Diario de Santa Faustina 309-347

Dios y las almas. – Acto de ofrecimiento.

309      Ante el cielo y la tierra, ante todos los coros de los angeles, ante la Santísima Virgen Maria, ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino, que hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente como victima por la conversión de los pecadores y especialmente por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.  Este ofrecimiento consiste en que tomo [con] la total sumisión a la voluntad de dios, todos los sufrimientos, y los temores, y los miedos que llenan a los pecadores y en cambio les cedo todas las consolaciones que tengo en el alma, que provienen de mi comunión con Dios.  En una palabra, les ofrezco todo:  las Santas Misas, las Santas Comuniones, las penitencias, las mortificaciones, las plegarias.  No temo los golpes, los golpes de la Justicia de Dios, porque estoy unida a Jesús.  Oh Dios mío, con esto deseo compensarte por las almas que no confían en Tu bondad.  Contra toda [la esperanza] confío en el mar de Tu misericordia.  Oh Señor y Dios mío, mi destino… mi destino para la eternidad, no pronuncio este acto de ofrecimiento basándome en mis propias fuerzas, sino en el poder que deriva de los meritos de Jesucristo.  Este acto de ofrecimiento lo repetiré todos los días con la siguiente plegaria que Tu Mismo me enseñaste, oh Jesús:  Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío..


Sor M. Faustina del Santísimo Sacramento

Jueves Santo, durante la Santa Misa,

29 d., 3 m., 1934 año {29 de marzo de 1934].

310            (134) Te doy una pequeña parte en la Redención del genero humano.  Tú eres el alivio en el momento de Mi Agonía.

311            Al haber recibido el permiso de mi confesor [133] para hacer este acto de ofrecimiento, en poco tiempo conocí que este acto fue agradable a Dios, ya que empecé a sentir sus consecuencias.  En un momento mi alma se hizo como una roca:  árida, llena de tormentos y de inquietud.  Varias blasfemias e imprecaciones retumbaban en mis oídos.  La desconfianza y la desesperación se albergaron en mi corazón.  He aquí la condición de los miserables que yo había tomado sobre mí.  En un primer momento me asusté mucho de estos horrores, pero con la primera confesión fui tranquilizada.

312            + Una vez, cuando fui a confesarme fuera del convento, sucedió que mi confesor [134] estaba celebrando la Santa Misa.  Un momento después vi. sobre el altar al Niño Jesús que cariñosamente y con alegría extendía sus manitas hacia el, pero aquel sacerdote, un momento después, tomo este bello Niño en las manos y lo partió y lo comió vivo.  En un primer momento sentí aversión a ese sacerdote por comportarse así con Jesús, pero en seguida fui iluminada al respecto y conocí que el sacerdote era muy agradable a Dios.

313            + Una vez, cuando estaba en [el taller] de aquel pintor [135] que pintaba esa imagen, vi. que no era tan bella como es Jesús.  Me afligí mucho por eso, sin embargo lo oculté profundamente en mi corazón.  Cuando salimos del taller del pintor, la Madre Superiora [136] se quedó en la ciudad para solucionar diferentes asuntos, yo volví sola a casa.  En seguida fui a la capilla y lloré muchísimo.  ¿Quién te pintará tan bello como Tú eres?  Como respuesta oí estas palabras:  No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia. 

314            + En cierta ocasión, cuando por la tarde fui a la huerta, el Ángel Custodio me dijo:  Ruega por los agonizantes.  Comencé en seguida el rosario por los agonizantes junto con las jovencitas que ayudaban en la huerta.  Terminando el rosario rezamos varias invocaciones por los agonizantes.  Terminadas las plegarias, las alumnas se pusieron a hablar alegremente.  (135)  A pesar del ruido que hacían oí en el alma estas palabras:  Ruega por mí.  Como no lograba entender bien estas palabras, me alejé unos pasos de las alumnas, pensando en ¿quién podría ser aquel que me hacia rezar?  De repente oí estas palabras:  Soy Sor [137]….  Esa hermana estaba en Varsovia, mientras yo estaba entonces en Vilna.  Ruega por mí hasta que te diga cesar.  Estoy agonizando.  En seguida empecé a orar con fervor por ella al Corazón agonizante de Jesús y, sin descansar, rogué así desde las tres hasta las cinco de la tarde.  A las cinco oí esta palabra:  Gracias.  Entendí que ya había muerto.  No obstante, al día siguiente, durante la Santa Misa rogué con fervor por su alma.  Por la tarde llegó una tarjeta que decía que la hermana …. había fallecido a tal hora.  Me di cuenta de que era la misma hora en la que me dijo ruega por mi.

