111 (51) Cuando en estos tormentos del alma trataba de
acusarme en la confesión de los detalles mas pequeños, aquel sacerdote se
extrañó de que no cometía faltas mas graves y me dijo las siguientes
palabras: Si en estos tormentos,
hermana, usted es tan fiel a Dios, esto ya me da prueba de que Dios la sostiene
con su gracia particular y si usted no lo entiende, no se preocupe. Es extraño, sin embargo, que en estas cosas
los confesores no pudieran ni comprenderme, ni tranquilizarme, hasta el
encuentro con el Padre Andrasz y luego con el Padre Sopocko.
112 + Algunas palabras sobre la
confesión y los confesores. Recordaré
solamente lo que experimenté y viví en mi propia alma. Hay tres cosas por las cuales el alma no saca
provecho de la confesión en aquellos momentos excepcionales.
La primera es que el confesor conoce poco los caminos
extraordinarios y muestra asombro si un alma le revela los grandes misterios
que Dios realiza en el alma. Este
asombro suyo pone en alarma a un alma sutil, y advierte que el confesor está
indeciso en expresar su opinión; y si el alma nota esto, no se tranquiliza,
sino que tiene aun mas dudas después de la confesión de cuantas tenia antes de
ella, porque siente que el confesor la tranquiliza, [pero] él mismo no está
seguro. O bien, lo que me ha ocurrido a
mí, que el confesor, sin poder penetrar algunos misterios del alma, le rehúsa
la confesión, muestra un cierto temor al acercarse esa alma a la rejilla. ¡Cómo puede un alma en tal estado, adquirir
tranquilidad en el confesionario, visto que es tan sensible a cada palabra del
confesor!. Según mi parecer, en estos
momentos de visitas especiales de Dios en el alma, si [el sacerdote] no la
entiende, debería referirla a un confesor con experiencia y conocimiento, o él mismo
adquirir luces para dar al alma lo que ella necesita, y no rehusarle
simplemente la confesión, porque de este modo la expone a un gran peligro y mas
de un alma puede abandonar el camino, en el cual Dios quería tenerla de modo
particular. Es una cosa de gran
importancia, porque yo misma lo experimenté, [esto es] que ya empezaba a
vacilar a pesar de estos singulares dones de Dios; aunque Dios Mismo me
tranquilizaba, no obstante deseaba siempre tener el sello de la Iglesia.
(52) La segunda cosa es que el confesor no permite expresarse
sinceramente, manifiesta la impaciencia.
El alma entonces se calla y no dice todo y por lo tanto no saca
provecho, cuando sucede que el confesor empieza a someter al alma a pruebas, y
sin conocerla, en vez de ayudarle, le hace daño. Y eso porque ella sabe que el confesor no la
conoce, dado que no le ha permitido revelarse completamente en cuanto a las
gracias, ni tampoco en cuanto a la miseria.
Pues la prueba no es apropiada.
Tuve algunas pruebas de las cuales me reí. Expresaré mejor esto con las palabras de que
el confesor es el médico del alma, y, ¿cómo el médico, sin conocer la
enfermedad, puede dar una medicina apropiada?
Nunca. Porque no tendrá ningún
efecto deseado, o le recetará demasiado fuerte y agravará la enfermedad y a
veces, Dios no lo quiera, puede provocar la muerte, porque [es] demasiado
fuerte. Lo digo por experiencia, que en
algunos casos fue Dios Mismo que me sostenía.
La tercera cosa es que, a veces el confesor da poca importancia a
las cosas pequeñas. En la vida
espiritual no hay nada pequeño. A veces,
una cosa aparentemente pequeña descubre algo de gran importancia, y para el
confesor es un haz de luz para conocer al alma.
Muchos matices espirituales se esconden en cosas pequeñas.
No se levantará jamás un magnifico edificio si tiramos los ladrillos
pequeños. De ciertas almas Dios exige
una gran pureza, pues les envía un conocimiento mas profundo de la
miseria. Iluminadas con la luz [que
viene] de lo alto, conocen mejor lo que agrada a Dios y lo que no le
agrada. El pecado es según el
conocimiento y la luz del alma, lo mismo también las imperfecciones, aunque
ella sabe que lo que se refiere estrictamente al sacramento es el pecado. Pero estas pequeñas cosas tienen una gran
importancia en la aspiración hacia la santidad y el confesor no las puede
menospreciar. La paciencia y la
benevolencia del confesor abren el camino a los más profundos secretos del
alma. El alma casi inconscientemente
revela la profundidad abismal y se siente más fuerte y más resistente, ahora
lucha con más valor, hace más esfuerzos, porque sabe que debe rendir cuenta de
ello.
