379
15 II 1935. Viaje de uno días a la casa familiar para ver
a mi madre moribunda.
Al saber que mi
madre estaba gravemente enferma y ya cerca de la muerte, y que me pidió venir
porque deseaba verme una vez más antes de morir, en aquel momento se
despertaron todos los sentimientos del corazón.
Como una niña que amaba sinceramente a su madre, deseaba ardientemente
cumplir su deseo, pero deje a Dios la decisión y me abandone plenamente a su
voluntad; sin reparar en el dolor del corazón, seguía la voluntad de Dios. En la mañana del día de mi onomástico, 15 de
febrero (166) la Madre Superiora me entregó otra carta de mi familia y me dio
el permiso de ir a la casa familiar para cumplir el deseo y la petición de la
madre moribunda. En seguida empecé a
prepararme para el viaje y ya al anochecer salí de Vilna. Toda la noche la ofrecí por la madre
gravemente enferma para que Dios le concediera la gracia de que los
sufrimientos que estaba pasando no perdieran nada de su merito.
396 Durante el viaje tuve
una compañía muy agradable, ya que en el mismo compartimiento viajaban algunas señoras
pertenecientes [a una asociación religiosa mariana]; sentí que una de ellas sufría
mucho y que en su alma se desarrollaba una lucha encarnizada. Comencé a rezar mentalmente por ella. A las once las demás señoras pasaron al otro
compartimiento para platicar, mientras nosotras nos quedamos solas. Sentía que mi plegaria había provocado en
ella una lucha aun mayor. Yo no la
consolaba sino que rezaba con más ardor.
Por fin, esa alma se dirigió a mí y me pidió que le dijera si ella tenía
la obligación de cumplir cierta promesa hecha a Dios. En aquel momento conocí dentro de mí qué
promesa era y le contesté: Usted está
absolutamente obligada a cumplir esta promesa, porque de lo contrario será
infeliz durante toda su vida. Este
pensamiento no la dejará en paz.
Sorprendida de esa respuesta reveló delante de mi toda su alma.
Era una maestra
que antes de examinarse hizo a Dios la promesa de que si pasaba los exámenes se
dedicaría al servicio de Dios, es decir, entraría en el convento. Pero dijo: Después de aprobar muy bien los exámenes
ahora me he dejado llevar por el torbellino del mundo y no quiero entrar en el
convento, pero la conciencia no me deja en paz, y a pesar de las distracciones
me siento siempre descontenta.
Tras una larga
conversación esa persona fue completamente cambiada y dijo que inmediatamente emprendería
gestiones para ser recibida en un convento.
Me pidió que rogara por ella; sentí que Dios no le escatimaría sus
gracias.
397 Por la mañana llegué a
Varsovia, y a las 8 de la noche ya estaba en casa. Es difícil describir la alegría de los padres
y de toda la familia. (167) Mi madre
mejoró un poco, pero el medico no daba ninguna esperanza para su
restablecimiento completo. Después de
saludarnos, nos arrodillamos todos para agradecer a Dios por la gracia de
podernos ver todos una vez mas en la vida.
398
Al ver como rezaba mi padre me
avergoncé mucho, porque yo después de tantos años en el
convento, no
sabia rezar con tanta sinceridad y tanto ardor.
No dejo de agradecer a Dios por los padres que tengo.
399
Oh, como ha cambiado todo en
estos 10 años, todo es desconocido: el jardín
era tan pequeño y ahora es irreconocible, los hermanos y las hermanas eran
todavía pequeños y ahora no los puedo reconocer, todos grandes y me sorprendí
de no haberles encontrado tales como eran cuando nos habíamos separado.
400` Stasio me acompañaba a
la iglesia todos los días. Sentía que
aquella querida alma era muy agradable a Dios.