315            Oh Madre de Dios, Tu alma estuvo sumergida en el mar de amargura, mira a Tu niña y enséñale a sufrir y a amar en el sufrimiento.  Fortalece mi alma, para que el dolor no la quebrante.  Madre de la gracia, enséñame a vivir en Dios.

316            Una vez me visitó la Virgen Santísima.  Estaba triste con los ojos clavados en el suelo; me dio a entender que tenía algo que decirme, pero por otra parte me daba a conocer como si no quisiera decírmelo.  Al darme cuenta de ello, empecé a pedir a la Virgen que me lo dijera y que volviera la mirada hacia mí.  En un momento Maria me miró sonriendo cordialmente y dijo:  Vas a padecer ciertos sufrimientos a causa de una enfermedad y de los médicos, además padecerás muchos sufrimientos por esta imagen, pero no tengas miedo de nada.  Al día siguiente me puse enferma y sufrí mucho, tal y como me lo había dicho la Virgen, pero mi alma está preparada para los sufrimientos.  El sufrimiento es el compañero permanente de mi vida.

317            Oh Dios mío, mi única esperanza, en Ti he puesto toda mi confianza y sé que no me desilusionaré.

318            (136)  A veces, después de la Santa Comunión, siento la presencia de Dios de modo particular, sensible.  Siento que Dios está en mi corazón.  Y el hecho de sentir a Dios en el alma, no me impide en absoluto cumplir mis tareas; aún cuando realizo los más importantes asuntos que requieren atención, no pierdo la presencia de Dios en el alma y quedo estrechamente unida a Él.  Con Él voy al trabajo, con Él voy al recreo, con Él sufro, con Él gozo, vivo en Él y Él en mi.  No estoy nunca sola, ya que Él es mi compañero permanente.  Siento su presencia en cada momento.  Nuestra familiaridad es estrecha a causa de la unión de la sangre y de la vida.

319            9 VIII 1934.  La adoración nocturna del jueves [138].  Hice la adoración desde las once hasta las doce.  Hice esta adoración por la conversión de los pecadores empedernidos y especialmente por los que perdieron la esperanza en la Divina Misericordia.  Meditaba sobre lo mucho que Dios sufrió y lo grande que es el amor que nos mostró, y nosotros no creemos que Dios nos ama tanto.  Oh Jesús, ¿Quién lo comprenderá?  ¡Qué dolor para nuestro Salvador!  Y ¿Cómo puede convencernos de su amor si [su] muerte no llega a convencernos?  Invité a todo el cielo a que se uniera a mi para compensar al Señor la ingratitud de ciertas almas.

320            Jesus me enseñó cuánto le agrada la plegaria reparadora; me dijo:  La plegaria de un alma humilde y amante aplaca la ira de Mi Padre y atrae un mar de bendiciones.  Después de la adoración, a medio camino hacia mi celda, fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes, que saltaban y aullaban con una intencion de desgarrarme en pedazos.  Me di cuenta de que no eran perros sino demonios.  Uno de ellos dijo con rabia:  Como esta noche nos has llevado muchas almas, nosotros te desgarraremos en pedazos.  Contesté:  Si tal es la voluntad de Dios misericordiosísimo, desgárrenme en pedazos, porque me lo he merecido justamente, siendo la mas miserable entre los pecadores y Dios es siempre santo, justo e infinitamente misericordioso.  A estas palabras, los demonios todos juntos contestaron:  Huyamos porque no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella.  Y desaparecieron del camino como polvo, como rumor, mientras yo tranquila, terminando el Te Deum, iba a la celda contemplando la infinita e insondable misericordia Divina.

