Diario de Santa Faustina 456-474

(190) JMJ                                                                                   Vilna, 12 VIII 1935

456   Ejercicios espirituales de tres días.

Al anochecer del día anterior a los ejercicios espirituales, durante [la asignación] nocturna de los puntos [de la meditación], oí estas palabras:  Durante estos ejercicios espirituales te hablaré por boca de este sacerdote para asegurarte y fortalecerte sobre la veracidad de Mis palabras con las cuales hablo en el fondo de tu alma.  Aunque estos ejercicios espirituales los hacen todas las hermanas, no obstante tengo una atención especial por ti para fortalecerte y hacerte impávida frente a todas las contrariedades que te esperan; por eso escucha atentamente sus palabras y medítalas en el fondo de tu alma.

457  Oh, cómo quedé sorprendida, dado que todo lo que el Padre decía sobre la unión con dios y sobre los impedimentos en esta estrecha unión, yo lo experimentaba exactamente en el alma y lo oía de Jesús que hablaba en el fondo de ella.  La perfección consiste en [esta] estrecha unión con Dios.

458  En la meditación de las diez, el sacerdote [177] habló de la misericordia de Dios y de la bondad de Dios para con nosotros.  Dijo que cuando examinamos la historia de la humanidad, a cada paso vemos esta gran bondad de Dios.  Todos los atributos de Dios, tales como la omnipotencia, y la sabiduría contribuyen a revelarnos este máximo atributo, es decir, la bondad de Dios.  La bondad divina es el mayor atributo de Dios.  Sin embargo, muchas almas que tienden a la perfección, no conocen esta gran bondad de Dios.  Todo lo que el sacerdote dijo en esa meditación sobre la bondad de Dios, correspondía con lo que Jesús me había dicho [y] se (191) refería exactamente a la Fiesta de la Misericordia.  Ahora de verdad [he comprendido] claramente lo que el Señor me prometió y no tengo ninguna duda, la Palabra de Dios es clara y explicita.

459  Durante toda la meditación vi. al Señor Jesús sobre el altar, con una túnica blanca, teniendo en la mano mi cuaderno en el que estoy escribiendo estas cosas.  Durante toda la meditación Jesús hojeaba las páginas del cuaderno y callaba, pero mi corazón no lograba soportar el ardor que se había incendiado en mi alma.  A pesar de los esfuerzos de la voluntad para dominarme y para no dejar conocer a los que me rodeaban lo que pasaba en mi alma, al final de la meditación sentí que no dependía de mí en absoluto.  De repente Jesús me dijo:  No has escrito en este cuaderno todo sobre Mi bondad hacia los hombres; deseo que no omitas nada; deseo que tu corazón esté basado en una completa tranquilidad.

460  Oh Jesús, mi corazón deja de latir cuando contemplo todo lo que haces por mí.  Te admiro, Señor, por humillarte tanto hasta mi alma miserable.  Qué métodos inexplicables usas para convencerme.

461  Por primera vez en mi vida tengo los ejercicios espirituales de este tipo:  cada palabra del sacerdote la entiendo de modo singular y claro, ya que todo esto lo viví antes en mi alma.  Ahora veo que Jesús no deja en incertidumbre a un alma que lo ama sinceramente.  Jesús desea que un alma que se relaciona con Él estrechamente, esté plenamente tranquila, a pesar de los sufrimientos y las contrariedades.

462  Ahora comprendo bien que lo que une mas estrechamente el alma a Dios es negarse a si mismo, es decir, unir su voluntad a la voluntad de Dios.  Esto hace verdaderamente libre al alma y ayuda al profundo recogimiento del espíritu, hace livianas todas las penas de la vida y dulce la muerte.

463  (192) Jesús me dijo que si tengo alguna duda respecto a esta Fiesta o a la fundación de esta Congregación, o respecto a cualquier cosa de que te hablé en el fondo de tu alma, te contestaré en seguida por la boca de este sacerdote.