El ultimo día, cuando ya no había nadie en la iglesia, fui con él
delante del Santísimo Sacramento y rezamos juntos el Te Deum. Tras un instante de
silencio ofrecí esta querida alma al dulcísimo Corazón de Jesús. ¡Cuánto pude rezar en esta iglesia! Recordé todas las gracias que en este lugar había
recibido y que en aquel tiempo no comprendía y a menudo abusaba de ellas; y me sorprendí
yo misma de cómo había podido ser tan ciega.
Mientras reflexionaba y lamentaba mi ceguera, de súbito vi. Al Señor
Jesús resplandeciente de una belleza inexpresable que me dijo con
benevolencia: Oh elegida Mía, te colmaré con gracias aun mayores para que seas
testigo de Mi infinita misericordia por toda la eternidad.
401 Aquellos días en casa
me pasaron entre mucha compañía porque todos quisieron verme y decirme algunas
palabras. Muchas veces conté hasta 25
personas. Les interesaron mis relatos
sobre la vida de los santos. Me
imaginaba que nuestra casa era una verdadera casa de Dios, porque cada noche se
hablaba en ella solo de Dios. Cuando,
cansada de relatar y deseosa de la soledad y del silencio, me aparté por la
noche al jardín para poder hablar con Dios a solas, ni siquiera conseguí esto,
ya que vinieron en seguida los hermanos y las hermanas y me llevaron a casa y
tuve que seguir hablando, todos los ojos clavados (168) en mi. Pero logré encontrar el modo de tomar
aliento, pedí a los hermanos que cantasen para mi, porque tenían bellas voces y
además uno tacaba el violín y otro la mandolina, y así en ese tiempo pude
dedicarme a la oración interior sin evitar su compañía. Me costó mucho el tener que besar a los niños. Venias las vecinas con niños y pedían que los
tomara al menos un momento en brazos y les diera un beso. Consideraban eso como un gran favor y para mi
era una ocasión para ejercitarme en la virtud, porque mas de uno estaba
bastante sucio, pero para vencerme y no mostrar aversión, a aquellos niños
sucios les daba dos besos. Una vecina trajo
a su niño enfermo de los ojos, los cuales estaban llenos de pus y me dijo: Hermana, tómalo en brazos un momento. La naturaleza sentía aversión, pero sin
reparar en nada, tomé en brazos y besé dos veces los purulentos ojos del niño y
pedí a Dios por la mejoría. Tuve muchas
ocasiones para ejercitarme en la virtud.
Escuché a todos que decían sus quejas y advertí que no había corazones
alegres, porque no había corazones que amaran sinceramente a Dios, y no me sorprendía
nada. Me afligí mucho de que no pudiera
ver a mis dos hermanas. Sentí
interiormente en que gran peligro se encontraban sus almas. El dolor estrechó mi corazón solo al pensar
en ellas. Una vez, al sentirme muy cerca
de Dios, pedí ardientemente al Señor la gracia para ellas y el Señor me
contestó: Les concedo no solamente las gracias necesarias, sino también las
gracias particulares. Comprendí que
el Señor las llamaría a una más estrecha unión Consigo. Me alegro enormemente de que en nuestra
familia reine el amor tan grande.
402
Cuando me despedí de mis padres
y les pedí su bendición, sentí el poder de la gracia de Dios que fluyó sobre mi
alma. Mi padre, mi madre y mi madrina,
entre lágrimas, me bendijeron y felicitaron la máxima fidelidad a la gracia de
Dios, y pidieron que no olvidara nunca las numerosas gracias que Dios me había
concedido llamándome a la vida consagrada.
Pidieron mis oraciones.
(169) A pesar de que lloraban todos,
yo no derramé ni una sola lagrimita; traté de ser valiente y los consolé a
todos como pude, recordándoles el cielo y que allí no habría mas
separaciones. Stasio me acompaño al
automóvil; le dije cuanto Dios ama a las almas puras; le aseguré de que Dios
estaba contento con él. Mientras le
hablaba de la bondad de Dios y de cómo [Dios] piensa en nosotros, se puso a
llorar como un niño pequeño y yo no me sorprendí porque es un alma pura, pues
conoce a Dios fácilmente.