(137)                                                                                                                                                                                                                                                                   12 VIII 1934

321            Un desmayo repentino, sufrimiento preagónico.  No era la muerte, es decir el pasaje a la verdadera vida, sino una muestra de los sufrimientos de la misma.  La muerte es espantosa a pesar de darnos la vida eterna.  De repente me sentí mal, la falta de respiración, la oscuridad delante de los ojos, la sensación del debilitamiento de los miembros este sofocamiento es atroz.  Un instante de este sofocamiento es infinitamente largo… A pesar de la confianza, viene también un extraño miedo.  Deseé recibir los últimos santos sacramentos.  Sin embargo la Confesión resulta muy difícil a pesar del deseo de confesarme.  Uno no sabe lo que dice; comienza a decir una cosa, deja la otra sin terminar.  Oh, que Dios preserve a cada alma de aplazar la confesión a la última hora.  Conocí el gran poder de las palabras del sacerdote que descienden sobre el alma del enfermo.  Cuando pregunté al Padre espiritual si estaba preparada para presentarme delante de Dios y si podía estar tranquila, recibí la respuesta:  Puedes estar completamente tranquila no solamente ahora, sino después de cada confesión semanal.  La gracia de Dios que acompaña estas palabras del sacerdote es grande.  El alma siente la fortaleza y el arrojo para la lucha.

322            Oh Congregación, madre mía, ¡que dulce es vivir en ti, pero todavía mejor es morir!

323            Recibidos los últimos santos sacramentos, se produjo una mejoría total.  Me quedé sola, eso duró una media hora y el ataque se repitió, pero ya no tan fuerte, porque el tratamiento medico lo impidió.

Mis sufrimientos los uní a los sufrimientos de Jesús y los ofrecí por mí y por la conversión de las almas que no confiaban en la bondad de Dios.  De repente mi celda se llenó de figuras negras, llenas de furia y de odio hacia mí.  Una de ellas dijo:  Maldita tú y Aquel que está en ti, porque ya empiezas a atormentarnos en el infierno.  En cuanto pronuncié:  Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, en seguida esas figuras desaparecieron ruidosamente.

324      Al día siguiente me sentía muy débil, pero ya no experimentaba ningún sufrimiento.  Después de la Santa Comunión vi. Al Señor Jesús bajo la apariencia que ya había visto durante una de las adoraciones.  La mirada del Señor traspasó mi alma por completo y ni siquiera el más pequeño polvillo se escapó a su atención.  Y dije a Jesús:  Jesús, pensé que me ibas a llevar.  Y Jesús me contestó:  Aun no se ha cumplido plenamente Mi voluntad en ti; te quedaras todavía en la tierra, pero no mucho tiempo.  Me agrada mucho tu confianza, pero el amor ha de ser más ardiente.  (138)  El amor puro da fuerza al alma en la agonía misma.  Cuando agonizaba en la cruz, no pensaba en Mí, sino en los pobres pecadores y rogaba al Padre por ellos.  Quiero que también tus últimos momentos sean completamente semejantes a los Míos en la cruz.  Hay un solo precio con el cual se compran las almas, y éste es el sufrimiento unido a Mi sufrimiento en la cruz.  El amor puro comprende estas palabras, el amor carnal no las comprenderá nunca.

325      Año 1934.  El día de la Asunción de la Santísima Virgen no fui a la Santa Misa.  La doctora [139] no me lo permitió, pero oré con fervor en la celda.  Poco después vi. a la Virgen que era de una belleza indescriptible y que me dijo:  Hija mía, exijo de ti oración, oración y una vez más oración por el mundo, y especialmente por tu patria.  Durante nueve días recibe la Santa Comunión reparadora, únete estrechamente al sacrificio de la Santa Misa.  Durante estos nueve días estarás delante de Dios como una ofrenda, en todas partes, continuamente, en cada lugar y en cada momento, de día y de noche, cada vez que te despiertes, ruega interiormente.  Es posible orar interiormente sin cesar. 

326            Una vez Jesús me dijo: Mi mirada en esta imagen es igual a la mirada en la cruz.

327      Una vez el confesor {140} me preguntó cómo debía ser colocada la inscripción, ya que todo eso no cabía en la imagen.

            Contesté que rezaría y que daría la respuesta la semana siguiente.  Al alejarme del confesionario, y pasando cerca del Santísimo Sacramento, recibí el entendimiento interior de cómo debía ser la inscripción.  Jesús me recordó lo que me había dicho la primera vez, es decir, que estas tres* palabras debían ser puestas en evidencia.  Las palabras son éstas: Jesús, en Ti confío.  Entendí que Jesús deseaba que fuera colocada esa frase, pero además de estas palabras no daba otras órdenes precisas.

            Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la Fuente de la Misericordia para recoger gracias.  Ese recipiente es esta imagen con la firma:  Jesús, en Ti confío.

328      Oh, Amor purísimo, reina totalmente en mi corazón y ayúdame a cumplir Tu santa voluntad del modo más fiel posible.

329            (139)  Al final del retiro espiritual de tres días, me di cuenta que estaba andando por un camino escalabroso y tropezaba a cada instante, y veía que detrás de mi iba otra figura que me sostenía continuamente y yo no estaba contenta de esto y pedí a esa figura que se apartara de mi, porque yo quería andar sola.  Sin embargo, esa figura a la que yo no lograba reconocer, no me dejó ni por un instante.  Eso me impacientó, me volví hacia ella y la rechacé de mí.  En aquel instante reconocí en esa figura a la Madre Superiora [141] y en el mismo momento vi. que no era la Madre Superiora, sino el Señor Jesús que me miró profundamente y me dio a conocer lo mucho que le dolía cuando en las cosas más pequeñas yo no trataba de cumplir la voluntad de la Superiora que es Mi voluntad.  Pedí vivamente perdón al Señor y esa advertencia la tomé muy a pecho.

330            + Una vez me dijo el confesor que rogara según su intención, y comencé una novena a la Santísima Virgen.  Esa novena consistía en rezar nueve veces la Salve Regina.  Al final de la novena vi. a la Virgen con el Niño Jesús en los brazos y vi también a mi confesor que estaba arrodillado a sus pies y hablaba con Ella.  No entendía de que hablaba con la Virgen porque estaba ocupada en hablar con el Niño Jesús que había bajado de los brazos de la Santísima Madre y se acercó a mí.  No dejaba de admirar su belleza.  Oí algunas palabras que la Virgen le decía, pero no oí todo.  Las palabras son éstas:  Yo no soy no sólo la Reina del Cielo, sino también la Madre de la Misericordia y tu Madre.  En ese momento extendió la mano derecha en la que tenia el manto y cubrió con el al sacerdote.  En ese instante la visión desapareció.

331            Oh, qué grande es la gracia de tener al director espiritual.  Se progresa mas rápidamente en las virtudes, se conoce mas claramente la voluntad de Dios, se la cumple mas fielmente, se avanza en un camino cierto y seguro.  El director espiritual sabe evitar las rocas contra las cuales [el alma] podría estrellarse.  Dios me concedió esta gracia más bien tarde, pero gozo de ella mucho, viendo como Dios consiente los deseos del director espiritual.  Menciono un solo hecho de entre un millar que me sucede.  Como de costumbre, una noche pedí al Señor Jesús que me diera los puntos para la meditación del día siguiente [142].  Recibí la respuesta:  Medita sobre el profeta Jonás y sobre su misión.

Agradecí al Señor, pero dentro de mí empecé a pensar:       Que meditación tan diferente (140) de otras.  Sin embargo, con toda la fuerza del alma trataba de meditar y en aquel profeta me descubrí a mi, en el sentido de que yo también con frecuencia me excusaba delante de Dios [diciendo] que otra persona podría cumplir mejor su santa voluntad, sin entender que Dios lo puede todo, que tanto mas destaca todo su poder, cuanto mas mísero es el instrumento que utiliza.  Dios me lo explicó.  Por la tarde hubo confesion de la Comunidad.  Cuando presenté al director espiritual el temor que me envuelve a razon de esta mision [143] a la que Dios me utiliza como un instrumento inhábil, el Padre espiritual me contestó que queramos o no queramos, debemos cumplir la voluntad de Dios y me dio el ejemplo del profeta Jonas.  Terminada la confesion, contemplaba como el confesor sabia que Dios me había mandado meditar sobre Jonás, ya que yo no le había hablado de eso.  Entonces oí estas palabras:  El sacerdote, cuando Me sustituye, no es él quien obra, sino Yo a traves de él, sus deseos son Mios.  Veo como Jesús defiende a sus sustitutos.  Él Mismo interviene en su actuar.

