Diario de Santa Faustina 111-129

 

111      (51)  Cuando en estos tormentos del alma trataba de acusarme en la confesión de los detalles mas pequeños, aquel sacerdote se extrañó de que no cometía faltas mas graves y me dijo las siguientes palabras:  Si en estos tormentos, hermana, usted es tan fiel a Dios, esto ya me da prueba de que Dios la sostiene con su gracia particular y si usted no lo entiende, no se preocupe.  Es extraño, sin embargo, que en estas cosas los confesores no pudieran ni comprenderme, ni tranquilizarme, hasta el encuentro con el Padre Andrasz y luego con el Padre Sopocko.

112     + Algunas palabras sobre la confesión y los confesores.  Recordaré solamente lo que experimenté y viví en mi propia alma.  Hay tres cosas por las cuales el alma no saca provecho de la confesión en aquellos momentos excepcionales.

La primera es que el confesor conoce poco los caminos extraordinarios y muestra asombro si un alma le revela los grandes misterios que Dios realiza en el alma.  Este asombro suyo pone en alarma a un alma sutil, y advierte que el confesor está indeciso en expresar su opinión; y si el alma nota esto, no se tranquiliza, sino que tiene aun mas dudas después de la confesión de cuantas tenia antes de ella, porque siente que el confesor la tranquiliza, [pero] él mismo no está seguro.  O bien, lo que me ha ocurrido a mí, que el confesor, sin poder penetrar algunos misterios del alma, le rehúsa la confesión, muestra un cierto temor al acercarse esa alma a la rejilla.  ¡Cómo puede un alma en tal estado, adquirir tranquilidad en el confesionario, visto que es tan sensible a cada palabra del confesor!.  Según mi parecer, en estos momentos de visitas especiales de Dios en el alma, si [el sacerdote] no la entiende, debería referirla a un confesor con experiencia y conocimiento, o él mismo adquirir luces para dar al alma lo que ella necesita, y no rehusarle simplemente la confesión, porque de este modo la expone a un gran peligro y mas de un alma puede abandonar el camino, en el cual Dios quería tenerla de modo particular.  Es una cosa de gran importancia, porque yo misma lo experimenté, [esto es] que ya empezaba a vacilar a pesar de estos singulares dones de Dios; aunque Dios Mismo me tranquilizaba, no obstante deseaba siempre tener el sello de la Iglesia.
(52) La segunda cosa es que el confesor no permite expresarse sinceramente, manifiesta la impaciencia.  El alma entonces se calla y no dice todo y por lo tanto no saca provecho, cuando sucede que el confesor empieza a someter al alma a pruebas, y sin conocerla, en vez de ayudarle, le hace daño.  Y eso porque ella sabe que el confesor no la conoce, dado que no le ha permitido revelarse completamente en cuanto a las gracias, ni tampoco en cuanto a la miseria.  Pues la prueba no es apropiada.  Tuve algunas pruebas de las cuales me reí.  Expresaré mejor esto con las palabras de que el confesor es el médico del alma, y, ¿cómo el médico, sin conocer la enfermedad, puede dar una medicina apropiada?  Nunca.  Porque no tendrá ningún efecto deseado, o le recetará demasiado fuerte y agravará la enfermedad y a veces, Dios no lo quiera, puede provocar la muerte, porque [es] demasiado fuerte.  Lo digo por experiencia, que en algunos casos fue Dios Mismo que me sostenía.

La tercera cosa es que, a veces el confesor da poca importancia a las cosas pequeñas.  En la vida espiritual no hay nada pequeño.  A veces, una cosa aparentemente pequeña descubre algo de gran importancia, y para el confesor es un haz de luz para conocer al alma.  Muchos matices espirituales se esconden en cosas pequeñas.

No se levantará jamás un magnifico edificio si tiramos los ladrillos pequeños.  De ciertas almas Dios exige una gran pureza, pues les envía un conocimiento mas profundo de la miseria.  Iluminadas con la luz [que viene] de lo alto, conocen mejor lo que agrada a Dios y lo que no le agrada.  El pecado es según el conocimiento y la luz del alma, lo mismo también las imperfecciones, aunque ella sabe que lo que se refiere estrictamente al sacramento es el pecado.  Pero estas pequeñas cosas tienen una gran importancia en la aspiración hacia la santidad y el confesor no las puede menospreciar.  La paciencia y la benevolencia del confesor abren el camino a los más profundos secretos del alma.  El alma casi inconscientemente revela la profundidad abismal y se siente más fuerte y más resistente, ahora lucha con más valor, hace más esfuerzos, porque sabe que debe rendir cuenta de ello.