403
Cuando subí al automóvil,
desahogué el corazón y también me puse a llorar de alegría como una niña,
porque Dios concedía tantas gracias a nuestra familia y me sumergí en una oración
de agradecimiento.
404
Por la noche estaba ya en
Varsovia. Primero saludé al Dueño de
casa [159] y después saludé a toda la Comunidad. Cuando, antes de ir a descansar, fui a decir
buenas noches al Señor y le pedí perdón por haber hablado tan poco con Él
durante mi estancia en casa, oí en el alma una voz: Estoy
muy contento de que no hayas hablado Conmigo, y que hayas dado a conocer Mi
bondad a las almas y las hayas invitado a amarme.
405
La Madre Superiora [160] me
dijo que al día siguiente iríamos a Józefinek [161] las dos y que yo tendría la
oportunidad de hablar con la Madre General.
[162] Me alegré muchísimo de
eso. La Madre General como siempre, la
misma, llena de bondad, serenidad y espíritu de Dios; hablé con ella mucho
tiempo. Asistimos a un oficio de la tarde.
Cantaron la Letanía del Sagrado Corazón de Jesús. El Señor Jesús estaba expuesto en la
custodia, un momento después vi. al pequeño Señor Jesús que salio de la Hostia
y Él Mismo descansó en mis brazos.
406
Eso duró un breve momento, una
enorme alegría inundó mi alma. El Niño
Jesús tenía el mismo aspecto que cuando entré en la pequeña capilla junto con
la Madre Superiora, anteriormente mi Maestra, Maria Josefina.
407
Al día siguiente estaba ya en
mi querida Vilna. Oh, como me sentía
feliz de haber vuelto a nuestro convento.
Me parecía como si entrara otra vez, no dejaba de alegrarme del silencio
y de la calma gracias a las cuales el alma se sumerge en Dios tan fácilmente,
todos le ayudan en esto y nadie estorba.
(170) La
Cuaresma.
408
Cuando me sumerjo en la Pasión
del Señor, a menudo en la adoración veo al Señor Jesús bajo este aspecto: después de la flagelación los verdugos
tomaron al Señor y le quitaron su propia túnica que ya se había pegado a las
llagas; mientras la despojaban volvieron a abrirse sus llagas. Luego vistieron al Señor con un manto rojo,
sucio y despedazado sobre las llagas abiertas.
El manto llegaba a las rodillas solamente en algunos lugares. Mandaron al Señor sentarse en un pedazo de
madero y entonces trenzaron una corona de espinas y ciñeron con ella la Sagrada
Cabeza; pusieron una caña en su mano, y se burlaban de Él homenajeándolo como a
un rey. Le escupían en la Cara y otros
tomaban la caña y le pegaban en la Cabeza; otros le producían dolor a puñetazos,
y otros le taparon la Cara y le golpeaban con los puños. Jesús lo soportaba silenciosamente. ¿Quién puede entender, su dolor? Jesús tenía los ojos bajados hacia la
tierra. Sentí lo que sucedía entonces en
el dulcísimo Corazón de Jesús. Que cada
alma medite lo que Jesús sufría en aquel momento. Competían en insultar al Señor. Yo pensaba ¿de dónde podía proceder tanta
maldad en el hombre? La provoca el
pecado. Se encontraron el Amor y el
pecado.
409
Cuando, junto con una hermana, estábamos
en un templo durante la Santa Misa, sentí la grandeza y la Majestad de Dios; sentía
que aquel templo estaba impregnado de Dios.
Su Majestad me envolvió; a pesar de darme miedo me llenaba de calma y alegría;
conocí que nada podía oponerse a su voluntad.
Oh, si todas las almas [supieran] quién vive en nuestros templos, no habría
tantos insultos y tantas faltas de respeto en aquellos lugares santos.
