Tras el fuego de la Misericordia

Vivencias del II Congreso Internacional de Apóstoles de la Divina Misericordia
por Rodolfo González Suárez
Costa Rica, 15-10-2005


Del 7 al 9 de octubre del 2005 se llevó a cabo en el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Lagiewniki, Polonia, el II Congreso Internacional de Apóstoles de la Divina Misericordia.

La fecha

El año 2005 resulta ser el 100 aniversario del natalicio de Santa Faustina “Secretaria y Apóstol de la Divina Misericordia”, cuya memoria nuestra Iglesia celebra el día 5 de octubre, razón por la cual se consideró idónea la fecha seleccionada para la realización del congreso. Cabe señalar que el primer congreso internacional fue desarrollado en el año 1996.

Organizadores

El congreso fue organizado por el Rector del Santuario, Monseñor Jan Zajac, y por la Asociación FAUSTINUM de Apóstoles de la Divina Misericordia, bajo el auspicio del Arzobispo Metropolitano de Cracovia, Cardenal Franciszek Macharski, y de la Superiora General de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia. Esta es la congregación a la cual perteneció Santa Faustina.


El lugar y lo que acontece en él

El Santuario se ubica en Lagiewniki, suburbio localizado al sur de la ciudad de Cracovia, la cual es la “capital espiritual” de Polonia y la ciudad de la cual Karol Wojtyla fuera su arzobispo por 20 años.
En 1985 el Papa Juan Pablo II llamó a este Santuario la “capital” del culto a la Divina Misericordia y en 1997 durante su visita al mismo, especificó la razón para ello: “ya que fue aquí donde se originó el mensaje de la Divina Misericordia que Cristo personalmente quiso entregar a nuestra generación por medio de Sor Faustina”.





La Capilla del Convento

Pequeña iglesia en la cual se encuentran las reliquias de Santa Faustina y la imagen de la Divina Misericordia. La capilla está dedicada a San José, ya que las hermanas siempre afirmaron que el Convento había sido una realidad gracias a sus oraciones a San José. En el lado opuesto a la imagen de la Divina Misericordia se encuentra un hermoso cuadro de San José con el Niñito Jesús en brazos. El altar central lo ocupa una imagen de la Virgen María, en su advocación de “Madre de Dios de la Misericordia”

La Basílica

Amplio y sobrio templo, con capacidad para 5,000 fieles, cuya consagración fue realizada por Juan Pablo II en agosto del 2002, en el que sería el último viaje a su querida tierra natal. La consigna del viaje fue “Dios, rico en Misericordia”. Al consagrar el templo el Santo Padre afirmó: “…lo hago con el ardiente deseo de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de Santa Faustina, sea divulgado a todas las personas en el mundo y llene sus corazones de esperanza”. El Santo Padre aprovechó la ocasión para consagrar el mundo entero a la Divina Misericordia, afirmando: “Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad”. Los planos de la Basílica habían sido presentados al Papa, quien los aprobó con su propia firma.


La construcción de la Basílica fue iniciada el día 8 de setiembre de 1999, día de la “Natividad de la Santísima Virgen María”, y si bien la mayor parte de las obras fueron concluidas en dos años, aún hoy continúan los trabajos de construcción en distintos elementos que conforman todo el conjunto de la Basílica, la cual tiene dos niveles, cinco capillas localizadas en el nivel inferior, un capilla dedicada a la adoración perpetua al Santísimo Sacramento, un auditorio que lleva el nombre de Juan Pablo II, un altar para misas al aire libre, y una torre. La sencillez de la Basílica resulta sublime. Al entrar en el nivel superior, la mirada del fiel se dirige directamente hacia el altar y su fondo, donde destacan: el cuadro de la Divina Misericordia, o de Jesús Misericordioso como se le llama allá, el cual es una copia del que se encuentra en la Capilla del Convento; el tabernáculo, que es un precioso globo de oro que representa al mundo; una escultura de metal que representa un arbusto que rodea el tabernáculo y cuyas ramas, ascendiendo hacia el cuadro, luchan por mantenerse erguidas ante la fuerza del viento que las inclina, lo que es una metáfora del hombre luchando con su propia debilidad y pecado, hombre que sólo puede encontrar la paz en Jesucristo Misericordioso.

En la entrada de la Basílica destaca su “piedra angular”, una pequeña roca traída del monte Calvario y bendecida por el Papa en junio de 1997. Durante la homilía de consagración en el 2002 el Santo Padre dijo: “La cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre… La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre. La piedra angular de este santuario, tomada del monte Calvario, en cierto modo de la base de la cruz en la que Jesucristo venció el pecado y la muerte, recordará siempre esta verdad”.
Al salir de la Basílica los fieles tienen la costumbre de poner su mano sobre la piedra angular, la cual tiene dos citas, una a cada lado. La primera de ellas es una cita tomada del Diario de Santa Faustina que dice: “Dios es Amor y Misericordia”. La segunda es una cita del Papa Juan Pablo II: “Sed apóstoles de la Divina Misericordia”. ¡Que la gracia de Dios nos grabe ambas citas en lo más profundo de nuestros corazones y nos haga valerosos y útiles apóstoles de Su Misericordia.
El congreso
La asistencia

El congreso contó con 160 participantes provenientes de 34 países de todo el mundo, representantes de seis regiones: América del Norte, América Latina, Europa, África, Asia y Oceanía.
Por parte de América Latina participaron República Dominicana, representada por un sacerdote, así como Argentina y Costa Rica, que son los países que han mantenido mayor contacto con la Asociación Faustinum.
De los 160 participantes, poco más de 20 fueron sacerdotes provenientes del mundo entero, algunos de los cuales llegaron con sus grupos de laicos.