332            + Jueves.  Al empezar la Hora Santa, queria sumergirme en la agonia de Jesús en el Huerto de los Olivos.  De repente oí en el alma la voz:  Medita los misterios de la Encarnación.  Y de pronto, delante de mi aparecio el Niño Jesús de una belleza resplandeciente.  Me dijo cuánto agradaba a Dios la sencillez del alma.  Aunque Mi grandeza es inconcebible, trato solamente con los pequeños, exijo de ti la infancia del espiritu.



333            Ahora veo claramente cómo Dios obra por medio del confesor y cómo es fiel a sus promesas.  Hace dos semanas el confesor me ordenó meditar sobre la infancia del espiritu.  Al principio eso me resultaba algo difícil, sin embargo, el confesor sin hacer caso a mi dificultad, me ordenó continuar la meditacion sobre la infancia del espiritu.  En la practica esta infancia debe manifestarse asi:  El niño no se ocupa del pasado ni del futuro, sino que aprovecha el momento presente.  Deseo destacar esta infancia del espiritu en usted, hermana, y doy a eso mucha importancia.

334            Veo cómo [el Señor Jesús] se inclina a los deseos del confesor, ya que en este periodo no se me aparece como maestro en la plenitud de fuerzas y de humanidad como adulto, sino que se me aparece como un niño pequeño.  Este Dios infinito, se humilla hasta mí bajo la apariencia de un niñito pequeño.  Pero la mirada de mi alma no se detiene en la superficie.  Aunque tomas la apariencia de un niñito pequeño, yo veo en Ti al Inmortal, al Infinito Señor de los señores, adorado (141) dia y noche por los espiritus puros, para el cual arden los corazones de los serafines con el fuego del amor purisimo.  Oh Cristo, oh Jesús, deseo superarlos en el amor hacia Ti.  Les pido el perdon, oh espiritus puros, por haber osado compararme con ustedes.  Yo, un abismo de miseria, una vorágine de miseria, pero Tu, oh Dios, que eres un abismo inconcebible de misericordia, absórbeme como el ardor del sol absorbe una gota de rocio.  Tu mirada amorosa allana todo abismo.  Me siento sumamente feliz de la grandeza de Dios.  Ver la grandeza de Dios, es para mi absolutamente suficiente para sentirme feliz por toda la eternidad.

335            Una vez, al ver a Jesús bajo la apariencia de un niñito pequeño, pregunte:  Jesús, ¿Por qué ahora tratas conmigo tomando el aspecto de un niñito pequeño?  Después de todo, yo veo en Ti a Dios Infinito, al Creador y a mi Señor.  Jesús me contesto que hasta que yo no aprendiera la sencillez y la humildad, trataria conmigo como a un niño pequeño.

336            + 1934.  Durante la Santa Misa en la que Jesús fue expuesto en el Santisimo Sacramento, antes de la Santa Comunión vi dos rayos que salian de la Hostia Santisima, tal y como estan pintados en la imagen;  uno rojo y otro palido.  Se reflejaban sobre cada una de las hermanas y sobre las alumnas, pero no sobre todas de modo igual.  Sobre algunas estaban apenas esbozados.  Era el dia en que terminabamos los ejercicios espirituales de las jovencitas.

337            22 XI 1934 + Una vez, el Padre espiritual [144] me ordenó reflexionar bien sobre mi, y analizar si no había en mi algun apego a alguna cosa o criatura o a mi misma, y si no había en mi una inclinación a hablar inútilmente, ya que todo eso impedia al Señor Jesús administrar libremente en mi alma.  Dios está celoso de nuestros corazones y quiere que lo amemos exclusivamente a Él.

338            Cuando comencé a reflexionar profundamente sobre mi, no noté estar apegada a alguna cosa, pero, como en todas mis cosas, tambien en ésta tenia miedo de mi misma y no me fiaba de mi misma.  Cansada de este minucioso analisis, fui delante del Santisimo Sacramento y rogué a Jesús con toda la fuerza de mi alma:  Jesús, Esposo mio, Tesoro de mi corazon, (142) Tú sabes que Te conozco solamente a Ti y que no conozco otro amor fuera de Ti, pero, Jesús, si tomara apego a cualquier cosa fuera de Ti, Te ruego y te suplico, Jesús, por el poder de Tu misericordia, hazme morir inmediatamente, porque prefiero morir mil veces, que engañarte una vez en la cosa mas pequeña.