410
Oh Amor eterno e inconcebible,
Te pido una gracia, ilumina mi mente con la luz de lo alto, permíteme conocer y
apreciar todas las cosas según su valor.
Al conocer la verdad, mi alma se llena de máxima alegría.
411
(171) 21 III 1935. Muchas veces durante la Santa Misa veo al Señor
en mi alma, siento su presencia que me invade por completo. Siento su mirada divina, hablo mucho con Él
sin decir una sola palabra. Conozco lo
que desea su Corazón Divino y siempre hago lo que Él prefiere. Amo hasta la locura y siento que soy amada
por Dios. En los momentos cuando me
encuentro con Dios en la profundidad de mis entrañas, me siento tan feliz que
no sé expresarlo. Estos momentos son
cortos, porque el alma no los soportaría mas, debería producirse la separación
del cuerpo. Aunque estos momentos son
muy cortos, no obstante su poder que pasa al alma permanece muchísimo
tiempo. Sin el menor esfuerzo siento un
profundo recogimiento que entonces me envuelve y que no disminuye a pesar de
que converso con la gente, ni me molesta en el cumplimento de mis deberes. Siento su constante presencia sin ningún
esfuerzo del alma, siento que estoy unida a Dios tan estrechamente como una
gota de agua con el océano sin fondo.
Este jueves sentí
esta gracia al final de las oraciones; duró excepcionalmente mucho tiempo, es
decir, toda la Santa Misa, pensaba que moriría de gozo. En esos momentos conozco mejor a Dios y sus
atributos, y también me conozco mejor a mi y mi miseria, y me sorprende que
Dios se humille tanto hacia un alma tan miserable como la mía. Después de la Santa Misa me sentía sumergida
totalmente en Dios y tenia presente cada mirada suya a la profundidad de mi corazón.
412
Hacia el medio día entré un
momento en la capilla y otra vez el poder de la gracia golpeo mi corazón. Mientras permanecía en recogimiento, Satanás
tomó un tiesto de flores y con rabia lo tiró al suelo con toda su fuerza. vi. toda su furia y su envidia. No había nadie en la capilla, así que me
levanté y recogí el tiesto roto y replanté la flor, y quise ponerla rápidamente
en su lugar antes de que alguien viniera a la capilla. Sin embargo no lo logré, porque entraron en
seguida la Madre Superiora [163] y la hermana sacristana [164] y algunas otras
hermanas. La Madre Superiora se sorprendió
de que hubiera tocado algo en el pequeño altar y (172) que el tiesto hubiera caído;
la sacristana mostró su descontento; yo traté de no excusarme ni
justificarme. Pero, al anochecer me sentía
muy agotada y no pude hacer la Hora Santa, y pedí a la Madre Superiora el
permiso de acostarme mas temprano. Una
vez acostada, me dormí en seguida; no obstante cerca de las once, Satanás sacudió
mi cama. Me desperté inmediatamente y
comencé a rezar con calma a mi Ángel Custodio.
De súbito vi. las almas que estaban expiando en el purgatorio; su
aspecto era como una sombra y entre ellas vi. muchos demonios; uno de ellos
trató de molestarme arrojándose en forma de gato sobre mi cama y mis pies, y
era tan pesado como si [pesara] algunos pud*.
Todo aquel
tiempo rezaba el rosario; de madrugada aquellas figuras se fueron y pude
dormirme. Por la mañana, cuando fui a la
capilla, oí en el alma la voz: Estás unida a Mí y no tengas miedo de nada,
pero has de saber, niña Mía, que Satanás te odia; él odia muchas almas, pero
arde de un odio particular hacia ti, porque arrancaste a muchas almas de su
poder.
