos en las inmediaciones de la capilla, mientras que su pares del Colegio Spilimbergo expondrán fotos sobre el barrio y el templo. También se presentaría un libro con la historia de la capilla y del barrio.

Desde la colonia hasta hoy

El 12 de marzo de 1574, Jerónimo Luis de Cabrera otorgó las tierras de Santa Ana en merced a los primeros vecinos fundadores de la ciudad de Córdoba. Los lotes estaban a 1.200 metros hacia el oeste desde el centro. El primer marido de Ana de Cevallos recibió las fértiles tierras, aptas para las huertas, que luego heredó la mujer.


Los jesuitas que desde 1599 se radicaron en Córdoba construyeron una casa (con habitaciones y comedor), plantaron frutales e instalaron norias y albercas. En 1607, un testamento de Ana de Cevallos dejó constancia del patronazgo de Santa Ana, la quinta y el oratorio familiar que tenía la casa (al que concurrían vecinos, indios y esclavos).

En 1699, la casa pasó a ser propiedad de la Compañía de Jesús y se utilizó para descanso de estudiantes novicios del Colegio Máximo. Doce años antes ya se la llamaba "chacra o quinta" Santa Ana. El comedor se destinaba también para dar misa, a falta de una capilla.


En 1767, los jesuitas fueron expulsados por orden del rey español Carlos III. Tomó posesión de sus bienes la Junta de Temporalidades, que incluyó la casa en un inventario. En 1785, el gobernador de Córdoba del Tucumán, Marqués de Sobremonte, decidió que la casa se convirtiera en hospital de aislamiento para enfermos de viruela.


En 1811, las autoridades revolucionarias de la Primera Junta dispusieron la instalación de una fábrica de pólvora. En 1853 la quinta volvió a ser propiedad del Colegio Monserrat. Las inundaciones que hubo durante el siglo XIX derrumbaron las bóvedas de la casa. En 1934, la parroquia María Auxiliadora (con los salesianos) se hizo cargo de la capilla, ya que su jurisdicción abarca parte de barrio Quinta Santa Ana.

Las ruinas del solar jesuítico fueron declaradas Monumento Histórico Nacional el 23 de noviembre de 1953. En esos años, vecinos y salesianos empezaron a restaurar lo que fue el comedor. En 1987, el distrito Centro del Servicio Nacional de Arquitectura completó la puesta en valor de la capilla, que fue bendecida en 1992 bajo la advocación de Santa Ana –santa de los abuelos– en las fiestas patronales.

Santa Faustina nos enseña a recibir a Jesús

Texto extraído del Diario de Sta. Faustina

"La Divina Misericordia en mi alma"


“Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente.”
(Juan 6,51)

Me veo tan débil que si no tuviera la Santa Comunión caería continuamente; una sola cosa me sostiene y es la Santa Comunión. De ella tomo fuerza, en ella está mi fortaleza.

Temo la vida si algún día no recibo la Santa Comunión. Tengo miedo de mi misma. Jesús oculto en la Hostia es todo para mí.
Del tabernáculo tomo fuerza, poder, valor, luz; es aquí donde busco alivio en los momentos de tormento. No sabría cómo glorificar a Dios sino tuviera la Eucaristía en mi corazón. (Diario 1037)


Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las tinieblas y las tormentas interiores y exteriores.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza en la vida y en la hora de la muerte.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre los fracasos y el abismo de la desesperación.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las mentiras y las traiciones.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las tinieblas y la impiedad que sumergen la tierra.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre la nostalgia y el dolor, en el que nadie nos comprende.

(150) Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre las fatigas y la vida gris de todos los días.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza cuando nuestras ilusiones y nuestros esfuerzos se esfuman.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza entre los golpes de los enemigos y los esfuerzos del infierno.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando las dificultades excedan mis fuerzas y cuando mis esfuerzos resulten inútiles.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando las tormentas agiten mi corazón y el espíritu aterrorizado comience a inclinarse hacia la desesperación.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando mi corazón comience a temblar y el sudor mortal nos bañe la frente.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando todo se conjure contra mí y la negra desesperación comience a introducirse en mi alma.

Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el testamento de la Divina Misericordia para nosotros y, especialmente para los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, en [la que] está oculto el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús como testimonio de la infinita misericordia hacia nosotros y, especialmente, hacia los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, que contiene la vida eterna que [de] la infinita misericordia es donada en abundancia a nosotros y, especialmente, a los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, en la que está la misericordia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo hacia nosotros y, especialmente, a los pobres pecadores.

(149) Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el precio infinito de la misericordia, que compensará todas nuestras deudas y, especialmente, la de los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, en la que encierra la fuente de agua viva que brota de la infinita misericordia hacia nosotros y, especialmente, para los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el fuego del amor purísimo que arde del seno del Padre Eterno, como del abismo de la infinita misericordia para nosotros y, especialmente, para los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, en la que está guardado el remedio para todas nuestras debilidades, [remedio] que mana de la infinita misericordia, como de una fuente para nosotros y, especialmente, para los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el vínculo de unión entre Dios y nosotros, gracias a la infinita misericordia para nosotros y, especialmente para los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, en la que están encerrados todos los sentimientos del dulcísimo Corazón de Jesús hacia nosotros y, especialmente, hacia los pobres pecadores.

Oh Santa Hostia, nuestra única esperanza en todos los sufrimientos y contrariedades de la vida.



Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando mi vista se apague para todo lo que es terrenal y mi espíritu vea por primera vez los mundos desconocidos.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando mis obligaciones estén por encima de mis fuerzas y el fracaso sea mi destino habitual.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando el cumplimiento de las virtudes me parezca difícil y mi naturaleza se rebele.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando los golpes de los enemigos sean dirigidos contra mí.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando las fatigas y los esfuerzos sean condenados por la gente.

Oh Santa Hostia, confiaré en Ti cuando Tu juicio resuene sobre mí, en aquel momento confiaré en el mar de Tu misericordia. (Diaro 356)