Diario de Santa Faustina 475-488


475 Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados.  Nunca antes había rogado con tal potencia interior como entonces.  Las palabras con las cuales suplicaba a Dios son las siguientes:  Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero.  Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros.

476 A la mañana siguiente, cuando entré en nuestra capilla, oí esta voz interior:  Cuantas veces entres en la capilla reza en seguida esta oración que te enseñé ayer.  Cuando recé esta plegaria, oí en el alma estas palabras:  Esta oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, de modo siguiente:  primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave Maria y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras:  Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave Maria, dirás las siguientes palabras:  Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.  Para terminar, dirás tres veces estas palabras:  Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero [181].

477 El silencio es una espada en la lucha espiritual;  un alma platicadora no alcanzará la santidad.  Esta espada del silencio cortará todo lo que quiera pegarse al alma.  Somos sensibles a las palabras y queremos responder de inmediato, sensibles, sin reparar si es la voluntad de Dios que hablemos.  El alma silenciosa es fuerte; ninguna contrariedad le hará daño si persevera en el silencio.  El alma (198) silenciosa es capaz de la mas profunda unión con Dios; vive casi siempre bajo la inspiración del Espíritu Santo.  En el alma silenciosa Dios obra sin obstáculos.

478 Oh Jesús mío, Tu sabes, solamente Tú sabes bien que mi corazón no conoce otro amor fuera de Ti.  Todo mi amor virginal es anegado en ti, oh Jesús, por la eternidad.  Siento bien que Tu Sangre divina circula en mi corazón; no hay duda alguna que con Tu preciosísima Sangre ha entrado en mi corazón Tu purísimo Amor.  Siento que moras en mí con el Padre y el Espíritu Santo o más bien siento que yo vivo en Ti, oh Dios inimaginable.  Siento que me disuelvo en Ti como una gota en el océano.  Siento que estas fuera de mí y en mis entrañas, siento que estas en todo lo que me rodea, en todo lo que me sucede.  Oh Dios mío, Te he conocido dentro de mi corazón y Te he amado por encima de cualquier cosa que exista en la tierra o en el cielo.  Nuestros corazones se entienden mutuamente, pero ningún hombre lo comprenderá.

479 La segunda confesión con el arzobispo [182].  Has de saber, hija mía, que si ésta es la voluntad de Dios, tarde o temprano, se realizara, porque la voluntad de Dios tiene que cumplirse.  Ama a Dios en tu corazón, ten…[la frase queda interrumpida].

480 29 IX Fiesta de San Miguel Arcángel [183].  He quedado unida íntimamente a Dios.  Su presencia me penetra profundamente y me llena de serenidad, de alegría y de asombro.  Después de esos momentos de plegaria estoy llena de fuerza, de una valentía misteriosa para afrontar sufrimientos y la lucha; nada me espanta, aunque el mundo entero esté en contra de mí; todas las contrariedades tocan la superficie, pero no tienen acceso a (199) mi interior, porque allí mora Dios que me da fuerza, que me colma.  Contra su escabel se estrellan todas las emboscadas del enemigo.  En estos momentos de la unión Dios me sostiene con su poder; me da su poder, y me capacita para amarlo.  El alma nunca lo alcanza con sus propios esfuerzos.  Al comienzo de esta gracia interior, me llenaba el miedo y empecé a guiarme, es decir dejarme llevar por el temor, pero poco después el Señor me dio a conocer cuanto eso le desagradaba.  Pero también esto lo decidió Él Mismo, mi tranquilidad.

481 Casi cada solemnidad en la santa Iglesia me da un conocimiento mas profundo de Dios y una gracia especial, por eso me preparo a cada solemnidad y me uno estrechamente al espíritu de la Iglesia.  Qué alegría ser una hija fiel de la Iglesia.  Oh, cuanto amo a la santa Iglesia y a todos quienes viven en ella.  Los miro como miembros vivos de cristo que es su Cabeza.  Me inflamo de amor con los que aman, sufro con los que sufren, el dolor me consume mirando a los tibios y a los ingratos; entonces procuro un amor tan grande hacia Dios que compense por aquellos que no lo aman, que alimentan a su Salvador con negra ingratitud.