* pud – es una
antigua medida de peso rusa equivalente a 40 libras
413
Jueves
Santo, 18 IV
Por la mañana
escuché estas palabras: Desde hoy hasta la Resurrección no sentirás
Mi presencia, pero tu alma se llenara de gran añoranza, y en seguida un
gran deseo inundo mi alma; sentía la separación del amado Jesús y al acercarse
el momento de la Santa Comunión, vi. en el cáliz, en cada Hostia el Rostro
doliente de Jesús. A partir de aquel
momento sentí en mi corazón una añoranza aun mayor.
414Viernes
Santo. A las tres de la tarde, cuando
entré en la capilla, oí estas palabras: Deseo que esta imagen sea venerada en
publico (173). Luego vi al Señor
Jesús que agonizaba en la cruz entre terribles tormentos y del Corazón de Jesús
salieron estos dos rayos que están en la imagen.
415Sábado. Durante las vísperas vi. al Señor Jesús
resplandeciente como el sol, con una túnica clara, y me dijo: Que se alegre tu corazón. Y me inundó una gran alegría y me traspasó
totalmente la presencia de Dios que es un tesoro inexplicable para el alma.
416Cuando esta
imagen [165] fue expuesta, vi. un vivo movimiento de la mano de Jesús que trazó
una gran señal de la cruz. Por la noche
del mismo día, al acostarme, vi. que la imagen estaba pasando sobre una ciudad
y aquella ciudad estaba cubierta de redes y de trampas. Jesús, al pasar cortó todas las redes y por
fin trazó una gran señal de la santa cruz y desapareció. Y yo me vi. rodeaba de muchas figuras
malignas que ardían de gran odio hacia mí.
De sus bocas salían diferentes amenazas, pero ninguna me tocó. Después de un momento esa visión desapareció,
pero no pude dormirme durante mucho tiempo.
417
26 IV. El viernes, cuando estaba en Ostra Brama
durante las solemnidades en las cuales fue expuesta esta imagen, estuve
presente en la homilía que dijo mi confesor [166]; la homilía fue sobre la
Divina Misericordia, fue la primera de las que exigía el Señor Jesús desde
hacia mucho tiempo. Cuando empezó a
hablar de esta gran misericordia del Señor, la imagen tomó un aspecto vivo y
los rayos penetraron en los corazones de las personas reunidas, pero no en
grado igual, unos recibieron más y otros menos.
Una gran alegría inundo mi alma viendo la gracia de Dios.
(174) Entonces oí estas palabras: Tú eres testigo de Mi misericordia, por los
siglos estarás delante de Mi trono como un vivo testigo de Mi misericordia.
418
Terminada la homilía, no esperé
el final del oficio, por que tenia prisa para volver a casa. Al dar yo algunos pasos, me cerraron el camino
toda una multitud de demonios que me amenazaron con terribles tormentos, y se
dejaron oír las voces: Nos has quitado
todo por lo que habíamos trabajado tantos años.
Cuando les pregunté: ¿De donde
llegan en tal multitud? Estas figuras
malignas me contestaron: De los
corazones humanos, no nos molestes.
419
Viendo su tremendo odio hacia
mi, entonces pedí ayuda al Ángel Custodio y en un solo momento apareció la
figura luminosa y radiante del Ángel de la Guarda que me dijo: No tengas miedo, esposa de mi Señor, estos espíritus
no te van a hacer ningún mal sin su permiso Los espíritus malignos
desaparecieron en seguida y el fiel Ángel de la Guarda me acompañó de modo
visible hasta la casa misma. Su mirada
era modesta y serena, y de la frente brotaba un rayo de fuego.
Oh Jesús, desearía
fatigarme y cansarme, y sufrir durante toda la vida por este único momento en
que vi. Tu gloria, Señor, y los beneficios de las almas.
Domingo, 28 IV 1935
420El primer
domingo después de la Pascua de Resurrección, es decir, Fiesta de la
Misericordia del Señor, clausura del Jubileo de Redención. Cuando fuimos a esta solemnidad, el corazón
me latía de alegría por estar unidas estas dos solemnidades tan
estrechamente. Pedí a Dios la
misericordia para las almas pecadoras.