339            En aquel momento, Jesús se presentó subitamente delante de mi, no sé de dónde, resplandeciente de una belleza indecible, con una tunica blanca, con las manos levantadas, y me dijo estas palabras:  Hija Mia, tu corazon es Mi descanso, es Mi complacencia.  En él encuentro todo lo que un gran numero de almas Me niega.  Dilo a Mi sustituto.  Y repentinamente no vi nada mas, solamente todo un mar de consolaciones entró en mi alma.

340            Ahora comprendo que nada puede ponerme barreras en el amor hacia Ti, Jesús, ni el sufrimiento, ni las contrariedades, ni el fuego, ni la espada, ni la muerte misma.  Me siento mas fuerte que todo eso.  Nada puede compararse con el amor.  Veo que las cosas mas pequeñas, cumplidas por un alma que ama sinceramente a Dios, tienen un valor inestimable en los ojos de sus santos.

341                                                11 V 1934.  Una mañana, después de haber abierto la puerta para dejar salir a nauestra gente [145] que traia el pan, entré un momento en la pequeña capilla, para hacer a Jesús una visita de un minuto y para renovar las intenciones del dia.  Oh Jesús, hoy todos los sufrimientos, las mortificaciones, las plegarias, las ofrezco por el Santo Padre para que apruebe esta Fiesta de la Misericordia.  Pero, Jesús, debo decirte todavía una palabra.  Estoy muy sorprendida de que me ordenas hablar de esta Fiesta de la Misericordia, mientras esta Fiesta [146] según me dicen, ya existe, entonces ¿para qué he de hablar de ella?   

Y Jesús me contestó:  ¿Quién, de entre la gente, sabe de ella?  Nadie.  Y hasta aquellos que han de proclamarla y enseñar a la gente esta misericordia, muchas veces ellos mismos no lo saben; por eso quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua y que se la venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella.

            Haz una novena según la intencion del Santo Padre, que debe constar de treinta y tres actos, es decir de repetir este mismo numero de veces la oracion a la misericordia que te he enseñado.


342            (143) El sufrimiento es el tesoro mas grande que hay en la tierra, purifica al alma.  En el sufrimiento conocemos quien es nuestro verdadero amigo.  El amor verdadero se mide con el termómetro del sufrimiento.

343      Oh Jesús, Te doy gracias por las pequeñas cruces cotidianas, por las contrariedades con las que tropiezan mis propositos, por el peso de la vida comunitaria, por una mala interpretación de [mis] intenciones, por las humillaciones por parte de los demas, por el comportamiento aspero frente a nosotros, por las sospechas injustas, por la salud debil y por el agotamiento de las fuerzas, por repudiar yo mi propia voluntad, por el anonadamiento de mi propio yo, por la falta de reconocimiento en todo, por los impedimentos hechos a todos [mis] planes.

            Te doy gracias, Jesús, por los sufrimientos interiores, por la aridez del espiritu, por los miedos, los temores y las dudas, por las tinieblas y la densa oscuridad interior, por las tentaciones y las distintas pruebas, por las angustias que son difíciles de expresar y especialmente por aquellas en las que nadie nos comprende, por la hora de la muerte, por el duro combate durante ella,m por toda la amargura.

Te agradezco, Jesús, que has bebido el caliz de la amargura antes de darmelo endulzado.  He aquí, he acercado los labios a este caliz de Tu santa voluntad; hagase de mi según Tu voluntad, que se haga de mi lo que Tu sabiduría establecio desde la eternidad.  Deseo beber hasta la ultima gotita el caliz de la predestinacion, no quiero analizar essta predestinacion; en la amargura mi gozo, en la desesperación, mi confianza.  En ti, oh Señor, todo lo que da Tu Corazon paternal es bueno; no pongo las conglobaciones por encima de las amarguras, ni las amarguras por encima de las consolaciones, sino que Te agradezco todo, oh Jesús.  Mi deleite consiste en contemplarte, oh Dios Inconcebible.  En estas existencias misteriosas está mi alma, es alli donde siento que estoy en mi casa.  Conozco bien la morada de mi Esposo.  Siento que en mi no hay ni una gota de sangre que no arda de amor hacia Ti.

            Oh Belleza Eterna, quien Te conoce una vez solamente, no puede amar ninguna otra cosa.  Siento la vorágine insondable de mi alma y que nada la puede llenar, sino Dios Mismo.  Siento que me hundo en Él como un granito de arena en un océano sin fondo.