(53)    Recordaré una cosa más respecto al confesor.  En ocasiones tiene que experimentar, tiene que poner a prueba, tiene que ejercitar, tiene que poner a prueba, tiene que ejercitar, tiene que conocer si está tratando con la paja o con el hierro, o con el oro puro.  Cada una de estas tres almas necesita ejercitarse de un modo diferente.  El confesor debe necesariamente formarse una opinión clara de cada una, para saber lo que puede soportar en determinados momentos, circunstancias y casos.  En cuanto a mí, después de muchas experiencias, cuando me di cuenta de no ser comprendida, no revelaba  mi alma y no turbaba mi tranquilidad.  Pero esto sucedió solo, desde el momento en que todas estas gracias estaban bajo el juicio del confesor con discernimiento, instruido y con experiencia.  Ahora se como comportarme en ciertos casos.

                   113  Y deseo nuevamente decir tres palabras al alma que desea decididamente tender hacia la santidad y obtener frutos, es decir, provechos de la confesión.
                           La primera, total sinceridad y apertura.  El más santo y más sabio confesor no puede infundir por la fuerza en el alma lo que él desea si el alma no es sincera y abierta.  El alma insincera, cerrada se expone a un gran peligro en la vida espiritual y el Señor Jesús Mismo no se ofrece a tal alma de modo superior, porque sabe que ella no sacaría ningún provecho de estas gracias particulares.
                          
                           La segunda palabra, la humildad.  El alma no saca el debido provecho del sacramento de la confesión si no es humilde.  La soberbia mantiene al alma en la oscuridad.  Ella no sabe y no quiere penetrar exactamente en lo profundo de su miseria, se enmascara y evita todo lo que la debería sanar.

                            La tercera palabra es la obediencia.  El alma desobediente no conseguirá ninguna victoria, aunque el Señor Jesús Mismo la confiese directamente.  El más experto confesor no ayudará nada a tal alma.  El alma desobediente se expone a gran peligro y no progresará nada en la perfección y no se defenderá en la vida espiritual.  Dios colma generosamente con gracias al alma, pero al alma obediente.

                    114  (54) + Oh, ¡qué gratos son los himnos que fluyen de un alma víctima!  Todo el cielo queda admirado por tal alma, especialmente si es probada por Dios.  [Ella] dirige hacia Él sus nostálgicos lamentos.  Su belleza es grande, porque fluye de Dios.  Camina por la selva de la vida herida por el amor divino.  Toca la tierra con un solo pie.

                    115  + El alma, al salir de aquellos tormentos, es profundamente humilde.  La pureza de su alma es grande.  Sin reflexionar, en cierto modo, ella sabe mejor lo que conviene hacer en un momento determinado y lo que [conviene] abandonar.  Siente el más delicado toque de la gracia y es muy fiel a Dios.

                            Ella reconoce a Dios desde lejos y goza de Dios incesantemente.  En muy poco tiempo descubre a Dios en las almas de otras personas y en general en su alrededor.  Al alma es purificada por Dios Mismo.  Dios, como puro Espíritu, introduce al alma en la vida puramente espiritual.  Dios Mismo primero preparó y purificó a esta alma, es decir la hizo capaz para una estrecha convivencia con Él.  De modo espiritual ella esta en la comunión con el Señor en un descanso de amor.  Habla con el Señor sin uso de los sentidos.  Dios llena al alma con su luz.  Su mente, iluminada, ve claramente y distingue los grados en esta vida espiritual.  Ve como se unía a Dios de un modo imperfecto, cuando participaban los sentidos y la espiritualidad estaba unida a los sentidos, aunque de una manera ya superior y especial, no obstante imperfecta.  Existe la unión con el Señor superior y más perfecta, es decir la intelectual.  Aquí el alma se ve más protegida de las ilusiones, su espiritualidad es más profunda y más pura.  En una vida donde intervienen los sentidos, uno está más expuesto a las ilusiones.  Debería ser mayor la prudencia de ella misma [del alma] y de los confesores.  Hay momentos, en los cuales Dios introduce al alma en el estado puramente espiritual.  Los sentidos se apagan y están como muertos.   El alma está unida a Dios de manera mas intima posible, está sumergida en la divinidad, su conocimiento es total y perfecto, no parcial, como antes, sino general y completo.  Se deleita en ello.  Pero quiero hablar todavía de los momentos de la prueba.  En tales momentos es necesario que los confesores tengan paciencia con esa alma.  Pero la mayor paciencia la debe tener el alma consigo misma.