Cuando terminó el oficio, y el sacerdote tomó el Santísimo Sacramento
para impartir la bendición, súbitamente vi. al Señor Jesús con el mismo aspecto
que tiene en esta imagen. El Señor impartió
la bendición y los rayos se extendieron sobre todo el mundo. De repente vi. una claridad inaccesible en
forma de una habitación de cristal, tejida de ondas de luz impenetrable (175) a
cualquier criatura o espíritu. Para
entrar en la claridad [había] tres puertas y en ese instante Jesús, con el
mismo aspecto que tiene en la imagen, entró en aquel resplandor a través de la
segunda puerta, hasta el interior de la unidad.
Es la Unidad Trinitaria que es inconcebible, infinita. Oí la voz:
Esta Fiesta ha salido de las
entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias. Toda alma que cree y tiene confianza en Mi
misericordia, la obtendrá. Me alegré
enormemente de la bondad y de la grandeza de mi Dios.
29
IV 1935
421En víspera
de exponer la imagen fui con nuestra Madre Superiora a ver a nuestro confesor
[167]. Cuando en la conversación fue
abordado el tema de esta imagen, el confesor pidió que una de las hermanas
ayudara a trenzar guirnaldas. La Madre
Superiora dijo que Sor Faustina ayudaría.
Eso me alegró muchísimo. Cuando
regresamos a casa me dediqué en seguida a preparar los ramos verdes y con ayuda
de una de las alumnas los transportamos.
Ayudó también una persona que trabaja cerca de la iglesia. A las siete de la tarde estaba ya todo listo,
la imagen estaba ya colgada; sin embargo algunas señoras notaron que yo iba y
venia por allí, ya que seguramente mas estorbaba [168] que ayudaba, pues al día
siguiente preguntaron a las hermanas ¿qué cosa era aquella bella imagen y qué
significado tenia? Ustedes, hermanas, lo
sabrán seguramente, porque ayer una de las hermanas la adornaba. Las hermanas muy sorprendidas porque no sabían
nada, todas quisieron verla y en seguida sospecharon de mí. Decían:
Sor Faustina lo sabrá seguramente todo.
Cuando
empezaron a preguntarme, callaba, porque no pude decir la verdad. Mi silencio incitó su curiosidad; redoblé mi
vigilancia para no mentir ni decir la verdad, porque no tenía permiso. Entonces empezaron a mostrarme su descontento
y reprocharme abiertamente: ¿Cómo (176)
es posible que la gente de fuera lo sepa y nosotras no? Empezaron diferentes juicios sobre mí. Sufrí mucho durante tres días, pero una
extraña fuerza entró en mi alma. Me
alegré de poder sufrir para Dios y para las almas que habían obtenido su
misericordia en esos días. Al ver tantas
almas que habían obtenido la misericordia de Dios en esos días, considero nada
las fatigas y el sufrimiento aunque sean las mas grandes y aunque duren hasta
el fin del mundo, porque ellos tienen limite mientras las almas que se han
convertido [son salvadas] de los tormentos que nunca tienen fin. Experimentaba un gran gozo viendo a otros que
volvía a la fuente de la felicidad, al seno de la Divina Misericordia.
422Viendo la dedicación
y el empeño del Padre Sopocko en este asunto, admiraba en él su paciencia y su
humildad; todo esto costó no sólo mucho empeño y varios disgustos, sino también
mucho dinero, y todo lo subvencionó el Padre Sopocko. Veo que la Providencia Divina lo había
preparado a cumplir esta obra de la misericordia antes de que yo lo pidiera a
Dios. Oh, que misteriosos son Tus
caminos, Dios, y felices las almas que siguen la voz de la gracia de Dios.
423Oh alma mía,
adora al Señor por todo y glorifica su misericordia, porque su bondad no tiene
limites. Todo pasará, pero su
misericordia no tiene límites ni fin; si bien la maldad llegue a llenar su
medida, en la misericordia no hay medida.