464 Durante una meditación sobre la humildad me volvió la vieja duda de que un alma tan miserable como la mía, no cumpliría la tarea que el Señor exigía.  En el mismo momento en que yo analizaba esa duda, el sacerdote que predicaba los ejercicios espirituales, interrumpió el tema de la predica y dijo justamente lo que yo tenia en duda, es decir, que Dios elige generalmente a las almas mas débiles y mas simples como instrumentos para realizar sus obras mas grandes, y ésta es una verdad incontestable.  Veamos a quiénes eligió como Apóstoles, o veamos la historia de la Iglesia, qué obras tan grandes realizaron las almas que eran las menos aptas para hacerlo, porque justamente en esa forma las obras de Dios se revelan como tales.  Cuando mi duda cedió completamente, el sacerdote volvió al tema sobre la humildad.

Jesús, como siempre durante cada predica, estaba en el altar y no me decía nada, sino que con su mirada penetraba amablemente mi pobre alma que [ya] no tenia ninguna excusa.

465  Jesús, Vida mía, siento bien que me estas transformando en Ti, en lo secreto del alma donde los sentidos perciben muy poco.  Oh Salvador mío, escóndeme entera en lo profundo de Tu corazón y protégeme con Tus rayos de todo lo que me aleja de Ti, Te suplico, oh Jesús, que estos dos rayos que salieron de Tu Misericordiosísimo corazón, alimenten continuamente mi alma.

466  (193) El momento de la confesión.

El confesor [178] me pregunto si en aquel momento estaba Jesús y si lo veía.  Si, está y lo veo.  Me ordenó preguntar por ciertas personas, Jesús no me contestó nada, pero lo miró.  Pero terminada la confesión, mientras hacia la penitencia, Jesús, me dijo estas palabras:  Ve y consuélalo de Mi parte.  Sin entender el significado de estas palabras, en seguida repetí lo que Jesús me había ordenado.

467  Durante todo el tiempo de los ejercicios espirituales estuve sin cesar en contacto con Jesús y me uní a Él con toda la fuerza de mi corazón.

468  El día de la renovación de los votos.  Al comienzo de la Santa Misa como siempre vi a Jesús que nos bendijo y entró en el tabernáculo.  Luego vi a la Santísima Virgen con una túnica blanca, un manto, azul, y la cabeza descubierta, que desde el altar se me acercó, me tocó con sus manos, me cubrió con su manto, y me dijo:  Ofrece estos votos por Polonia.  Reza por ella.  15 VIII.

469  En la noche del mismo día sentí en el alma una gran nostalgia de Dios; no lo veo con los ojos del cuerpo como antes, sino que lo siento y no comprendo; eso me produce un anhelo y un tormento indescriptibles.  Me muero del deseo de poseerlo para sumergirme en Él por la eternidad.  Mi espíritu tiene a Él con todas las fuerzas, no hay nada en el mundo que pueda consolarme.

Oh Amor Eterno, ahora entiendo en qué estrechas relaciones de intimidad estaba mi corazón Contigo.  ¿Qué podrá satisfacerme en el cielo o en la tierra fuera de Ti?, oh Dios mío, en Quien se ahogó mi alma.

470(194) Una noche, cuando desde mi celda miré al cielo y vi un esplendido firmamento sembrado de estrellas y la luna, de repente entró en mi alma el fuego de amor inconcebible hacia mi Creador, y sin saber soportar el deseo que había crecido en mi alma hacia Él, me caí de cara al suelo humillándome en el polvo.  Lo adoré por todas sus obras y cuando mi corazón no pudo soportar lo que en él pasaba, irrumpí en llanto.  Entonces me tocó el Ángel Custodio y me dijo estas palabras:  El Señor me hace decirte que te levantes del suelo.  Lo hice inmediatamente, pero mi alma no tuvo consuelo.  El anhelo de Dios me invadió aun más.

471  Un día en que estaba en la adoración, y mi espíritu como si estuviera en agonía [añorándolo] a Él y no lograba retener las lágrimas, vi a un espíritu de gran belleza, que me dijo estas palabras:  No llores, dice el Señor.  Un momento después pregunté:  ¿Quién eres?  Y él me contestó:  Soy uno de los siete espíritus que día y noche están delante del trono de Dios y lo adoran sin cesar.  Sin embargo este espíritu no alivio mi añoranza, sino que suscitó en mí un anhelo más grande de Dios.  Este espíritu es muy bello y su belleza se debe a una estrecha unión con Dios.  Este espíritu no me deja ni por un momento, me acompaña en todas partes.

