Una promesa al Divino Niño

Un sitio web informó que el millonario inglés Albert Gubay, de 82 años, donó, por agradecimiento, el 99,9 por ciento de su fortuna –mil cien millones de dólares–, a una beneficencia, en cumplimiento a una promesa que le hizo al Divino Niño cuando todavía era pobre, reservándose 15 millones para vivir los años que le quedan.

La entidad de beneficencia a la cual donó su fortuna Gubay, transferirá a su vez más o menos la mitad de esa riqueza a proyectos que tienen que ver con la Iglesia Católica.

Según se informó, Gubay es católico practicante y vive en la Isla de Man, en el Reino Unido. El ahora magnate hizo su fortuna con tiendas minoristas de productos de bajo costo en la década de los 60, negocio que vendió en 1973 por 28 millones de dólares. Luego se dedicó a otra serie de negocios en otros países, que le hicieron incrementar su fortuna.

Fiesta de la Divina Misericordia


"Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores" (Diario 699)

NOVENA A JESÚS MISERICORDIOSO
Desde el día 02 de Abril hasta el día 10 de Abril a las 17:30 hs.

(El día Sábado 03 la Novena se rezará a las 20:30 hs.

y el día Domingo 04 antes de comenzar la Misa a las 9:30 hs)
FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
Domingo 11 de abril. (2do. Domingo de Pascua)
Misa 10:00 hs.
Se encenderá la Llama de la Misericordia para que los fieles puedan llevarla a su hogar (traer lámparas de aceite o vela).
Bendición de Imágenes de Jesús Misericordioso, traer cuadros para ser bendecidos.
Procesión con las Imágenes 11:00 hs.
Se entregarán Imágenes y tarjetitas a Grupos y/o Parroquias, que previamente lo hayan solicitado al Te. 0351- 156 706875


"Jesús en Vos Confío"

De tiempos de la antigua aldea...

por María Belén Urquiza
La Voz del Interior, 23 de marzo de 2010

Un circuito pedestre propone recorrer esta pintoresca barriada, donde la protagonista fundamental es la capilla jesuítica.

En los perfiles de la gran expansión del centro cordobés, la hoy populosa zona del Nuevo Centro Shopping y barrios aledaños quedaron integrados al corazón fundacional de la ciudad.
Desandar la historia de la colonia mientras se recorre Quinta de Santa Ana, barriada aledaña al gran centro comercial, acompañados de los relatos de las guías del Servicio de Guía de Turismo habilitado por la Municipalidad de Córdoba, es adentrarse en esos tiempos de la antigua aldea.
Esas tierras, ubicadas en la periferia de las 70 manzanas fundacionales, pertenecieron a Francisco Mendoza Marmolejo y Ana de Ceballos, desde 1574, cuando les fueron entregadas en merced.

El matrimonio, profundo devoto de Santa Ana, fue quien le impuso ese nombre al lugar. Tras sucesivos propietarios pasó al patrimonio de la orden jesuita quien la destinó a propiedad de descanso de la comunidad del Colegio Máximo (génesis de la Universidad Nacional de Córdoba) y establecieron allí quintas con árboles frutales y verduras para proveer a la comunidad religiosa.
Desde ese entonces, en esas tierras se comenzó a escribir una nueva historia, plasmada de anécdotas y tradiciones que tiene que ver con el arraigo de devociones religiosas, reliquias e imágenes.

El espíritu laborioso y progresista, que caracterizó a la orden jesuita, quedó de manifiesto en los predios que pronto multiplicaron la producción y la expansión de las construcciones aptas para la explotación y la recreación de esa comunidad.

En 1741, en la carta anual, el padre provincial de la Provincia Jesuítica del Paraguay, Antonio Machoni, entre otras consideraciones declaró: "tiene una capilla con bastante adorno y lo necesario para la misa. Dos albas, una nueva y otra usada. Tres aposentos; dos grandes y dos medianos. Sirve esta huerta para que nuestros hermanos estudiantes vayan a tener en ella vacaciones. Esta quinta tiene también dos hornos de cocer ladrillo y teja, con su ramada".
Según pasan los años. Después de la expulsión de los jesuitas, la Junta de Temporalidades, hizo un cuantioso inventario y lo pasó a manos privadas y a través del tiempo las construcciones tuvieron diversos usos.

En 1785 el gobernador intendente de Córdoba del Tucumán el marqués de Sobre Monte la destinó a Casa de Aislamiento ante los embates de una epidemia de viruela.

En 1811 el primer gobierno patrio dispuso la instalación de una fábrica de pólvora en una edificación ubicada en la hoy intersección de las calles 9 de Julio y Coronel Olmedo que funcionó cinco años hasta que una explosión la destruyó. Una placa en el lugar la recuerda.

Ya en 1853 la quinta volvió al patrimonio del Colegio Monserrat.

Durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) se produjo un notable desarrollo de la Capital y provincia de Córdoba. En ese marco en 1872 se decidió que Quinta de Santa Ana fuera sede de la Primera Exposición Nacional de Agricultura. Una incansable labor a lo largo de tres meses logró crear un maravilloso vergel en ese perímetro.

Plazoleta P. Grénon

Loteo del barrio

En 1940 se encargó al arquitecto Jaime Roca la tarea de lotear el barrio.
Con esmero, dedicación y creatividad el profesional no se basó en el típico diseño barrial sino que trazó ondulantes trazos que se observa, aún hoy, juegan con el relieve de los terrenos que la rodean donde se preserva el histórico edificio de la Capilla Santa Ana.
Monumento histórico. En 1953, por decreto de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos se gestionó declarar Monumento Histórico a las ruinas jesuíticas de Santa Ana.
A pesar de los años y los cambios realizados, en la capilla Santa Ana algo quedó inalterado y es esa historia, la que muchos contaron, la que quedó plasmada en papel y fue rescatada por historiadores y moradores del barrio.

En definitiva, esa historia que hizo y hace pensar en la Córdoba colonial con sus revueltas y sus grandezas, una Córdoba que recuerda su historia en la que hay derroteros de esplendor y decadencia.
Ficha Técnica
Capilla Santa Ana
Ubicación: calles El Recodo y Quinta Santa Ana (a la altura del 1450 de calle 27 de Abril).
Circuito: Se realizará el viernes 2 de abril, a las 9.30 y a las 16.30.
Costo: $ 10 por persona.
Partida: capilla Santa Ana.
Horarios: La capilla durante la Semana Santa estará abierta el jueves 1º de abril, a las 17.30; viernes 2, a las 9.30 y a las 16.30, y el domingo 4, a las 11.

Consagración del Santuario de la Divina Misericordia

Homilía de Juan Pablo II
Cracovia, 17 de agosto de 2002

"Oh inconcebible e insondable misericordia de Dios, ¿quién te puede adorar y exaltar de modo digno? Oh sumo atributo de Dios omnipotente, tú eres la dulce esperanza de los pecadores" (Diario, 951)

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Repito hoy estas sencillas y sinceras palabras de santa Faustina, para adorar juntamente con ella y con todos vosotros el misterio inconcebible e insondable de la misericordia de Dios. Como ella, queremos profesar que, fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre. Deseamos repetir con fe: Jesús, confío en ti.