Oh Dios mío,
aun en los castigos con que hieres la tierra veo el abismo de Tu misericordia,
porque castigándonos aquí en la tierra, nos liberas del castigo eterno. Alégrense, todas las criaturas, porque están
mas cerca de Dios en su infinita misericordia que el niño recién nacido del corazón
de su madre. Oh Dios, que eres la Piedad
misma para los más grandes pecadores arrepentidos sinceramente; cuanto más
grande es el pecador, tanto mayor es el derecho que tiene a la Divina
Misericordia (177).
424En un
momento, 12 V 1935.
Por la noche,
apenas me acosté, me dormí, pero si me dormí rápidamente, más rápidamente
todavía fui despertada. Vino a mí un Niño
pequeño y me despertó. Este Niño podía
tener cerca de un año y me sorprendí de que hablara muy bien, ya que los niños
de esta edad no hablan nada o hablan de manera poco comprensible. Era indeciblemente bello, parecido al Niño
Jesús y me dijo estas palabras: Mira al cielo. Y cuando miré al cielo, vi. las estrellas
brillantes y la luna. Ese Niño me
preguntó: ¿Ves la luna y las estrellas? Contesté
que las veía y Él me replicó con estas palabras: Aquellas
estrellas son las almas de los cristianos fieles y la luna son las almas
consagradas. Ves la gran diferencia de
luz que hay entre la luna y las estrellas, igual de grande es en el cielo la
diferencia entre el alma de un religioso y la de un cristiano fiel. Y continúo que la verdadera grandeza está en amar
a Dios y en la humildad.
425Entonces vi.
cierta alma que esta separándose del cuerpo en terribles tormentos. Oh Jesús, cuando lo escribo tiemblo toda,
viendo las atrocidades que atestiguan contra ella…. Vi, como de un abismo
barroso salían almas de niños pequeños y más grandes, de unos nueve años. Estas almas eran repugnantes y asquerosas,
semejantes a los monstruos mas espantosos, a los cadáveres en descomposición,
pero esos cadáveres estaban vivos y atestiguaban en voz alta contra el alma a
la que yo veía agonizando; y el alma a la que veía en agonía era un alma que en
el mundo había recibido muchos honores y aplausos, cuyo fin es el vacío y el
pecado. Por fin salio una mujer que en
una especie de delantal llevaba lagrimas y que atestiguo mucho contra él.
426Oh hora
terrible, (178) en la que se nos presentaran todas nuestras obras en su
completa desnudez y [miseria]; ni una de ellas se pierde, nos acompañaran
fielmente hasta el juicio de Dios. No
tengo palabras ni términos de comparación para expresar cosas tan terribles y
aunque me parece que esta alma no esta condenada, no obstante sus tormentos no
difieren en nada de los tormentos infernales, con la única diferencia de que un
día terminarán.
427Un momento
después vi. nuevamente a ese mismo Niño que me había despertado, y que era de
una belleza esplendida, y me repitió estas palabras: La
verdadera grandeza del alma está en amar a Dios y en la humildad. Pregunté a ese Niño: ¿Cómo sabes que la verdadera grandeza del
alma está en amar a Dios y en la humildad?, estas cosas las pueden saber
solamente los teólogos, mientras Tu ni siquiera has estudiado el catecismo y
¿cómo lo sabes? Y Él me contestó: Lo sé
y sé todo, y en aquel momento desapareció.
428Pero yo no
me dormí en absoluto, mi mente estaba cansada de lo que empecé a meditar sobre
lo que había visto. Oh, almas humanas,
conocen la verdad muy tarde. Oh, abismo
de la Divina Misericordia, derrámate lo antes posible sobre el mundo entero,
según lo que Tu Mismo has dicho.