                 116    (55) Oh Jesús mió, Tú sabes lo que experimenta mi alma al recordar aquellos tormentos.  Más de una vez me he extrañado de que los Ángeles y los santos queden silenciosos cuando un alma soporta semejantes sufrimientos.  Sin embargo ellos nos aman muy especialmente en tales momentos.  Más de una vez mi alma gritó hacia Dios, como un niño pequeño grita con todas sus fuerzas cuando la madre tapa su rostro y él no la puede reconocer.  Oh Jesús mío, por esas pruebas de amor, sea gloria y honor a Ti.  Tu misericordia es grande e inconcebible.  Oh Señor, todos Tus proyectos respecto a mi alma están llenos de Tu misericordia.

                  117   Recordaré aquí que los que conviven con tal persona no deben agregar sufrimientos exteriores, ya que de verdad cuando el alma tiene el cáliz lleno hasta el borde, a veces justamente esta gota que nosotros agregamos a su cáliz, será aquella que sobra y rebosara el cáliz de la amargura.  ¿Y quien responde por aquella alma?  Guardémonos de agregar sufrimientos a los demás, porque eso no agrada al Señor.  Si las hermanas o las Superioras supieran o sospecharan que el alma dada está soportando esas pruebas y a pesar de eso, por su parte le agregaran sufrimientos, pecarían mortalmente y Dios Mismo pediría por esta alma.  No hablo aquí de los casos que por [su] naturaleza son pecados, sino que hablo de algo que en otro momento sería pecado.  Tengamos cuidado de tener a aquellas almas sobre nuestra conciencia.  Es un gran defecto de la vida religiosa y de la vida en general que, al ver a un alma en sufrimiento, siempre se tiene ganas de agregarle aun más.  No hablo de todos, pero sí existen.  Nos permitimos hacer juicios de todo tipo y hablamos allí donde muchas veces no deberíamos repetirlo.
                 118    La lengua es un órgano pequeño, pero hace cosas grandes.  Una religiosa que no es callada, nunca llegará a la santidad, es decir no será santa.  No se haga ilusiones; a no ser que el Espíritu de Dios hable por ella, en tal caso no debe callar.  Pero para poder oír la voz de Dios, hay que tener la serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste, sino un silencio en el alma, es decir al recogimiento en Dios.  Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir el silencio  y, al contrario, se puede hablar poco y romper continuamente el silencio.  Oh, que daños irreparables causa no guardar (56) el silencio.  Se hace muchos daños al prójimo, pero sobre todo a su propia alma.

                  119   Según mi opinión y mi experiencia, la regla del silencio debería estar en el primer lugar.  Dios no se da a una alma parlanchina, que como un zángano en la colmena zumba mucho, pero no produce miel.  El alma hablantina está vacía en su interior.  No hay en ella ni virtudes fundamentales, ni intimidad con Dios.  Ni hablar de una vida mas profunda, ni de una paz dulce, ni del silencio en el que mora Dios.  El alma sin gustar la dulzura del silencio interior, es un espíritu inquieto y perturba este silencio en los demás.  Vi a muchas almas en los abismos infernales por no haber observado el silencio.  Ellas mismas me lo dijeron cuando las pregunté cuál había sido la causa de su ruina.  Eran almas consagradas.  Oh Dios mío, qué dolor al pensar que podrían estar no solamente en el paraíso, sino hasta ser santas.  Oh Jesús, Misericordia, tiemblo al pensar que debo rendir cuenta de la lengua, en la lengua está la vida, pero también la muerte, a veces con la lengua matamos, cometemos un verdadero asesinato ¿Y podemos considerar esto como una cosa pequeña?  De verdad, no entiendo estas conciencias.  Conocí a una persona que, al enterarse por otra de cierta cosa que se decía de ella… se enfermó gravemente, perdió allí mucha sangre y muchas lágrimas y luego vino una triste consecuencia, no causada por la espada sino por la lengua.  Oh mi Jesús

                 120    He pasado al tema del silencio, pero no quiero hablar de esto, sino de la vida del alma con Dios y de su respuesta a la gracia.  Cuando el alma ha sido purificada y el Señor está en relación de intimidad con ella, ahora se concentra toda la fuerza del alma en tender hacia Dios.  Pero ella de por sí no puede nada.  Aquí solamente Dios arregla todo, el alma lo sabe y está consciente de ello.  Ella vive todavía en el destierro y comprende bien que [puede] haber todavía días nublados y lluviosos, pero ella debe mirar todo esto con la actitud distinta a la mantenida hasta ahora.  No se refugia en una paz engañosa, sino que se dispone a la lucha.  Ella sabe que es de la estirpe guerrera.  Ahora se da cuenta mejor de todo.