De este anuncio, que expresa la confianza en el amor omnipotente de Dios, tenemos particularmente necesidad en nuestro tiempo, en el que el hombre se siente perdido ante las múltiples manifestaciones del mal. Es preciso que la invocación de la misericordia de Dios brote de lo más íntimo de los corazones llenos de sufrimiento, de temor e incertidumbre, pero, al mismo tiempo, en busca de una fuente infalible de esperanza. Por eso, venimos hoy aquí, al santuario de Lagiewniki, para redescubrir en Cristo el rostro del Padre: de aquel que es "Padre misericordioso y Dios de toda consolación" (2 Co 1, 3). Con los ojos del alma deseamos contemplar los ojos de Jesús misericordioso, para descubrir en la profundidad de esta mirada el reflejo de su vida, así como la luz de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos reserva para todos los días y para el último día.

2. Estamos a punto de dedicar este nuevo templo a la Misericordia de Dios. Antes de este acto, quiero dar las gracias de corazón a los que han contribuido a su construcción. Doy las gracias de modo especial al cardenal Franciszek Macharski, que ha trabajado tanto por esta iniciativa, manifestando su devoción a la Misericordia divina. Abrazo con afecto a las Religiosas de la Bienaventurada Virgen María de la Misericordia y les agradezco su obra de difusión del mensaje legado por santa Faustina. Saludo a los cardenales y a los obispos de Polonia, encabezados por el cardenal primado, así como a los obispos procedentes de diversas partes del mundo. Me alegra la presencia de los sacerdotes diocesanos y religiosos, así como de los seminaristas.

Saludo de corazón a todos los que participan en esta celebración y, de modo particular, a los representantes de la Fundación del santuario de la Misericordia Divina, que se ocupó de su construcción, y a los obreros de las diversas empresas. Sé que muchos de los aquí presentes han sostenido materialmente con generosidad esta construcción. Pido a Dios que recompense su magnanimidad y su compromiso con su bendición.

3. Hermanos y hermanas, mientras dedicamos esta nueva iglesia, podemos hacernos la pregunta que afligía al rey Salomón cuando estaba consagrando como morada de Dios el templo de Jerusalén: "¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta casa que yo te he construido!" (1 R 8, 27). Sí, a primera vista, vincular determinados "espacios" a la presencia de Dios podría parecer inoportuno. Sin embargo, es preciso recordar que el tiempo y el espacio pertenecen totalmente a Dios. Aunque el tiempo y todo el mundo pueden considerarse su "templo", existen tiempos y lugares que Dios elige para que en ellos los hombres experimenten de modo especial su presencia y su gracia. Y la gente, impulsada por el sentido de la fe, acude a estos lugares, segura de ponerse verdaderamente delante de Dios, presente en ellos.

Con este mismo espíritu de fe he venido a Lagiewniki, para dedicar este nuevo templo, convencido de que es un lugar especial elegido por Dios para derramar la gracia de su misericordia. Oro para que esta iglesia sea siempre un lugar de anuncio del mensaje sobre el amor misericordioso de Dios; un lugar de conversión y de penitencia; un lugar de celebración de la Eucaristía, fuente de la misericordia; un lugar de oración y de imploración asidua de la misericordia para nosotros y para el mundo. Oro con las palabras de Salomón: "Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Señor Dios mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace hoy en tu presencia, que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa. (...) Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona" (1 R 8, 28-30).

4. "Pero llega la hora, ya está aquí, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en Espíritu y en verdad, porque el Padre desea que le den culto así" (Jn 4, 23). Cuando leemos estas palabras de nuestro Señor Jesucristo en el santuario de la Misericordia Divina, nos damos cuenta de modo muy particular de que no podemos presentarnos aquí si no es en Espíritu y en verdad. Es el Espíritu Santo, Consolador y Espíritu de verdad, quien nos conduce por los caminos de la Misericordia divina. Él, convenciendo al mundo "en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio" (Jn 16, 8), al mismo tiempo revela la plenitud de la salvación en Cristo. Este convencer en lo referente al pecado tiene lugar en una doble relación con la cruz de Cristo. Por una parte, el Espíritu Santo nos permite reconocer, mediante la cruz de Cristo, el pecado, todo pecado, en toda la dimensión del mal, que encierra y esconde en sí. Por otra, el Espíritu Santo nos permite ver, siempre mediante la cruz de Cristo, el pecado a la luz del "mysterium pietatis", es decir, del amor misericordioso e indulgente de Dios (cf. Dominum et vivificantem, 32).

Y así, el "convencer en lo referente al pecado", se transforma al mismo tiempo en un convencer de que el pecado puede ser perdonado y el hombre puede corresponder de nuevo a la dignidad de hijo predilecto de Dios. En efecto, la cruz "es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre (...). La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre" (Dives in misericordia, 8). La piedra angular de este santuario, tomada del monte Calvario, en cierto modo de la base de la cruz en la que Jesucristo venció el pecado y la muerte, recordará siempre esta verdad.

Creo firmemente que en este nuevo templo las personas se presentarán siempre ante Dios en Espíritu y en verdad. Vendrán con la confianza que asiste a cuantos abren humildemente su corazón a la acción misericordiosa de Dios, al amor que ni siquiera el pecado más grande puede derrotar. Aquí, en el fuego del amor divino, los corazones arderán anhelando la conversión, y todo el que busque la esperanza encontrará alivio.

5. "Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por los pecados nuestros y del mundo entero; por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero" (Diario, 476, ed. it., p. 193). De nosotros y del mundo entero... ¡Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de hoy! En todos los continentes, desde lo más profundo del sufrimiento humano parece elevarse la invocación de la misericordia. Donde reinan el odio y la sed de venganza, donde la guerra causa el dolor y la muerte de los inocentes se necesita la gracia de la misericordia para calmar las mentes y los corazones, y hacer que brote la paz. Donde no se respeta la vida y la dignidad del hombre se necesita el amor misericordioso de Dios, a cuya luz se manifiesta el inexpresable valor de todo ser humano. Se necesita la misericordia para hacer que toda injusticia en el mundo termine en el resplandor de la verdad.

Por eso hoy, en este santuario, quiero consagrar solemnemente el mundo a la Misericordia divina. Lo hago con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza. Que este mensaje se difunda desde este lugar a toda nuestra amada patria y al mundo. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir "la chispa que preparará al mundo para su última venida" (cf. Diario, 1732, ed. it., p. 568). Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad. Os encomiendo esta tarea a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, a la Iglesia que está en Cracovia y en Polonia, y a todos los devotos de la Misericordia divina que vengan de Polonia y del mundo entero. ¡Sed testigos de la misericordia!

Dios, Padre misericordioso,
que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros
en el Espíritu Santo, Consolador,
te encomendamos hoy el destino del mundo
y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros, pecadores;

sana nuestra debilidad;
derrota todo mal;
haz que todos los habitantes de la tierra
experimenten tu misericordia,
para que en ti, Dios uno y trino,
encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno,

por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo,
ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Amén.