429Mayo de 1935. En un momento,
cuando me di cuenta de los grandes designios de Dios respecto a mi, me asuste
de su grandeza y me sentí completamente incapaz de cumplirlos y empecé a evitar
interiormente las conversaciones con Él, y sustituía ese tiempo con la oración
oral. Lo hacia de humildad, pero pronto conocí
que no era una verdadera humildad, sino una gran tentación de Satanás. Una vez, cuando en lugar de la oración
interior comencé a leer un libro espiritual, oí en el alma estas palabras,
explicitas y fuertes: Preparas al mundo para Mi última venida. Estas palabras me conmovieron profundamente y
aunque fingía (179) como si no las hubiera oído, no obstante las comprendí bien
y no tenia ninguna duda al respecto. Una
vez, cansada de esta lucha de amor con dios y de excusarme constantemente de
ser incapaz de cumplir esta obra, quise salir de la capilla, pero alguna fuerza
me detuvo, me sentía inmovilizada. Entonces oí estas palabras: Piensas salir de la capilla, pero no saldrás
de Mí, porque estoy en todas partes; tú sola no podrás hacer nada para ti
misma, pero Conmigo puedes todo.
430Durante la
semana, cuando fui a mi confesor [169] y descubrí el estado de mi alma y
especialmente que evito la conversación interior con Dios, recibí la respuesta
que no debía evitar la conversación interior con Dios, sino que tenia que
escuchar las palabras que me decía.
431Actué según
las indicaciones del confesor y en el primer encuentro con el Señor, caí a los
pies de Jesús y con el corazón destrozado pedí perdón por todo. Luego Jesús me levantó del suelo y me sentó a
su lado, y me permitió poner la cabeza sobre su pecho para que pudiera
comprender y percibir mejor los deseos de su dulcísimo Corazón. Luego Jesús me dijo estas palabras: Hija Mía,
no tengas miedo de nada, Yo estoy siempre contigo; cualquier adversario te
puede hacer daño solamente si Yo se lo permito.
Tú eres Mi morada y Mi estable descanso, por ti detengo la mano
castigadora, por ti bendigo la tierra.
432En el mismo
instante siento algún fuego en mi corazón, siento que voy a perder los
sentidos, no se que pasa alrededor de mi, siento que me traspasa la mirada del Señor,
conozco bien su grandeza y mi miseria, un extraño sufrimiento penetra mi alma y
un gozo que no logro comparar con nada, me siento inerte en los brazos de Dios,
siento que estoy con Él y me disuelvo como una gota de agua en el océano. No se expresar lo que experimento; después de
tal plegaria interior siento fuerza y fortaleza para cumplir las mas difíciles
virtudes, siento aversión a todas las cosas que el mundo aprecia, con toda mi
alma deseo la soledad y el silencio.
433(180) V
[mayo] de 1935. Durante el oficio de
cuarenta horas [170] vi. el rostro del Señor Jesús en la Santa Hostia que
estaba expuesta en la custodia; Jesús miraba amablemente a todos.
434A menudo
veo al Niño Jesús durante la Santa Misa.
Es sumamente bello, en cuanto a la edad, parece que va a cumplir un
año. Una vez, al ver el mismo Niño en
nuestra capilla durante la Santa Misa, me invadió un fortísimo deseo y ansia
irresistible de acercarme al altar y de tomar al Niño Jesús. En el mismo instante el Niño Jesús se puso
junto a mi al borde del reclinatorio y con las dos manitas se agarró a mi
brazo, encantador y alegre, su mirada llena de profundidad y penetrante. Pero cuando el sacerdote partió la Hostia,
Jesús estaba en el altar y fue partido y consumido por aquel sacerdote.
Después de la
Santa Comunión vi. al idéntico Jesús en mi corazón y durante todo el día lo sentí
física, realmente en mi corazón. Un
recogimiento muy profundo se apodero de mí inconscientemente y no dije a nadie
ni una palabra, evitaba en lo posible la presencia de la gente, contestaba
siempre a las preguntas relacionadas con mis tareas, fuera de eso ni una
palabra.
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