El programa

El programa del congreso contempló tres tipos de actividades:

Oración en común en la Basílica, lo cual incluyó la Santa Misa con la que se inició el programa de cada uno de los tres días; la hora de la misericordia, a las tres en punto de la tarde de cada uno de los tres días del congreso, la cual iniciaba con unos breves minutos dedicados a la lectura de extractos del diario y reflexiones, para pasar posteriormente al rezo de la Coronilla a la Divina Misericordia. También se incluyó en el programa una adoración eucarística y el rezo del Santo Rosario.

Conferencias en torno al tema de la misericordia de Dios, las cuales fueron impartidas en idioma polaco, con traducción simultánea al inglés, francés e italiano. Se dieron diez conferencias en total. Los temas impartidos por los profesores fueron: “El misterio de la Divina Misericordia en la Sagrada Escritura”, “El misterio de la Divina Misericordia en el Diario de Santa Faustina”, “Las características de la espiritualidad en torno a la Misericordia en las Sagradas Escrituras”, “La idea de la misericordia cristiana en los comentarios de los padres latinos de la Iglesia”, “El siervo de Dios, Pbro. Miguel Sopocko, como apóstol de la Divina Misericordia”, “El mensaje de la misericordia para el mundo contemporáneo en las enseñanzas del Santo Padre Juan Pablo II”, “Misericordia cristiana en las enseñanzas del Santo Padre Juan Pablo II”. Las tres conferencias impartidas por las religiosas fueron: “La escuela de la confianza de Santa Faustina”, “La escuela de la misericordia de Santa Faustina”, y “El movimiento apostólico de la Divina Misericordia: origen y desarrollo”.

Presentación de testimonios “El mensaje de la Misericordia a lo largo del mundo”.

El primer día del Congreso, Monseñor Zajac dio lectura a una carta enviada por Su Santidad, Benedicto XVI, con la cual envió su bendición papal a todos y cada uno de los participantes en el Congreso, reconociendo el valor del apostolado e invitándonos a seguir adelante con el mismo. Esta carta fue respondida y firmada por cada uno de los participantes del Congreso, en el segundo día del mismo, consignando el nombre y país de origen. La carta de respuesta fue enviada de inmediato al Vaticano.

Trayéndonos a casa “el fuego de la misericordia”

En la clausura del congreso, al tercer día, se anunció un acontecimiento muy solemne y emotivo: En diciembre del 2003 el Papa Juan Pablo II encendió en el Vaticano la “el fuego de la misericordia” Lo encendió en las manos de Monseñor Zajac, con Monseñor Dziwisz a su lado. Con las dispensas especiales por parte de aeropuertos y aerolíneas, este fuego fue llevado por Monseñor Zajac desde el Vaticano hasta el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-Lagiewniki, donde se mantiene encendido perpetuamente en la Capilla del Convento y en la capilla de adoración perpetua que forma parte del conjunto de la Basílica. Dicha llama está llamada a recordarnos las palabras de Juan Pablo II al consagrar el templo y el mundo a la Divina Misericordia: “Es preciso transmitir este fuego de la misericordia…”.

Para cada una de las seis regiones que participamos en el Congreso, los organizadores seleccionaron un país que le representara, y, dentro de éste, una persona responsable por recibir este fuego y llevarlo hasta su país. Con el recibo de cada una de las seis llamas, se asignó una misión apostólica específica, todas ellas en torno a la Divina Misericordia, las cuales fueron entregadas en un sobre. Fue grande nuestra emoción cuando se anunció que por parte de América Latina, Costa Rica fue el país seleccionado para recibir “el fuego de la misericordia”. La misión apostólica asociada fue:

“Oración y sacrificio con la intención de que todos los cristianos y los no creyentes lleguen a conocer a Dios como el Padre que es rico en Misericordia”

¿Es que acaso podría haberle tocado a América Latina una misión más bella? Si, ¡porque la misión es para todos grupos apostólicos de la Divina Misericordia en la América Latina!

Hemos de tener presente que la llama es un bello y tangible símbolo de una realidad muy hermosa: el fuego de la misericordia que arde en nuestros corazones. La tarea consiste en, con oración y sacrificio, con trabajo misionero, con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, transmitir a muchos otros corazones este fuego de la misericordia, fuego que arde en las entrañas mismas de Nuestro Señor y que le fuera transmitido por Él a Santa Faustina, a Juan Pablo II, y a todas aquellas personas que quieran colaborar con este bellísimo apostolado.

“Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia que tengo a las almas pecadoras. Que el pecador no tenga miedo de acercase a Mi. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas humanas”. Diario (051)

Una despedida espontánea

El lunes 10 de octubre fuimos al Santuario poco antes de dirigirnos al aeropuerto. Caminando por la acera nos encontramos de casualidad con Sor Alicia, una religiosa a la cual habíamos conocido el día de nuestro registro. Con unos ojos radiantes nos dijo: “puedo entender que nosotras viviendo acá ardamos por transmitir el mensaje de la Divina Misericordia, pero… en ustedes… me maravillo al pensar que ha sido Dios mismo el que ha encendido el fuego que arde en sus corazones… realmente que Él vive en nuestros corazones, y todos estamos unidos en Su espíritu. ¡Qué maravillosa realidad!” compartimos esta bellísima y espontánea declaración con todos aquellos que, como nosotros, sienten fuego en su corazón cuando leen el Diario de Santa Faustina y oyen a nuestro querido e inolvidable Juan Pablo II hablarnos directamente al corazón: “Sed apóstoles de la Divina Misericordia”.

Deseamos que estas breves líneas, escritas con todo amor e ilusión, les hayan resultado de interés y utilidad. ¡Que nuestro tierno y dulce Señor Jesucristo, Rey de Misericordia, le bendiga abundantemente!

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