La llama de la Misericordia


Plegaria al encender una vela

Señor Dios Uno y Trino,
te ruego que esta vela que estoy por encender,
sea Luz para que Tú me alumbres en mis dificultades,
sea Fuego para que Tú quemes
lo que me pueda apartar de Tu camino,
sea Llama para que Tú calientes mi corazón.
Yo no puedo quedarme aquí por mucho tiempo,
pero dejando arder esta vela,
dejo un poco de mi mismo que te quiero regalar.
Ayúdame a prolongar mi oración
en las actividades de este día.
Amén

Tras el fuego de la Misericordia

Vivencias del II Congreso Internacional de Apóstoles de la Divina Misericordia
por Rodolfo González Suárez
Costa Rica, 15-10-2005


Del 7 al 9 de octubre del 2005 se llevó a cabo en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Lagiewniki, Polonia, el II Congreso Internacional de Apóstoles de la Divina Misericordia.

La fecha

El año 2005 resulta ser el 100 aniversario del natalicio de Santa Faustina “Secretaria y Apóstol de la Divina Misericordia”, cuya memoria nuestra Iglesia celebra el día 5 de octubre, razón por la cual se consideró idónea la fecha seleccionada para la realización del congreso. Cabe señalar que el primer congreso internacional fue desarrollado en el año 1996.

Organizadores

El congreso fue organizado por el Rector del Santuario, Monseñor Jan Zajac, y por la Asociación FAUSTINUM de Apóstoles de la Divina Misericordia, bajo el auspicio del Arzobispo Metropolitano de Cracovia, Cardenal Franciszek Macharski, y de la Superiora General de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Esta es la congregación a la cual perteneció Santa Faustina.


El lugar y lo que acontece en él

El Santuario se ubica en Lagiewniki, suburbio localizado al sur de la ciudad de Cracovia, la cual es la “capital espiritual” de Polonia y la ciudad de la cual Karol Wojtyla fuera su arzobispo por 20 años.
En 1985 el Papa Juan Pablo II llamó a este Santuario la “capital” del culto a la Divina Misericordia y en 1997 durante su visita al mismo, especificó la razón para ello: “ya que fue aquí donde se originó el mensaje de la Divina Misericordia que Cristo personalmente quiso entregar a nuestra generación por medio de Sor Faustina”.





La Capilla del Convento

Pequeña iglesia en la cual se encuentran las reliquias de Santa Faustina y la imagen de la Divina Misericordia. La capilla está dedicada a San José, ya que las hermanas siempre afirmaron que el Convento había sido una realidad gracias a sus oraciones a San José. En el lado opuesto a la imagen de la Divina Misericordia se encuentra un hermoso cuadro de San José con el Niñito Jesús en brazos. El altar central lo ocupa una imagen de la Virgen María, en su advocación de “Madre de Dios de la Misericordia”

La Basílica

Amplio y sobrio templo, con capacidad para 5,000 fieles, cuya consagración fue realizada por Juan Pablo II en agosto del 2002, en el que sería el último viaje a su querida tierra natal. La consigna del viaje fue “Dios, rico en Misericordia”. Al consagrar el templo el Santo Padre afirmó: “…lo hago con el ardiente deseo de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de Santa Faustina, sea divulgado a todas las personas en el mundo y llene sus corazones de esperanza”. El Santo Padre aprovechó la ocasión para consagrar el mundo entero a la Divina Misericordia, afirmando: “Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad”. Los planos de la Basílica habían sido presentados al Papa, quien los aprobó con su propia firma.


La construcción de la Basílica fue iniciada el día 8 de setiembre de 1999, día de la “Natividad de la Santísima Virgen María”, y si bien la mayor parte de las obras fueron concluidas en dos años, aún hoy continúan los trabajos de construcción en distintos elementos que conforman todo el conjunto de la Basílica, la cual tiene dos niveles, cinco capillas localizadas en el nivel inferior, un capilla dedicada a la adoración perpetua al Santísimo Sacramento, un auditorio que lleva el nombre de Juan Pablo II, un altar para misas al aire libre, y una torre. La sencillez de la Basílica resulta sublime. Al entrar en el nivel superior, la mirada del fiel se dirige directamente hacia el altar y su fondo, donde destacan: el cuadro de la Divina Misericordia, o de Jesús Misericordioso como se le llama allá, el cual es una copia del que se encuentra en la Capilla del Convento; el tabernáculo, que es un precioso globo de oro que representa al mundo; una escultura de metal que representa un arbusto que rodea el tabernáculo y cuyas ramas, ascendiendo hacia el cuadro, luchan por mantenerse erguidas ante la fuerza del viento que las inclina, lo que es una metáfora del hombre luchando con su propia debilidad y pecado, hombre que sólo puede encontrar la paz en Jesucristo Misericordioso.

En la entrada de la Basílica destaca su “piedra angular”, una pequeña roca traída del monte Calvario y bendecida por el Papa en junio de 1997. Durante la homilía de consagración en el 2002 el Santo Padre dijo: “La cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre… La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre. La piedra angular de este santuario, tomada del monte Calvario, en cierto modo de la base de la cruz en la que Jesucristo venció el pecado y la muerte, recordará siempre esta verdad”.
Al salir de la Basílica los fieles tienen la costumbre de poner su mano sobre la piedra angular, la cual tiene dos citas, una a cada lado. La primera de ellas es una cita tomada del Diario de Santa Faustina que dice: “Dios es Amor y Misericordia”. La segunda es una cita del Papa Juan Pablo II: “Sed apóstoles de la Divina Misericordia”. ¡Que la gracia de Dios nos grabe ambas citas en lo más profundo de nuestros corazones y nos haga valerosos y útiles apóstoles de Su Misericordia.
El congreso
La asistencia

El congreso contó con 160 participantes provenientes de 34 países de todo el mundo, representantes de seis regiones: América del Norte, América Latina, Europa, África, Asia y Oceanía.
Por parte de América Latina participaron República Dominicana, representada por un sacerdote, así como Argentina y Costa Rica, que son los países que han mantenido mayor contacto con la Asociación Faustinum.
De los 160 participantes, poco más de 20 fueron sacerdotes provenientes del mundo entero, algunos de los cuales llegaron con sus grupos de laicos.

El programa

El programa del congreso contempló tres tipos de actividades:

Oración en común en la Basílica, lo cual incluyó la Santa Misa con la que se inició el programa de cada uno de los tres días; la hora de la misericordia, a las tres en punto de la tarde de cada uno de los tres días del congreso, la cual iniciaba con unos breves minutos dedicados a la lectura de extractos del diario y reflexiones, para pasar posteriormente al rezo de la Coronilla a la Divina Misericordia. También se incluyó en el programa una adoración eucarística y el rezo del Santo Rosario.