                 121   (57) + Una serie de gracias que Dios derrama sobre el alma después de aquellas pruebas de fuego.  Goza de una estrecha unión con Dios.  Tiene muchas visiones sensibles y espirituales, oye muchas palabras sobrenaturales y a veces órdenes precisas; pero a pesar de estas gracias, no se basta a sí misma.  Tanto menos precisamente, porque Dios la visita con estas gracias, debido a que está expuesta a varios peligros y puede fácilmente caer en la ilusión.  Debería pedir a Dios un guía espiritual, pero no solamente pedir un guía, sino que solicitar y buscar a un director que entienda las cosas como el caudillo que tiene que conocer los caminos por los cuales conduce a la batalla.  A un alma que está unida a Dios, es necesario prepararla para grandes y encarnizados combates.

                           + Después de estas purificaciones y pruebas, Dios trata con el alma de modo especial, pero el alma no siempre colabora con estas gracias.  No porque ella misma de por si no quiera colaborar, sino que enfrenta tan grandes dificultades interiores y exteriores que, de verdad, hace falta un milagro para que esa alma se mantenga a estas alturas.  Aquí necesita obligatoriamente al director.  A menudo llenaban mi alma de dudas y algunas veces [mi alma] se asustaba de por sí, al pensar que después de todo yo era una ignorante, no entendía muchas cosas y menos todavía las cosas espirituales.  No obstante, cuando las dudas aumentaban, buscaba luz en un confesor o en las Superioras.  Pero no obtenía lo que deseaba.

                  122    Cuando me descubrí ante las Superioras, una de ellas [71] conoció mi alma y el camino por el cual Dios quería conducirme.  Siguiendo sus indicaciones, empecé a avanzar rápidamente en el camino de la perfección.  Sin embargo eso no duró mucho tiempo.  Al descubrir mi alma mas a fondo, no recibí lo que deseaba y a la Superiora estas gracias le parecieron inverosímiles, así que ya no pude obtener nada de ella.  Me decía que no era posible que Dios conviviera tan íntimamente con una criatura.  Yo temo por usted, hermana, si acaso no sea alguna ilusión.  (58) Tomé consejo de un sacerdote.  Pero el confesor no me entendió y dijo:  Es mejor que usted, hermana, hable de estas cosas con las Superioras.  Y así andaba de las Superioras al confesor, del confesor a la Superioras, pero sin encontrar la paz.  Estas gracias de Dios empezaron a ser para mí un gran sufrimiento.  Más de una vez dije directamente al Señor: Jesús, tengo miedo de Ti, ¿no eres acaso algún fantasma?  Jesús siempre me tranquilizaba, pero yo siempre desconfiaba.  Una cosa extraña, cuanto mas yo desconfiaba, tanto Jesús me daba mas pruebas de que Él era el autor de estas cosas.

                  123    + Al darme cuenta de que no obtenía ninguna tranquilidad de las Superioras, decidí no hablar mas de esas cosas puramente interiores.  Por fuera procuraba, como una buena religiosa, hablar de todo con las Superioras, pero de la necesidad del alma hablaría solamente en el confesionario.  Por muchas y muy justas razones entendí que la mujer no es llamada para discernir tales misterios.  Me expuse a muchos sufrimientos inútiles.  Durante mucho tiempo fue considerada como poseída por el espíritu maligno y me miraban con lastima y la Superiora tomo precauciones respecto a mi.  Llegaba a mis oídos que las hermanas me miraban como si yo fuera así.  Y oscurecía el horizonte en alrededor.  Empecé a evitar estas gracias de Dios, pero si ello no estaba en mi poder.  De repente me invadió un recogimiento tan grande, que en contra de la voluntad me sumergí en dios y el Señor me tenía a su lado.

                 124    En los primeros momentos mi alma siempre esta un poco asustada, pero después una paz y una fuerza extrañas llenan mi alma.

                  125    + Hasta aquí se pudo soportar todo.  Pero cuando el Señor me pidió que pintara esta imagen, entonces de verdad, empezaron a hablar y a mirarme como a una histérica y una exaltada, y eso empezó a propagarse aun más.  Una de las hermanas vino para hablar conmigo en privado.  Y se puso a compadecerme.  Me dice:  Oigo hablar que usted, hermana, es una exaltada, que tiene algunas visiones.  Pobre hermana, defiéndase de ello.  (59)  Fue sincera aquella alma y lo que había oído me lo dijo con sinceridad.  Pero tuve que oír cosas semejantes todos los días.  Solamente Dios sabe cuánto eso me atormentaba.  