(53)
Recordaré una cosa más respecto
al confesor. En ocasiones tiene que
experimentar, tiene que poner a prueba, tiene que ejercitar, tiene que poner a
prueba, tiene que ejercitar, tiene que conocer si está tratando con la paja o
con el hierro, o con el oro puro. Cada
una de estas tres almas necesita ejercitarse de un modo diferente. El confesor debe necesariamente formarse una
opinión clara de cada una, para saber lo que puede soportar en determinados
momentos, circunstancias y casos. En
cuanto a mí, después de muchas experiencias, cuando me di cuenta de no ser
comprendida, no revelaba mi alma y no
turbaba mi tranquilidad. Pero esto
sucedió solo, desde el momento en que todas estas gracias estaban bajo el
juicio del confesor con discernimiento, instruido y con experiencia. Ahora se como comportarme en ciertos casos.
113 Y deseo nuevamente decir tres
palabras al alma que desea decididamente tender hacia la santidad y obtener
frutos, es decir, provechos de la confesión.
La primera, total
sinceridad y apertura. El más santo y
más sabio confesor no puede infundir por la fuerza en el alma lo que él desea
si el alma no es sincera y abierta. El
alma insincera, cerrada se expone a un gran peligro en la vida espiritual y el
Señor Jesús Mismo no se ofrece a tal alma de modo superior, porque sabe que
ella no sacaría ningún provecho de estas gracias particulares.
La segunda palabra,
la humildad. El alma no saca el debido
provecho del sacramento de la confesión si no es humilde. La soberbia mantiene al alma en la
oscuridad. Ella no sabe y no quiere
penetrar exactamente en lo profundo de su miseria, se enmascara y evita todo lo
que la debería sanar.
La tercera palabra
es la obediencia. El alma desobediente
no conseguirá ninguna victoria, aunque el Señor Jesús Mismo la confiese
directamente. El más experto confesor no
ayudará nada a tal alma. El alma
desobediente se expone a gran peligro y no progresará nada en la perfección y
no se defenderá en la vida espiritual.
Dios colma generosamente con gracias al alma, pero al alma obediente.
114 (54) + Oh, ¡qué gratos son
los himnos que fluyen de un alma víctima!
Todo el cielo queda admirado por tal alma, especialmente si es probada
por Dios. [Ella] dirige hacia Él sus
nostálgicos lamentos. Su belleza es
grande, porque fluye de Dios. Camina por
la selva de la vida herida por el amor divino.
Toca la tierra con un solo pie.
115 + El alma, al salir de
aquellos tormentos, es profundamente humilde.
La pureza de su alma es grande.
Sin reflexionar, en cierto modo, ella sabe mejor lo que conviene hacer
en un momento determinado y lo que [conviene] abandonar. Siente el más delicado toque de la gracia y
es muy fiel a Dios.
Ella reconoce a
Dios desde lejos y goza de Dios incesantemente.
En muy poco tiempo descubre a Dios en las almas de otras personas y en
general en su alrededor. Al alma es
purificada por Dios Mismo. Dios, como
puro Espíritu, introduce al alma en la vida puramente espiritual. Dios Mismo primero preparó y purificó a esta
alma, es decir la hizo capaz para una estrecha convivencia con Él. De modo espiritual ella esta en la comunión
con el Señor en un descanso de amor.
Habla con el Señor sin uso de los sentidos. Dios llena al alma con su luz. Su mente, iluminada, ve claramente y
distingue los grados en esta vida espiritual.
Ve como se unía a Dios de un modo imperfecto, cuando participaban los
sentidos y la espiritualidad estaba unida a los sentidos, aunque de una manera
ya superior y especial, no obstante imperfecta.
Existe la unión con el Señor superior y más perfecta, es decir la
intelectual. Aquí el alma se ve más
protegida de las ilusiones, su espiritualidad es más profunda y más pura. En una vida donde intervienen los sentidos,
uno está más expuesto a las ilusiones.
Debería ser mayor la prudencia de ella misma [del alma] y de los
confesores. Hay momentos, en los cuales
Dios introduce al alma en el estado puramente espiritual. Los sentidos se apagan y están como
muertos. El alma está unida a Dios de
manera mas intima posible, está sumergida en la divinidad, su conocimiento es
total y perfecto, no parcial, como antes, sino general y completo. Se deleita en ello. Pero quiero hablar todavía de los momentos de
la prueba. En tales momentos es
necesario que los confesores tengan paciencia con esa alma. Pero la mayor paciencia la debe tener el alma
consigo misma.