(144)                                                                                                                             20 XII 1934

344      Una noche, al entrar yo en la celda, vi. al Señor Jesús expuesto en la custodia, como si estuviera a cielo abierto.  A los pies del Señor Jesús vi a mi confesor y detrás de él a un gran número de eclesiásticos de alto rango, con ropa que nunca había visto, salvo en visión.  Y detrás de ellos varias clases de eclesiásticos; más allá vi. una multitud tan grande de gente que no pude abarcarla con la vista.  Vi saliendo de la Hostia estos dos rayos que están en la imanten, que se unieron estrechamente, pero no se confundieron y pasaron a las manos de mi confesor, y después a las manos de los eclesiásticos y de sus manos pasaron a las manos de la gente, y volvieron a la Hostia… y en aquel momento me vi. entrando en la celda.

345            22 XII 1934.  Cuando me tocó en la semana de ir a confesarme, llegué cuando mi confesor estaba celebrando la Santa Misa.  En la tercera parte de la Santa Misa vi al Niño Jesús, un poco más pequeño que de costumbre y con la diferencia de que tenía un delantalcito de color violeta, mientras habitualmente lo tenía blanco.

346            24 XII 1934.  La Vigilia de la Navidad.  Por la mañana durante la Santa Misa sentí la cercanía de Dios, mi espíritu se sumergió en Dios inconscientemente.  De repente escuché estas palabras: Tú eres una morada agradable para Mí, en ti descansa Mi Espíritu.

Después de estas palabras sentí la mirada del Señor dirigida al fondo de mi corazón y viendo mi miseria me humillé en espíritu y admiré la gran misericordia de Dios, y que este Altísimo Señor se acercaba a tal miseria.

Durante la Santa Comunión la alegría inundó mi alma, sentía que estaba unida estrechamente a la Divinidad; su omnipotencia absorbió todo mi ser, durante el día entero sentí la cercanía de Dios de modo particular, y aunque los deberes no me permitieron ir a la capilla ni por un momento durante todo el día, sin embargo no hubo ni un instante en que no estuviera unida a Dios, lo sentí dentro [145] de mi de una manera mas sensible que cualquier otra vez.  Saludaba sin cesar a la Santísima Virgen, ensimismándome en su Espíritu, le rogaba enseñarme un verdadero amor a Dios.  De repente oí estas palabras:  Te revelaré el secreto de mi felicidad en la noche, durante la Santa Misa.

La cena fue antes de las seis; a pesar de la alegría y el ruido exterior que hay cuando se parte el “oplatek” [y durante] las felicitaciones mutuas, ni por un instante fui privada de la presencia de Dios.  Después de la cena nos apresuramos con el trabajo y a las nueve pude ir a la adoración a la capilla.  Había obtenido el permiso de no acostarme, sino esperar la Misa de Medianoche.  Me alegré muchísimo; desde las nueve hasta las doce tenias el tiempo libre.  De nueve a diez hice la adoración por mis padres y por toda mi familia; de diez a once hice la adoración por mi director espiritual; primero agradecí a Dios que se dignó darme aquí en la tierra esta gran ayuda visible tal y como me lo había prometido y por otro lado, pedí a Dios que le diera luz para que pudiera conocer mi alma y guiarme según a Dios le agradaba.  Desde las once hasta las doce rogué por la Santa Iglesia y por el clero, por los pecadores, por las misiones, por nuestras casas las indulgencias las ofrecí por las almas del purgatorio.

347            Las doce, 25 XII 1934.


Misa de Medianoche.  En cuanto empezó la Santa Misa, el recogimiento interior empezó a adueñarse de mí, el gozo inundó mi alma.  Durante el ofertorio vi. a Jesús en el altar, [era] de una belleza incomparable.  Durante todo el tiempo el Niñito miró a todos, extendiendo sus manitas.  Durante la elevación el Niñito no miraba hacia la capilla, sino hacia el cielo; después de la elevación volvió a mirarnos, pero muy poco tiempo, porque como siempre fue partido y comido por el sacerdote.  Pero el delantalcito ya lo tenía blanco.  Al día siguiente vi. lo mismo y al tercer día igual.  Es difícil expresar la alegría que tenia en el alma.  (146)  Esta visión se repitió durante tres Santas Misas, igual como en las primeras.

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