                   126   Sin embargo decidí soportar todo en silencio y no dar explicaciones a las preguntas que me hacían.  A algunas les irritaba mi silencio, especialmente a las más curiosas.  Otras, las de pensamiento más profundo, decían que seguramente Sor Faustina estaría muy cerca de Dios, visto que tenia la fuerza de soportar tantos sufrimientos.  Y veía delante de mi como dos grupos de jueces.  Trate de conseguir el silencio interior y exterior.  No decía nada referente a mi persona, aunque era interrogada por algunas hermanas directamente.  Mi boca calló.  Sufría como una paloma, sin quejarme.  Sin embargo algunas hermanas encontraban casi un placer en inquietarme de cualquier modo.  Les irritaba mi paciencia, sin embargo Dios me daba tanta fuerza interior, que lo soportaba con calma.

                  127   + Me di cuenta de que en aquellos momentos no tendría la ayuda de nadie y empecé a rezar, y a pedir al Señor un confesor.  Anhelaba que algún confesor me dijera esta única palabra:  Quédate tranquila, estas en un buen camino, o bien rechaza todo eso, porque no viene de Dios.  Sin embargo no encontraba a un sacerdote tan decidido que me dijera estas palabras claras en nombre del Señor.  Pues, continuaba en la incertidumbre.  Oh Jesús, si es Tu voluntad que viva en tal incertidumbre, sea bendito Tu Nombre.  Te ruego, Señor, Tú Mismo guía mi alma y quédate conmigo, porque sola soy nada.

                  128   Pues ya soy juzgada por todos lados, ya no queda nade de lo que hay en mi que se haya escapado al juicio de las hermanas; pero, en cierto sentido, ya se agoto todo y empezaron a dejarme en paz.  Mi alma atormentada descansó un poco, pero conocí que en aquellas persecuciones el Señor estuvo muy cerca de mí.  Eso duro un brevísimo instante.  Estalló nuevamente una violente tempestad.  Ahora las sospechas anteriores se hicieron seguras para ellas, y hay que escuchar nuevamente las mismas canciones.  Así lo dispone el Señor.  Pero lo extraño es que, incluso por fuera, empezaran para mi (60) distintas adversidades [72].  Esto provocó distintos sufrimientos, conocidos solamente por Dios.  Sin embargo trataba como podía, hacer todo con la intención más pura posible.  Veo que soy vigilada en todas partes como un ladrón:  en la capilla, cuando hago mis deberes, en la celda [73].  Ahora sé que además de la presencia de Dios tengo siempre la presencia humana; de verdad, mas de una vez esta presencia humana me molestó mucho.  Hubo momentos en que reflexionaba si desvestirme o no para lavarme.  De verdad, mi pobre cama también fue controlada muchas veces.  A veces me daba risa saber que no dejaban en paz ni siquiera la cama.  Una hermana me dijo, ella misma, que cada noche me miraba en la celda, para ver como me comportaba en ella.  Sin embargo los Superiores son siempre los Superiores.  Y si bien me humillaban personalmente y mas de una vez me llenaron de dudas, no obstante siempre me permitieron lo que exigía el Señor, aunque no tal y como yo pedía, pero si de otro modo satisficieron las demandas del Señor y me permitieron esas penitencias y mortificaciones.
  

  129    Un día, una de las Madres se enojó tanto conmigo y me humilló tanto, que pensé que no lo soportaría.  Me dijo:  Extravagante, histérica, visionaria, vete de mi habitación, no quiero conocerte.  Todo lo que pudo cayó sobre mi cabeza.  Al volver a la celda, me caí de cara al suelo delante de la cruz y miré a Jesús sin poder pronunciar ni una sola palabra.  Y sin embargo ocultaba a los demás y disimulaba como si no hubiera pasado nada entre nosotras.  Satanás siempre aprovecha tales momentos, comenzaron a venirme los pensamientos de desánimo:  He aquí tu premio por la fidelidad y la sinceridad.  ¿Cómo ser sincera, si se es tan incomprendida?  Oh Jesús, Jesús, ya no aguanto mas.  Otra vez caí al suelo bajo aquel peso y comencé a sudar y el miedo empezó a dominarme.  No tengo en quien apoyarme interiormente.  De repente oí en mi alma la voz:  No tengas miedo, Yo estoy contigo,  y una luz extraña iluminó mi mente y comprendí que no debía someterme a tales tristezas y una fuerza me llenó, y salí de la celda con un nuevo ánimo para enfrentar los sufrimientos. 

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