116 (55) Oh Jesús mió, Tú sabes
lo que experimenta mi alma al recordar aquellos tormentos. Más de una vez me he extrañado de que los
Ángeles y los santos queden silenciosos cuando un alma soporta semejantes
sufrimientos. Sin embargo ellos nos aman
muy especialmente en tales momentos. Más
de una vez mi alma gritó hacia Dios, como un niño pequeño grita con todas sus
fuerzas cuando la madre tapa su rostro y él no la puede reconocer. Oh Jesús mío, por esas pruebas de amor, sea
gloria y honor a Ti. Tu misericordia es
grande e inconcebible. Oh Señor, todos
Tus proyectos respecto a mi alma están llenos de Tu misericordia.
117 Recordaré aquí que los que
conviven con tal persona no deben agregar sufrimientos exteriores, ya que de
verdad cuando el alma tiene el cáliz lleno hasta el borde, a veces justamente
esta gota que nosotros agregamos a su cáliz, será aquella que sobra y rebosara
el cáliz de la amargura. ¿Y quien
responde por aquella alma? Guardémonos
de agregar sufrimientos a los demás, porque eso no agrada al Señor. Si las hermanas o las Superioras supieran o
sospecharan que el alma dada está soportando esas pruebas y a pesar de eso, por
su parte le agregaran sufrimientos, pecarían mortalmente y Dios Mismo pediría
por esta alma. No hablo aquí de los
casos que por [su] naturaleza son pecados, sino que hablo de algo que en otro
momento sería pecado. Tengamos cuidado
de tener a aquellas almas sobre nuestra conciencia. Es un gran defecto de la vida religiosa y de
la vida en general que, al ver a un alma en sufrimiento, siempre se tiene ganas
de agregarle aun más. No hablo de todos,
pero sí existen. Nos permitimos hacer
juicios de todo tipo y hablamos allí donde muchas veces no deberíamos repetirlo.
118 La lengua es un órgano
pequeño, pero hace cosas grandes. Una
religiosa que no es callada, nunca llegará a la santidad, es decir no será
santa. No se haga ilusiones; a no ser
que el Espíritu de Dios hable por ella, en tal caso no debe callar. Pero para poder oír la voz de Dios, hay que
tener la serenidad en el alma y observar el silencio, no un silencio triste,
sino un silencio en el alma, es decir al recogimiento en Dios. Se pueden decir muchas cosas sin interrumpir
el silencio y, al contrario, se puede
hablar poco y romper continuamente el silencio.
Oh, que daños irreparables causa no guardar (56) el silencio. Se hace muchos daños al prójimo, pero sobre
todo a su propia alma.
119 Según mi opinión y mi
experiencia, la regla del silencio debería estar en el primer lugar. Dios no se da a una alma parlanchina, que
como un zángano en la colmena zumba mucho, pero no produce miel. El alma hablantina está vacía en su
interior. No hay en ella ni virtudes
fundamentales, ni intimidad con Dios. Ni
hablar de una vida mas profunda, ni de una paz dulce, ni del silencio en el que
mora Dios. El alma sin gustar la dulzura
del silencio interior, es un espíritu inquieto y perturba este silencio en los
demás. Vi a muchas almas en los abismos
infernales por no haber observado el silencio.
Ellas mismas me lo dijeron cuando las pregunté cuál había sido la causa
de su ruina. Eran almas
consagradas. Oh Dios mío, qué dolor al
pensar que podrían estar no solamente en el paraíso, sino hasta ser
santas. Oh Jesús, Misericordia, tiemblo
al pensar que debo rendir cuenta de la lengua, en la lengua está la vida, pero
también la muerte, a veces con la lengua matamos, cometemos un verdadero
asesinato ¿Y podemos considerar esto como una cosa pequeña? De verdad, no entiendo estas
conciencias. Conocí a una persona que,
al enterarse por otra de cierta cosa que se decía de ella… se enfermó
gravemente, perdió allí mucha sangre y muchas lágrimas y luego vino una triste
consecuencia, no causada por la espada sino por la lengua. Oh mi Jesús
120 He pasado al tema del
silencio, pero no quiero hablar de esto, sino de la vida del alma con Dios y de
su respuesta a la gracia. Cuando el alma
ha sido purificada y el Señor está en relación de intimidad con ella, ahora se
concentra toda la fuerza del alma en tender hacia Dios. Pero ella de por sí no puede nada. Aquí solamente Dios arregla todo, el alma lo
sabe y está consciente de ello. Ella
vive todavía en el destierro y comprende bien que [puede] haber todavía días
nublados y lluviosos, pero ella debe mirar todo esto con la actitud distinta a
la mantenida hasta ahora. No se refugia
en una paz engañosa, sino que se dispone a la lucha. Ella sabe que es de la estirpe guerrera. Ahora se da cuenta mejor de todo.