Conferencias en torno al tema de la misericordia de Dios, las cuales fueron impartidas en idioma polaco, con traducción simultánea al inglés, francés e italiano. Se dieron diez conferencias en total. Los temas impartidos por los profesores fueron: “El misterio de la Divina Misericordia en la Sagrada Escritura”, “El misterio de la Divina Misericordia en el Diario de Santa Faustina”, “Las características de la espiritualidad en torno a la Misericordia en las Sagradas Escrituras”, “La idea de la misericordia cristiana en los comentarios de los padres latinos de la Iglesia”, “El siervo de Dios, Pbro. Miguel Sopocko, como apóstol de la Divina Misericordia”, “El mensaje de la misericordia para el mundo contemporáneo en las enseñanzas del Santo Padre Juan Pablo II”, “Misericordia cristiana en las enseñanzas del Santo Padre Juan Pablo II”. Las tres conferencias impartidas por las religiosas fueron: “La escuela de la confianza de Santa Faustina”, “La escuela de la misericordia de Santa Faustina”, y “El movimiento apostólico de la Divina Misericordia: origen y desarrollo”.

Presentación de testimonios “El mensaje de la Misericordia a lo largo del mundo”.

El primer día del Congreso, Monseñor Zajac dio lectura a una carta enviada por Su Santidad, Benedicto XVI, con la cual envió su bendición papal a todos y cada uno de los participantes en el Congreso, reconociendo el valor del apostolado e invitándonos a seguir adelante con el mismo. Esta carta fue respondida y firmada por cada uno de los participantes del Congreso, en el segundo día del mismo, consignando el nombre y país de origen. La carta de respuesta fue enviada de inmediato al Vaticano.

Trayéndonos a casa “el fuego de la misericordia”

En la clausura del congreso, al tercer día, se anunció un acontecimiento muy solemne y emotivo: En diciembre del 2003 el Papa Juan Pablo II encendió en el Vaticano la “el fuego de la misericordia” Lo encendió en las manos de Monseñor Zajac, con Monseñor Dziwisz a su lado. Con las dispensas especiales por parte de aeropuertos y aerolíneas, este fuego fue llevado por Monseñor Zajac desde el Vaticano hasta el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Lagiewniki, donde se mantiene encendido perpetuamente en la Capilla del Convento y en la capilla de adoración perpetua que forma parte del conjunto de la Basílica. Dicha llama está llamada a recordarnos las palabras de Juan Pablo II al consagrar el templo y el mundo a la Divina Misericordia: “Es preciso transmitir este fuego de la misericordia…”.

Para cada una de las seis regiones que participamos en el Congreso, los organizadores seleccionaron un país que le representara, y, dentro de éste, una persona responsable por recibir este fuego y llevarlo hasta su país. Con el recibo de cada una de las seis llamas, se asignó una misión apostólica específica, todas ellas en torno a la Divina Misericordia, las cuales fueron entregadas en un sobre. Fue grande nuestra emoción cuando se anunció que por parte de América Latina, Costa Rica fue el país seleccionado para recibir “el fuego de la misericordia”. La misión apostólica asociada fue:

“Oración y sacrificio con la intención de que todos los cristianos y los no creyentes lleguen a conocer a Dios como el Padre que es rico en Misericordia”

¿Es que acaso podría haberle tocado a América Latina una misión más bella? Si, ¡porque la misión es para todos grupos apostólicos de la Divina Misericordia en la América Latina!

Hemos de tener presente que la llama es un bello y tangible símbolo de una realidad muy hermosa: el fuego de la misericordia que arde en nuestros corazones. La tarea consiste en, con oración y sacrificio, con trabajo misionero, con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, transmitir a muchos otros corazones este fuego de la misericordia, fuego que arde en las entrañas mismas de Nuestro Señor y que le fuera transmitido por Él a Santa Faustina, a Juan Pablo II, y a todas aquellas personas que quieran colaborar con este bellísimo apostolado.

“Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almas pecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercase a Mi. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas humanas”. Diario (051)

Una despedida espontánea

El lunes 10 de octubre fuimos al Santuario poco antes de dirigirnos al aeropuerto. Caminando por la acera nos encontramos de casualidad con Sor Alicia, una religiosa a la cual habíamos conocido el día de nuestro registro. Con unos ojos radiantes nos dijo: “puedo entender que nosotras viviendo acá ardamos por transmitir el mensaje de la Divina Misericordia, pero… en ustedes… me maravillo al pensar que ha sido Dios mismo el que ha encendido el fuego que arde en sus corazones… realmente que Él vive en nuestros corazones, y todos estamos unidos en Su espíritu. ¡Qué maravillosa realidad!” compartimos esta bellísima y espontánea declaración con todos aquellos que, como nosotros, sienten fuego en su corazón cuando leen el Diario de Santa Faustina y oyen a nuestro querido e inolvidable Juan Pablo II hablarnos directamente al corazón: “Sed apóstoles de la Divina Misericordia”.

Deseamos que estas breves líneas, escritas con todo amor e ilusión, les hayan resultado de interés y utilidad. ¡Que nuestro tierno y dulce Señor Jesucristo, Rey de Misericordia, le bendiga abundantemente!

La Novena, día por día

Primer día

Hoy, tráeme a toda la humanidad y especialmente a todos los pecadores, y sumérgelos en el mar de Mi misericordia. De esta forma Me consolarás de la amarga tristeza [en] que Me sume la pérdida de las almas.

Jesús tan misericordioso, cuya naturaleza es la de tener compasión de nosotros y de perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que (58) depositamos en Tu bondad infinita. Acógenos en la morada de Tu muy compasivo Corazón y nunca nos dejes salir de Él. Te lo suplicamos por Tu amor que Te une al Padre y al Espíritu Santo.

Oh omnipotencia de la Divina Misericordia
Salvación del hombre pecador,
Tú [eres] la misericordia y un mar de compasión,
Ayudas a quien Te ruega con humildad
Padre eterno, mira con misericordia a toda la humanidad, y especialmente a los pobres pecadores que están encerrados en el Corazón de Jesús lleno de compasión, y por su dolorosa Pasión muéstranos Tu misericordia para que alabemos su omnipotencia por los siglos de los siglos. Amen.

Segundo día
Hoy, tráeme a las almas de los sacerdotes y las almas de los religiosos, y sumérgelas en Mi misericordia insondable. Fueron ellas las que Me dieron fortaleza para soportar Mi amarga Pasión. A través de ellas, como a través de canales, Mi misericordia fluye hacia la humanidad.

Jesús misericordiosísimo, de quien procede todo bien, aumenta Tu gracia en nosotros para que realicemos dignas obras de misericordia, de manera que todos aquellos que nos vean, glorifiquen al Padre de misericordia que está en el cielo.

La fuente del amor de Dios,
Vive en los corazones limpios,
Purificados en el mar de misericordia,
Resplandecientes como las estrellas,
Claros como la aurora.

Padre eterno, mira con misericordia (59) al grupo elegido de Tu viña, a las almas de los sacerdotes y a las almas de los religiosos; otórgales el poder de Tu bendición. Por el amor del Corazón de Tu Hijo, en el cual están encerradas, concédeles el poder de Tu luz para que puedan guiar a otros en el camino de la salvación, y a una sola voz canten alabanzas a Tu misericordia sin limite por los siglos de los siglos. Amen.

Tercer día

Hoy, tráeme a todas las almas devotas y fieles, y sumérgelas en el mar de Mi misericordia. Estas almas Me consolaron a lo largo del Vía Crucis. Fueron una gota de consuelo en medio de un mar de amargura.

Jesús infinitamente compasivo, que desde el tesoro de Tu misericordia les concedes a todos Tus gracias en gran abundancia, acógenos en la morada de Tu clementísimo Corazón y nunca nos dejes escapar de Él. Te lo suplicamos por el inconcebible amor Tuyo con que Tu Corazón arde por el Padre celestial.

Son impenetrables las maravillas
de la misericordia,
No alcanza sondearlas ni el pecador ni el justo,
Miras a todos con compasión,
Y atraes a todos a tu amor.

Padre eterno, mira con misericordia a las almas fieles como herencia de Tu Hijo y por su dolorosa Pasión, concédeles Tu bendición y rodéalas con Tu protección constante para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos, glorifiquen Tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

Cuarto día

Hoy, tráeme a los paganos* y aquellos que todavía no Me conocen. También pensaba en ellos durante Mi amarga Pasión y su futuro celo consoló Mi Corazón. Sumérgelos en el mar de Mi misericordia.

Jesús compasivísimo, que eres la luz del mundo entero. Acoge en la morada de Tu piadosísimo Corazón a las almas de los paganos que todavía no Te conocen. Que los rayos de Tu gracia las iluminen para que también ellas unidas a nosotros, ensalcen Tu misericordia admirable y no las dejes salir de la morada de Tu compasivísimo Corazón.

(60) La luz de Tu amor
Ilumine las tinieblas de las almas
Haz que estas almas Te conozcan,
Y junto con nosotros glorifiquen
Tu misericordia.

Padre eterno, mira con misericordia a las almas de los paganos y de los que todavía no Te conocen, pero que están encerrados en el muy compasivo Corazón de Jesús. Atráelas hacia la luz del Evangelio. Estas almas desconocen la gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellas ensalcen la generosidad de Tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.
* Nuestro Señor originalmente usó las palabras “los paganos”. Desde el pontificado del Papa Juan XXIII, la Iglesia ha juzgado apropiado el reemplazo de este término por la denominación “los que no creen en Cristo” y “los que no conocen a Dios” (ver el Misal Romano, 1970).


Quinto día

Hoy, atráeme a las almas de los herejes y de los cismáticos**, y sumérgelas en el mar de Mi misericordia. Durante Mi amarga Pasión, desgarraron Mi cuerpo y Mi Corazón, es decir, Mi Iglesia. Según regresan a la Iglesia, Mis llagas cicatrizan [333] y de este modo alivian Mi Pasión.

(61) También para aquellos que rasgaron
la vestidura de Tu unidad
Brota de tu Corazón la fuente de piedad.
La omnipotencia de Tu misericordia, Oh Dios,
Puede sacar del error también a estas almas.

Jesús sumamente misericordioso, que eres la bondad misma, Tú no niegas la luz a quienes Te la piden. Acoge en la morada de Tu muy compasivo Corazón a las almas de los herejes y las almas de los cismáticos y llévalas con Tu luz a la unidad con la Iglesia; no la dejes alejarse de la morada de Tu compasivísimo Corazón, sino haz que también ellas glorifiquen la generosidad de Tu misericordia. Padre eterno, mira con misericordia a las almas de los herejes y de los cismáticos que han malgastado Tus bendiciones y han abusado de Tus gracias por persistir obstinadamente en sus errores. No mires sus errores, sino el amor de Tu Hijo y su amarga Pasión que sufrió por ellos ya que también ellos están acogidos en el sumamente compasivo Corazón de Jesús. Haz que también ellos glorifiquen Tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

** Las palabras originales de Nuestro Señor son aquí “herejes y cismáticos”, ya que Él habló a Sor Faustina según el contexto de su tiempo. Desde el Concilio Vaticano II, las autoridades eclesiásticas han considerado impropio usar esas denominaciones según las explicaciones expuestas en el Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo (No. 3). Es apropiado usar en su lugar el término “los hermanos separados”. Sin embargo con el tiempo la Iglesia ha decidido usar todavía otra denominación: “los hermanos que creen en Cristo” (ver el Misal Romano, 1970).


Sexto dia

Hoy, tráeme a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños, y sumérgelas en Mi misericordia. Éstas son las almas mas semejantes a Mi Corazón. Ellas Me fortalecieron durante Mi amarga agonía. Las veía como ángeles terrestres que velarían al pie de Mis altares. Sobre ellas derramo torrentes enteros de gracias. Solamente el alma humilde es capaz de recibir Mi gracia; concedo Mi confianza a las almas humildes.

(62) Jesús, tan misericordioso, Tu Mismo has dicho: Aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón. Acoge en la morada de Tu compasivísimo Corazón a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños. Estas almas llevan a todo el cielo al éxtasis y son las preferidas del Padre celestial. Son un ramillete perfumado ante el trono de Dios, de cuyo perfume se deleita Dios Mismo. Estas almas tienen una morada permanente en Tu compasivísimo Corazón y cantan sin cesar un himno de amor y misericordia por la eternidad.

De verdad el alma humilde y mansa
Ya aquí en la tierra respira el paraíso,
Y del perfume de su humilde corazón
Se deleita el Creador Mismo.

Padre eterno, mira con misericordia a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños que están encerradas en el muy compasivo Corazón de Jesús. Estas almas son las mas semejantes a Tu Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra y alcanza Tu trono. Padre de misericordia y de toda bondad, Te suplico por el amor que tienes por estas almas y el gozo que Te proporcionan, bendice al mundo entero para que todas las almas canten juntas las alabanzas de Tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

Séptimo día

Hoy, tráeme a las almas que veneran y glorifican Mi misericordia de modo especial y sumérgelas en Mi misericordia. Estas almas son las que mas lamentaron Mi Pasión y penetraron mas profundamente en Mi espíritu. Ellas son un reflejo viviente de Mi Corazón compasivo. Estas almas resplandecerán con un resplandor especial en la vida futura. Ninguna de ellas irá al fuego del infierno. Defenderé de modo especial a cada una en la hora de la muerte.

(63) Jesús misericordiosísimo, cuyo Corazón es el amor mismo, acoge en la morada de Tu compasivisimo Corazón a las almas que veneran y ensalzan de modo particular la grandeza de Tu misericordia. Estas almas son fuertes con el poder de Dios Mismo. En medio de toda clase de aflicciones y adversidades siguen adelante confiadas en Tu misericordia, y unidas a Ti, cargan sobre sus hombros a toda la humanidad. Estas almas no serán juzgadas severamente, sino que Tu misericordia las protegerá en la hora de la muerte.

El alma que ensalza la bondad de su Señor
Es por Él particularmente amada.
Está siempre al lado de la fuente viva
Y saca gracias de la Divina Misericordia.

Padre eterno, mira con misericordia a aquellas almas que glorifican y veneran Tu mayor atributo, es decir, Tu misericordia insondable y que están encerradas en el compasivisimo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están llenas de obras de misericordia y sus corazones, desbordantes de gozo, Te cantan, Oh Altísimo, un cántico de misericordia. Te suplico, Oh Dios, muéstrales Tu misericordia según la esperanza y la confianza que han puesto en Ti. Que se cumpla en ellas la promesa de Jesús quien les dijo: A las almas que veneren esta infinita misericordia Mía, Yo Mismo las defenderé como Mi gloria durante sus vidas y especialmente en la hora de la muerte.

Octavo día

Hoy tráeme a las almas que están en la cárcel del purgatorio y sumérgelas en el abismo de Mi misericordia. Que los torrentes de Mi sangre refresquen el ardor del purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por Mi. Ellas cumplen con el justo castigo que se debe a Mi justicia. Está en tu poder llevarles alivio. Haz uso de todas las indulgencias del tesoro (64) de Mi Iglesia y ofrécelas en su nombre…. Oh, si conocieras los tormentos que ellas sufren ofrecerías continuamente por ellas las limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con Mi justicia.

Jesus misericordiosisimo, Tu Mismo has dicho que deseas la misericordia; heme aquí que llevo a la morada de Tu muy compasivo Corazón a las almas del purgatorio, almas que Te son muy queridas, pero que deben pagar su culpa adeudada a Tu justicia. Que los torrentes de Sangre y Agua que brotaron de Tu Corazón, apaguen el fuego del purgatorio para que también allí sea glorificado el poder de Tu misericordia.

Del tremendo ardor del fuego del purgatorio
Se levanta un lamento a Tu misericordia.
Y reciben consuelo, alivio y refrigerio
En el torrente de Sangre y Agua derramado.

Padre eterno, mira con misericordia a las almas que sufren en el purgatorio y que están encerradas en el muy compasivo Corazón de Jesús. Te suplico por la dolorosa Pasión de Jesús, Tu Hijo, y por toda la amargura con la cual su sacratísima alma fue inundada, muestra Tu misericordia a las almas que están bajo Tu justo escrutinio. No las mires sino a través de las heridas de Jesús, Tu amadísimo Hijo, ya que creemos que Tu bondad y Tu compasión no tienen limites.

Noveno día

Hoy, tráeme a las almas tibias y sumérgelas en el abismo de Mi misericordia. Estas almas son las que mas dolorosamente hieren Mi Corazón. A causa de las almas tibias, Mi alma experimentó la mas intensa repugnancia en el Huerto de los Olivos. A causa de ellas dije: Padre, aleja de Mi este cáliz, si es Tu voluntad. Para ellas, la última (65) tabla de salvación consiste en recurrir a Mi misericordia.

Jesús piadosísimo, que eres la compasión misma, Te traigo a las almas tibias a la morada de Tu piadosísimo Corazón. Que estas almas heladas que se parecen a cadáveres y Te llenan de gran repugnancia se calienten con el fuego de Tu amor puro. Oh Jesús tan compasivo, ejercita la omnipotencia de Tu misericordia y atráelas al mismo ardor de Tu amor y concédeles el amor santo, porque Tú lo puedes todo.

El fuego y el hielo no pueden estar juntos,
Ya que se apaga el fuego o se derrite el hielo.
Pero Tu misericordia, oh Dios,
Puede socorrer las miserias aún mayores.

Padre eterno, mira con misericordia a las almas tibias que, sin embargo, están acogidas en el piadosísimo Corazón de Jesús. Padre de la misericordia, Te suplico por la amarga Pasión de Tu Hijo y por su agonía de tres horas en la cruz, permite que también ellas glorifiquen el abismo de Tu misericordia….

Novena a la Divina Misericordia

Fuente: Diario de Santa Faustina “La Divina Misericordia en mi alma”
Comienza el Viernes Santo

La Novena a la Divina Misericordia, que Jesús me ordenó escribir y hacer antes de la Fiesta de la Misericordia. Empieza el Viernes Santo.

Palabras de Jesús: “Deseo que durante esos nueve días lleves a las almas a la Fuente de Mi Misericordia para que saquen fuerzas, alivio y toda gracia que necesiten para afrontar las dificultades de la vida y especialmente en la hora de la muerte.

Cada día traerás a Mi Corazón a un grupo diferente de almas y las sumergirás en este mar de Mi Misericordia. Y a todas estas almas Yo las introduciré en la casa de Mi Padre. Lo harás en esta vida y en la vida futura. Y no rehusaré nada a ningún alma que traerás a la Fuente de Mi Misericordia. Cada día pedirás a Mi Padre las gracias para estas almas por Mi amarga Pasión.

Contesté: Jesús, no sé como hacer esta novena y qué almas introducir primero en Tu misericordioso Corazón. Y Jesús me contestó que me diría, día por día, qué almas debía introducir en su Corazón. (Diario 1209)

Junto con la Coronilla cada día se rezarán las oraciones del librito “La Divina Misericordia” MENSAJE Y DEVOCIÓN.

Canonización de Santa Faustina


Homilía del Santo Padre Juan Pablo II
en la Misa de Canonización de Sor María Faustina Kowalska
Domingo 30 de abril del 2000

1. "Confitemini Domino quoniam bonus, quoniam in saeculum misericordia eius", "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal 118, 1). Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (...) Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos" (Jn 20, 21-23).

Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado, es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De ese corazón sor Faustina Kowalska, la beata que a partir de ahora llamaremos santa, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: "Estos dos haces -le explicó un día Jesús mismo- representan la sangre y el agua" (Diario, Librería Editrice Vaticana, p. 132).

2. ¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al testimonio del evangelista san Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, vio salir "sangre y agua" (Jn 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarístico, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda el bautismo, sino también el don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14; 7, 37-39).

La misericordia divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo crucificado: "Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona", pedirá Jesús a sor Faustina (Diario, p. 374). Cristo derrama esta misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu que, en la Trinidad, es la Persona-Amor. Y ¿acaso no es la misericordia un "segundo nombre" del amor (cf. Dives in misericordia, 7), entendido en su aspecto más profundo y tierno, en su actitud de aliviar cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de perdón?

Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro tiempo, la vida y el testimonio de sor Faustina Kowalska. La divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la segunda guerra mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia.

Jesús dijo a sor Faustina: "La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina" (Diario, p. 132). A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, último del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

3. ¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.

Pero, como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite: "Paz a vosotros". Es preciso que la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna.

4. Así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de "domingo de la Misericordia divina". A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna. Cristo nos enseñó que "el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a "usar misericordia" con los demás: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7)" (Dives in misericordia, 14). Y nos señaló, además, los múltiples caminos de la misericordia, que no sólo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres. Jesús se inclinó sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales.

Su mensaje de misericordia sigue llegándonos a través del gesto de sus manos tendidas hacia el hombre que sufre. Así lo vio y lo anunció a los hombres de todos los continentes sor Faustina, que, escondida en su convento de Lagiewniki, en Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia: "Misericordias Domini in aeternum cantabo".