482 Oh Dios mío, estoy consciente de mi misión en la santa Iglesia.  Mi empeño continuo es impetrar la misericordia para el mundo.  Me uno estrechamente a Jesús y me presento como victima que implora por el mundo.  Dios no me rehusará nada cuando le suplico con la voz de Su Hijo.  Mi sacrificio es nada por si mismo, pero cuando lo uno al sacrificio de Jesús, se hace omnipotente y tiene la fuerza para aplacar la ira divina.  Dios nos ama en Su Hijo, la dolorosa Pasión del Hijo de Dios es un continuo aplacamiento de la ira de Dios.

483 (200) Oh Dios, cuanto deseo que las almas Te conozcan, que sepan que las Te conozcan, que sepan que las creaste por Tu amor inconcebible; oh Creador y Señor, siento que descorreré las cortinas del cielo para que la tierra no dude de Tu bondad.

Haz de mi, oh Jesús, una victima agradable y pura delante del Rostro de Tu Padre.  Oh Jesús, transfórmame miserable y pecadora, en Ti, ya que Tú puedes todo y entrégame a Tu Padre Eterno.  Deseo transformarme en la hostia expiatoria delante de Ti, pero en una hostia no consagrada delante de los hombres; deseo que la fragancia de mi sacrificio sea conocida sólo por Ti, Oh Dios Eterno, arde en mi el fuego inextinguible de la suplica por Tu misericordia; siento y comprendo que ésta es mi tarea, aquí y en la eternidad.  Tú Mismo me has ordenado hablar de esta gran misericordia Tuya y de Tu bondad.

484 En cierta ocasión comprendí, cuánto le desagrada a Dios la acción, aunque sea la más laudable, sin el sello de la intención pura; tales acciones incitan a Dios más bien al castigo que a la recompensa.  Que en nuestra vida las haya lo menos posible, mientras en la vida religiosa no deberían existir en absoluto.

485 Con igual disposición recibo la alegría y el sufrimiento, la alabanza y la humillación; recuerdo que la una y la otra son pasajeras.  ¿Qué me importa lo que digan de mí?  Ya hace mucho he renunciado de todo lo que concierne a mi persona.  Mi nombre es hostia, es decir, victima, pero no en la palabra sino en la acción, en el anonadamiento de mi misma, en asemejarme a Ti en la cruz, oh Buen Jesús y Maestro mío.

486 (201) Oh Jesús, cuando vienes a mi [en] la Santa Comunión, Tu que Te has dignado morar con el Padre y el Espíritu Santo en el pequeño cielo de mi corazón, procuro acompañarte durante el día entero, no Te dejo solo ni un momento.  Aunque estoy en compañía de otras personas o con las alumnas, mi corazón está siempre unido a Él.  Cuando me duermo, le ofrezco cada latido de mi corazón, cuando me despierto, me sumerjo en Él sin decir una palabra.  Al despertarme, adoro un momento la Santísima Trinidad y le agradezco por haberme ofrecido un día mas, que una vez mas va a repetirse en mi el misterio de la Encarnación de Su Hijo, que una vez mas delante de mis ojos va a repetirse su dolorosa Pasión.  Trato entonces de facilitar a Jesús el paso a través de mí a otras almas.  Con Jesús voy a todas partes, su presencia me acompaña en todas partes.

487 En los sufrimientos del alma o del cuerpo trato de callar porque entonces mi espíritu adquiere fortaleza que viene de la Pasión de Jesús.  Delante de mis ojos tengo siempre su Rostro doloroso, insultado y desfigurado, su Corazón divino, traspasado por nuestros pecados y especialmente por la ingratitud de las almas elegidas.

488 Doble advertencia para que me preparase a los sufrimientos que me esperaban [en] Varsovia; la primera advertencia fue interior, a través de una voz, escuchada, la segunda fue durante la Santa Misa.  Antes de la elevación vi a Jesús crucificado que me dijo:  Prepárate a los sufrimientos.  Agradecí al Señor esta gracia de haberme advertido y le dije al Señor que seguramente no sufriré más que Tu, Salvador mío.  No obstante me lo tomé a pecho e iba fortaleciéndome con la plegaria y con pequeños sufrimientos para poder soportar mayores cuando llegasen.


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