121 (57) + Una serie de gracias
que Dios derrama sobre el alma después de aquellas pruebas de fuego. Goza de una estrecha unión con Dios. Tiene muchas visiones sensibles y
espirituales, oye muchas palabras sobrenaturales y a veces órdenes precisas;
pero a pesar de estas gracias, no se basta a sí misma. Tanto menos precisamente, porque Dios la
visita con estas gracias, debido a que está expuesta a varios peligros y puede
fácilmente caer en la ilusión. Debería
pedir a Dios un guía espiritual, pero no solamente pedir un guía, sino que
solicitar y buscar a un director que entienda las cosas como el caudillo que
tiene que conocer los caminos por los cuales conduce a la batalla. A un alma que está unida a Dios, es necesario
prepararla para grandes y encarnizados combates.
+ Después de estas
purificaciones y pruebas, Dios trata con el alma de modo especial, pero el alma
no siempre colabora con estas gracias.
No porque ella misma de por si no quiera colaborar, sino que enfrenta
tan grandes dificultades interiores y exteriores que, de verdad, hace falta un
milagro para que esa alma se mantenga a estas alturas. Aquí necesita obligatoriamente al director. A menudo llenaban mi alma de dudas y algunas
veces [mi alma] se asustaba de por sí, al pensar que después de todo yo era una
ignorante, no entendía muchas cosas y menos todavía las cosas
espirituales. No obstante, cuando las
dudas aumentaban, buscaba luz en un confesor o en las Superioras. Pero no obtenía lo que deseaba.
122 Cuando me descubrí ante las
Superioras, una de ellas [71] conoció mi alma y el camino por el cual Dios
quería conducirme. Siguiendo sus
indicaciones, empecé a avanzar rápidamente en el camino de la perfección. Sin embargo eso no duró mucho tiempo. Al descubrir mi alma mas a fondo, no recibí
lo que deseaba y a la Superiora estas gracias le parecieron inverosímiles, así
que ya no pude obtener nada de ella. Me
decía que no era posible que Dios conviviera tan íntimamente con una
criatura. Yo temo por usted, hermana, si
acaso no sea alguna ilusión. (58) Tomé
consejo de un sacerdote. Pero el
confesor no me entendió y dijo: Es mejor
que usted, hermana, hable de estas cosas con las Superioras. Y así andaba de las Superioras al confesor,
del confesor a la Superioras, pero sin encontrar la paz. Estas gracias de Dios empezaron a ser para mí
un gran sufrimiento. Más de una vez dije
directamente al Señor: Jesús, tengo miedo de Ti, ¿no eres acaso algún
fantasma? Jesús siempre me
tranquilizaba, pero yo siempre desconfiaba.
Una cosa extraña, cuanto mas yo desconfiaba, tanto Jesús me daba mas
pruebas de que Él era el autor de estas cosas.
123 + Al darme cuenta de que no
obtenía ninguna tranquilidad de las Superioras, decidí no hablar mas de esas
cosas puramente interiores. Por fuera
procuraba, como una buena religiosa, hablar de todo con las Superioras, pero de
la necesidad del alma hablaría solamente en el confesionario. Por muchas y muy justas razones entendí que
la mujer no es llamada para discernir tales misterios. Me expuse a muchos sufrimientos
inútiles. Durante mucho tiempo fue
considerada como poseída por el espíritu maligno y me miraban con lastima y la
Superiora tomo precauciones respecto a mi.
Llegaba a mis oídos que las hermanas me miraban como si yo fuera
así. Y oscurecía el horizonte en
alrededor. Empecé a evitar estas gracias
de Dios, pero si ello no estaba en mi poder.
De repente me invadió un recogimiento tan grande, que en contra de la voluntad
me sumergí en dios y el Señor me tenía a su lado.
124 En los primeros momentos mi
alma siempre esta un poco asustada, pero después una paz y una fuerza extrañas
llenan mi alma.
125 + Hasta aquí se pudo soportar
todo. Pero cuando el Señor me pidió que
pintara esta imagen, entonces de verdad, empezaron a hablar y a mirarme como a
una histérica y una exaltada, y eso empezó a propagarse aun más. Una de las hermanas vino para hablar conmigo
en privado. Y se puso a
compadecerme. Me dice: Oigo hablar que usted, hermana, es una
exaltada, que tiene algunas visiones.
Pobre hermana, defiéndase de ello.
(59) Fue sincera aquella alma y
lo que había oído me lo dijo con sinceridad.