5. La canonización de sor Faustina tiene una elocuencia particular: con este acto quiero transmitir hoy este mensaje al nuevo milenio. Lo transmito a todos los hombres para que aprendan a conocer cada vez mejor el verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de los hermanos.
El amor a Dios y el amor a los hermanos son efectivamente inseparables, como nos lo ha recordado la primera carta del apóstol san Juan: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos" (1 Jn 5, 2). El Apóstol nos recuerda aquí la verdad del amor, indicándonos que su medida y su criterio radican en la observancia de los mandamientos.

En efecto, no es fácil amar con un amor profundo, constituido por una entrega auténtica de sí. Este amor se aprende sólo en la escuela de Dios, al calor de su caridad. Fijando nuestra mirada en él, sintonizándonos con su corazón de Padre, llegamos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos, con una actitud de gratuidad y comunión, de generosidad y perdón. ¡Todo esto es misericordia!

En la medida en que la humanidad aprenda el secreto de esta mirada misericordiosa, será posible realizar el cuadro ideal propuesto por la primera lectura: "En el grupo de los creyentes, todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía" (Hch 4, 32). Aquí la misericordia del corazón se convirtió también en estilo de relaciones, en proyecto de comunidad y en comunión de bienes. Aquí florecieron las "obras de misericordia", espirituales y corporales. Aquí la misericordia se transformó en hacerse concretamente "prójimo" de los hermanos más indigentes.

6. Sor Faustina Kowalska dejó escrito en su Diario: "Experimento un dolor tremendo cuando observo los sufrimientos del prójimo. Todos los dolores del prójimo repercuten en mi corazón; llevo en mi corazón sus angustias, de modo que me destruyen también físicamente. Desearía que todos los dolores recayeran sobre mí, para aliviar al prójimo" (p. 365). ¡Hasta ese punto de comunión lleva el amor cuando se mide según el amor a Dios!

En este amor debe inspirarse la humanidad hoy para afrontar la crisis de sentido, los desafíos de las necesidades más diversas y, sobre todo, la exigencia de salvaguardar la dignidad de toda persona humana. Así, el mensaje de la misericordia divina es, implícitamente, también un mensaje sobre el valor de todo hombre. Toda persona es valiosa a los ojos de Dios, Cristo dio su vida por cada uno, y a todos el Padre concede su Espíritu y ofrece el acceso a su intimidad.

7. Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una prueba particularmente dura o abrumados por el peso de los pecados cometidos, han perdido la confianza en la vida y han sentido la tentación de caer en la desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en ti confío", que la Providencia sugirió a través de sor Faustina! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno.

8. "Misericordias Domini in aeternum cantabo" (Sal 89, 2). A la voz de María santísima, la "Madre de la misericordia", a la voz de esta nueva santa, que en la Jerusalén celestial canta la misericordia junto con todos los amigos de Dios, unamos también nosotros, Iglesia peregrina, nuestra voz.

Y tú, Faustina, don de Dios a nuestro tiempo, don de la tierra de Polonia a toda la Iglesia, concédenos percibir la profundidad de la misericordia divina, ayúdanos a experimentarla en nuestra vida y a testimoniarla a nuestros hermanos. Que tu mensaje de luz y esperanza se difunda por todo el mundo, mueva a los pecadores a la conversión, elimine las rivalidades y los odios, y abra a los hombres y las naciones a la práctica de la fraternidad. Hoy, nosotros, fijando, juntamente contigo, nuestra mirada en el rostro de Cristo resucitado, hacemos nuestra tu oración de abandono confiado y decimos con firme esperanza: "Cristo, Jesús, en ti confío".

La Fiesta de la Misericordia

Fuentes: El Libro del Pueblo de Dios “LA BIBLIA”
DIARIO de Santa Faustina “La Divina Misericordia en mi alma”
Homilía de Canonización de Santa Faustina (Juan Pablo II)


“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (...) Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos" (Jn 20,21-23)
“Cristo resucitado en el Cenáculo da el gran anuncio de la Misericordia Divina y confía su ministerio a los Apóstoles.” (Juan Pablo II)

Fiesta de la Misericordia. De entre todas las formas de la devoción a la Divina Misericordia reveladas por Sor Faustina, ésta es la que tiene mayor importancia.

La Fiesta no es solamente un día de adoración a Dios en el misterio de su Misericordia, sino también un tiempo en el que Dios colma de gracias a la humanidad. “Deseo – dijo el Señor Jesús- que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores” (Diario 699). Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi Misericordia. Si no adoran Mi misericordia morirán para siempre. (Diario 965).

Las promesas extraordinarias que el Señor Jesús vinculó a la Fiesta demuestran la grandeza de la misma. “Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. (Indulgencia Plenaria) En ese día están abiertas todas las compuertas Divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. (Diario 699)

Para poder recibir estos grandes dones hay que cumplir las condiciones de la devoción a la Divina Misericordia (confiar en la bondad de Dios y amar activamente al prójimo), estar en el estado de gracia santificante (después de confesarse) y recibir dignamente la Santa Comunión. "Ese día los sacerdotes deben hablar a las almas sobre Mi misericordia infinita” (Diario, 570)
La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi Misericordia” (Diario 699)

El Domingo de la Misericordia:Indulgencia plenaria

Desde cuándo existe esta solemnidad?

La Fiesta de la Divina Misericordia había sido, hasta el año 2000, una devoción privada. Pero a partir de ese año El Papa Juan Pablo II dio la sorpresa al mundo de hacer el anuncio el día que canonizó a Sor Faustina Kowalska, (30 de abril de 2000)
“En todo el mundo el Segundo Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia.”(J.Pablo II)

Cristo nos enseñó que "el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a "usar misericordia" con los demás: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7)" (Dives in misericordia, 14). Su mensaje de misericordia sigue llegándonos a través del gesto de sus manos tendidas hacia el hombre que sufre. (J.Pablo II)

Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una prueba particularmente dura o abrumados por el peso de los pecados cometidos, han perdido la confianza en la vida y han sentido la tentación de caer en la desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo…
¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en ti confío".(Juan Pablo II)

Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la Indulgencia Plenaria.
Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").
“María, Madre de Cristo, nuestra paz, que en el Calvario recogió su testamento de amor, nos ayude a ser testigos y apóstoles de su misericordia infinita.”

Decreto de Indulgencia

Se enriquecen con indulgencias actos de culto realizadosen honor de la Misericordia divina.
"Tu misericordia, oh Dios, no tiene límites, y es infinito el tesoro de tu bondad..." (Oración después del himno "Te Deum") y "Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia..." (Oración colecta del domingo XXVI del tiempo ordinario), canta humilde y fielmente la santa Madre Iglesia. En efecto, la inmensa condescendencia de Dios, tanto hacia el género humano en su conjunto como hacia cada una de las personas, resplandece de modo especial cuando el mismo Dios todopoderoso perdona los pecados y los defectos morales, y readmite paternalmente a los culpables a su amistad, que merecidamente habían perdido.


Así, los fieles son impulsados a conmemorar con íntimo afecto del alma los misterios del perdón divino y a celebrarlos con fervor, y comprenden claramente la suma conveniencia, más aún, el deber que el pueblo de Dios tiene de alabar, con formas particulares de oración, la Misericordia divina, obteniendo al mismo tiempo, después de realizar con espíritu de gratitud las obras exigidas y de cumplir las debidas condiciones, los beneficios espirituales derivados del tesoro de la Iglesia. "El misterio pascual es el culmen de esta revelación y actuación de la misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio para el hombre y, mediante el hombre, en el mundo" (Dives in misericordia, 7).

La Misericordia divina realmente sabe perdonar incluso los pecados más graves, pero al hacerlo impulsa a los fieles a sentir un dolor sobrenatural, no meramente psicológico, de sus propios pecados, de forma que, siempre con la ayuda de la gracia divina, hagan un firme propósito de no volver a pecar. Esas disposiciones del alma consiguen efectivamente el perdón de los pecados mortales cuando el fiel recibe con fruto el sacramento de la penitencia o se arrepiente de los mismos mediante un acto de caridad perfecta y de dolor perfecto, con el propósito de acudir cuanto antes al mismo sacramento de la penitencia. En efecto, nuestro Señor Jesucristo, en la parábola del hijo pródigo, nos enseña que el pecador debe confesar su miseria ante Dios, diciendo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo" (Lc 15, 18-19), percibiendo que ello es obra de Dios: "Estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15, 32).

Por eso, con próvida solicitud pastoral, el Sumo Pontífice Juan Pablo II, para imprimir en el alma de los fieles estos preceptos y enseñanzas de la fe cristiana, impulsado por la dulce consideración del Padre de las misericordias, ha querido que el segundo domingo de Pascua se dedique a recordar con especial devoción estos dones de la gracia, atribuyendo a ese domingo la denominación de "Domingo de la Misericordia divina" (cf. Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, decreto Misericors et miserator, 5 de mayo de 2000).

El evangelio del segundo domingo de Pascua narra las maravillas realizadas por nuestro Señor Jesucristo el día mismo de la Resurrección en la primera aparición pública: "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"" (Jn 20, 19-23).

Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria, como se indicará más abajo, para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo, y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y, una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos.

De esta forma, los fieles vivirán con más perfección el espíritu del Evangelio, acogiendo en sí la renovación ilustrada e introducida por el concilio ecuménico Vaticano II: "Los cristianos, recordando la palabra del Señor "En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros" (Jn 13, 35), nada pueden desear más ardientemente que servir cada vez más generosa y eficazmente a los hombres del mundo actual. (...) Quiere el Padre que en todos los hombres reconozcamos y amemos eficazmente a Cristo, nuestro hermano, tanto de palabra como de obra" (Gaudium et spes, 93).

Por eso, el Sumo Pontífice, animado por un ardiente deseo de fomentar al máximo en el pueblo cristiano estos sentimientos de piedad hacia la Misericordia divina, por los abundantísimos frutos espirituales que de ello pueden esperarse, en la audiencia concedida el día 13 de junio de 2002 a los infrascritos responsables de la Penitenciaría apostólica, se ha dignado otorgar indulgencias en los términos siguientes:

Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti"). Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas.

Además, los navegantes, que cumplen su deber en la inmensa extensión del mar; los innumerables hermanos a quienes los desastres de la guerra, las vicisitudes políticas, la inclemencia de los lugares y otras causas parecidas han alejado de su patria; los enfermos y quienes les asisten, y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria en el domingo de la Misericordia divina si con total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, rezan, frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").
Si ni siquiera eso se pudiera hacer, en ese mismo día podrán obtener la indulgencia plenaria los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria.

Los sacerdotes que desempeñan el ministerio pastoral, sobre todo los párrocos, informen oportunamente a sus fieles acerca de esta saludable disposición de la Iglesia, préstense con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones, y en el domingo de la Misericordia divina, después de la celebración de la santa misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia divina, dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas; por último, dado que son "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7), al impartir la catequesis impulsen a los fieles a hacer con la mayor frecuencia posible obras de caridad o de misericordia, siguiendo el ejemplo y el mandato de Jesucristo, como se indica en la segunda concesión general del "Enchiridion Indulgentiarum".

Este decreto tiene vigor perpetuo. No obstante cualquier disposición contraria.
Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 29 de junio de 2002, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.

Luigi DE MAGISTRIS, Pro-penitenciario mayor
Gianfranco GIROTTI, o.f.m. conv.,Regente

La Coronilla a la Divina Misericordia


El Señor Jesús dictó esta oración a Sor Faustina entre el 13 y el 14 de septiembre de 1935 en Vilna, como una oración para aplacar la ira Divina.(ver Diario 474-476) .

Las personas que rezan esta coronilla ofrecen a Dios Padre “el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo” como propiciación por sus pecados, los de sus familiares y los del mundo entero. Al unirse al sacrificio de Jesús, apelan a este amor con el que Dios Padre ama a su Hijo y El a todas las personas.
Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes.” (Lc.15. 9)

En esta oración piden también “misericordia para nosotros y el mundo entero” haciendo, de este modo, un acto de misericordia.
Agregando a ello una actitud de confianza y cumpliendo las condiciones que deben caracterizar cada oración buena (la humildad, la perseverancia, la sumisión a la voluntad de Dios), los fieles pueden esperar el cumplimiento de las promesas de Cristo que se refieren especialmente a la hora de la muerte: la gracia de la conversión y una muerte serena.

Palabras de Jesús: “A quienes recen esta coronilla, me complazco en darles todo lo que me pidan.” (Diario, 1541)

Así todo lo que pidan al Padre en Mi nombre, El se los concederá.”
(Lc. 15.16)

A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en la vida y especialmente a la hora de la muerte(Diario, 754).
Oh que gracias más grandes concederé a las almas que recen esta coronilla; las entrañas de Mi misericordia se enternecen por quienes rezan esta coronilla. Anota estas palabras, Hija Mía, habla al mundo entero de Mi Misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía. (Diario 848)Escribe: cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador Misericordioso.” (Diario 1541)





La Hora de la Misericordia

“Jesús, con un grito, exclamó: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto expiró.” (Lc.23.46)

El día 10 de Octubre de 1937, en circunstancias poco aclaradas por Sor Faustina, el Señor Jesús encomendó adorar la hora de su muerte:
“Te recuerdo, hija Mía, que cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada (145) alma.” (D 1572)

El Señor Jesús definió bastante claramente los propios modos de orar de esta forma de culto a la Divina Misericordia. “Hija mía, en esa hora – dijo a Sor faustina – procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia. Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés. Aunque sea por un brevísimo instante. Exijo el culto a Mi misericordia de cada criatura, pero primero de ti, ya que a ti te he dado a conocer este misterio de modo más profundo" (Diario 1572)

El Padre Rózycki habla de tres condiciones para que sean escuchadas las oraciones a esa hora:
1. La oración ha de ser dirigida a Jesús.
2. Ha de ser rezada a las tres de la tarde.
3. Ha de apelar a los valores y méritos de la Pasión del Señor.

“En esa hora – prometió Jesús – puedes obtener todo lo que pidas para ti o para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia” (Diario 1572)

Fuentes: Diario de Santa Faustina “La Divina Misericordia en mi alma” – “La Biblia”