472  Al día siguiente, durante la Santa Misa, antes de la elevación, aquel espíritu empezó a cantar estas palabras:  Santo, Santo, Santo.  Su voz era como miles de voces, imposible describirlo.  De repente mi espíritu fue unido a Dios, en un momento vi la grandeza y la santidad inconcebibles de Dios y al mismo tiempo conocí (195) la nulidad que soy de por mi.  Conocí mas claramente que en cualquier otro momento del pasado, las Tres Personas Divinas:  el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.  Sin embargo su esencia es Una, como también la igualdad y la Majestad.  Mi alma se relaciona con las Tres Personas, pero no logro explicarlo con palabras, pero el alma lo comprende bien.  Cualquiera que esté unido con una de estas Tres Personas, por este mismo hecho está unido con toda la Santísima Trinidad, porque su unidad es indivisible.  Esa visión, es decir, ese conocimiento inundó mi alma de una felicidad inimaginable, por ser dios tan grande.  Lo que he descrito arriba, no lo vi con los ojos, como anteriormente, sino dentro de mí, de modo puramente espiritual e independiente de los sentidos.  Eso duró hasta el fin de la Santa Misa.

Ahora, esto me sucede a menudo y no solamente en la capilla, sino también durante el trabajo y cuando menos lo espero.

473  Cuando nuestro confesor [179] estaba ausente, yo me confesaba con el arzobispo [180].  Al descubrirle mi alma, recibí esta respuesta:  Hija mía, ármate de mucha paciencia, si estas cosas vienen de Dios, tarde o temprano, se realizaran y te digo estar completamente tranquila.  Yo, hija mía, te entiendo bien en estas cosas; y ahora, en cuanto al abandono de la Congregación y la idea de [fundar] otra, ni siquiera pienses en esto, ya que seria una grave tentación interior.  Terminada la confesión, le dije a Jesús:  ¿Por qué me mandas hacer estas cosas y no me das la posibilidad de cumplirlas?  De repente, después de la Santa Comunión vi al Señor Jesús en la misma capilla en la que me había confesado, con el mismo aspecto con el que está pintado en esta imagen; el Señor me dijo:  No estés triste, le haré comprender las cosas que exijo de ti.  Cuando salíamos, (196) el arzobispo estaba muy ocupado pero nos dijo volver y esperar un momento.  Cuando entramos otra vez en la capilla, oí en el alma estas palabras:  Dile lo que has visto en esta capilla.  En aquel momento entró el arzobispo y preguntó si no teníamos nada que decirle.  Sin embargo, aunque tenía la orden de hablar, no pude porque estaba en compañía de una de las hermanas.  Todavía una palabra sobre la confesión:  Impetrar la misericordia para el mundo, es una idea grande y bella, ruegue mucho, hermana, por la misericordia para los pecadores, pero hágalo en su propio convento.

474  El día siguiente, viernes 13 XI 1935.


Por la tarde, estando yo en mi celda, vi al ángel, ejecutor de la ira de Dios.  Tenía una túnica clara, el rostro resplandeciente; una nube debajo de sus pies, de la nube salía rayos y relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y alcanzaban la tierra.  Al ver esta señal de la ira divina que iba a castigar la tierra y especialmente cierto lugar, por justos motivos que no puedo nombrar, empecé a pedir al ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia.  Pero mi suplica era nada comparada con la ira de Dios.  En aquel momento vi a la Santísima Trinidad.  La grandeza de su Majestad me penetró profundamente y no me atreví a repetir la plegaria.  En aquel mismo instante sentí en mi alma la fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta de esta gracia, en el mismo momento fui raptada delante del trono de Dios.  Oh, que grande es el Señor y Dios nuestro e inconcebible su santidad.  No trataré de describir esta grandeza porque dentro de poco la veremos todos, tal como es.  Me puse a rogar (197) a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro de mi.

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