Pero tuve que oír cosas semejantes todos los días. Solamente Dios sabe cuánto eso me
atormentaba.
126 Sin embargo decidí soportar
todo en silencio y no dar explicaciones a las preguntas que me hacían. A algunas les irritaba mi silencio,
especialmente a las más curiosas. Otras,
las de pensamiento más profundo, decían que seguramente Sor Faustina estaría
muy cerca de Dios, visto que tenia la fuerza de soportar tantos
sufrimientos. Y veía delante de mi como
dos grupos de jueces. Trate de conseguir
el silencio interior y exterior. No
decía nada referente a mi persona, aunque era interrogada por algunas hermanas
directamente. Mi boca calló. Sufría como una paloma, sin quejarme. Sin embargo algunas hermanas encontraban casi
un placer en inquietarme de cualquier modo.
Les irritaba mi paciencia, sin embargo Dios me daba tanta fuerza
interior, que lo soportaba con calma.
127 + Me di cuenta de que en
aquellos momentos no tendría la ayuda de nadie y empecé a rezar, y a pedir al
Señor un confesor. Anhelaba que algún
confesor me dijera esta única palabra:
Quédate tranquila, estas en un buen camino, o bien rechaza todo eso,
porque no viene de Dios. Sin embargo no
encontraba a un sacerdote tan decidido que me dijera estas palabras claras en
nombre del Señor. Pues, continuaba en la
incertidumbre. Oh Jesús, si es Tu
voluntad que viva en tal incertidumbre, sea bendito Tu Nombre. Te ruego, Señor, Tú Mismo guía mi alma y
quédate conmigo, porque sola soy nada.
128 Pues ya soy juzgada por
todos lados, ya no queda nade de lo que hay en mi que se haya escapado al
juicio de las hermanas; pero, en cierto sentido, ya se agoto todo y empezaron a
dejarme en paz. Mi alma atormentada
descansó un poco, pero conocí que en aquellas persecuciones el Señor estuvo muy
cerca de mí. Eso duro un brevísimo
instante. Estalló nuevamente una
violente tempestad. Ahora las sospechas
anteriores se hicieron seguras para ellas, y hay que escuchar nuevamente las
mismas canciones. Así lo dispone el
Señor. Pero lo extraño es que, incluso
por fuera, empezaran para mi (60) distintas adversidades [72]. Esto provocó distintos sufrimientos,
conocidos solamente por Dios. Sin
embargo trataba como podía, hacer todo con la intención más pura posible. Veo que soy vigilada en todas partes como un
ladrón: en la capilla, cuando hago mis
deberes, en la celda [73]. Ahora sé que
además de la presencia de Dios tengo siempre la presencia humana; de verdad,
mas de una vez esta presencia humana me molestó mucho. Hubo momentos en que reflexionaba si
desvestirme o no para lavarme. De
verdad, mi pobre cama también fue controlada muchas veces. A veces me daba risa saber que no dejaban en
paz ni siquiera la cama. Una hermana me
dijo, ella misma, que cada noche me miraba en la celda, para ver como me
comportaba en ella. Sin embargo los
Superiores son siempre los Superiores. Y
si bien me humillaban personalmente y mas de una vez me llenaron de dudas, no
obstante siempre me permitieron lo que exigía el Señor, aunque no tal y como yo
pedía, pero si de otro modo satisficieron las demandas del Señor y me
permitieron esas penitencias y mortificaciones.
129 Un día, una de las Madres se enojó tanto conmigo y me humilló tanto,
que pensé que no lo soportaría. Me
dijo: Extravagante, histérica,
visionaria, vete de mi habitación, no quiero conocerte. Todo lo que pudo cayó sobre mi cabeza. Al volver a la celda, me caí de cara al suelo
delante de la cruz y miré a Jesús sin poder pronunciar ni una sola
palabra. Y sin embargo ocultaba a los
demás y disimulaba como si no hubiera pasado nada entre nosotras. Satanás siempre aprovecha tales momentos,
comenzaron a venirme los pensamientos de desánimo: He aquí tu premio por la fidelidad y la
sinceridad. ¿Cómo ser sincera, si se es
tan incomprendida? Oh Jesús, Jesús, ya
no aguanto mas. Otra vez caí al suelo
bajo aquel peso y comencé a sudar y el miedo empezó a dominarme. No tengo en quien apoyarme
interiormente. De repente oí en mi alma
la voz: No tengas miedo, Yo estoy contigo,
y una luz extraña iluminó mi mente y comprendí que no debía someterme a
tales tristezas y una fuerza me llenó, y salí de la celda con un nuevo ánimo
para enfrentar los sufrimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario