Diario de Santa Faustina 77-92


Tinieblas y tentaciones.

77  Mi mente estaba extrañamente obscurecida, ninguna verdad me parecía clara.  Cuando me hablaban de Dios, mi corazón era como una roca.  No lograba sacar del corazón ni un solo sentimiento de amor hacia Él.  Cuando con un acto de voluntad trataba de permanecer junto a Dios, experimentaba grandes tormentos y me parecía que con ello causaba una ira mayor de Dios.  No podía absolutamente meditar tal y como meditaba anteriormente.  Sentía un gran vacío en mi alma y no conseguía llenarlo con nada.  Empecé a sentir el hambre y el anhelo de Dios, pero veía toda mi impotencia.  Trataba de leer despacio, frase por frase y meditar del mismo modo, pero fue en vano.  No comprendía nada de lo que leía.  Delante de los ojos de mi alma estaba constantemente todo el abismo de mi miseria.  Cuando iba a la capilla por algunos ejercicios espirituales, siempre experimentaba aun más tormentos y tentaciones.  A veces, durante toda la Santa Misa luchaba con los pensamientos blasfemos que trataban de salir de mis labios.  Sentía aversión por los santos sacramentos.  Me parecía que no sacaba ninguno de los beneficios que los santos sacramentos ofrecen.  Me acercaba [a ellos] solamente por obediencia al confesor y esa ciega obediencia era para mi el único camino que debía seguir y [mi] tabla de salvación.  Cuando el sacerdote me explico que ésas eran las pruebas enviadas por Dios y que, “con el estado en que te encuentras no sólo no ofendes a Dios, sino que le agradas mucho, (33) es una señal que Dios te ama inmensamente y que confía en ti, porque te visita con estas pruebas.”  No obstante esas palabras no me consolaron, me parecía que no se referían en nada a mí.  Una cosa me extrañaba.  A veces cuando sufría enormemente, en el momento de acercarme a la confesión, de repente todos estos terribles tormentos cesaban; pero cuando me alejaba de la rejilla, todos esos tormentos volvían a golpearme [con] mayor furia.  Entonces me postraba delante del Santísimo sacramento y repetía esas palabras:  Aunque me mates, yo confiaré en Ti [65].  Me parecía que agonizaba en aquellos dolores.  El pensamiento que más me atormentaba era que yo era rechazada por Dios.  Luego venían otros pensamientos:  ¿Para que empeñarme en las virtudes y en buenas obras?  ¿Para que mortificarme y anonadarme?  ¿Para que hacer votos?  ¿Para que rezar?  ¿Para que sacrificarme e inmolarme?  ¿Para que ofrecerme como victima en cada paso?  ¿Para que, si ya soy rechazada por Dios?  ¿Para que estos esfuerzos?  Y aquí solamente Dios sabe lo que ocurría en mi corazón.
 
78   Terriblemente atormentada por estos sufrimientos entré en la capilla y de la profundidad de mi alma dije estas palabras:  Haz conmigo, Jesús, lo que Te plazca.  Yo Te adoraré en todas partes.  Y que se haga en mi Tu voluntad, oh Señor y Dios mío, y yo glorificaré Tu infinita misericordia.  Después de este acto de sumisión cesaron estos terribles tormentos.  De repente vi. a Jesús que me dijo:  Yo estoy siempre en tu corazón.   Un gozo inconcebible inundó mi alma y [llenó] de gran amor de Dios que inflamó mi pobre corazón.  Veo que Dios nunca permite [sufrimientos] por encima de lo que podemos soportar.  Oh, no temo nada; si manda al alma grandes tribulaciones, la sostiene con una gracia aun mayor, aunque no la notamos para nada.  Un solo acto de confianza en tal momento da más gloria a Dios que muchas horas pasadas en el gozo de consolaciones durante la oración.  Ahora veo que si Dios quiere mantener a un alma en la oscuridad, no la iluminará ningún libro ni confesor.

79   (34) Oh Maria, Madre y Señora mía.  Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella.  Pongo todo en tus manos, oh mi Madre.  Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo.  Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud.  Oh Espléndida Azucena, Tu eres mi espejo, oh mi Madre.

80    Jesús, Divino prisionero del amor, cuando considero Tu amor y como Te has anonadado por mi, mis sentidos desfallecen.  Encubres Tu Majestad inconcebible y Te humillas rebajándote a mi, un ser miserable.  Oh Rey de la Gloria, aunque ocultas Tu hermosura, el ojo de mi alma desgarra el velo.  Veo a los coros de ángeles que te honran incisamente y a todas las potencias celestiales que Te alaban sin cesar y que Te dicen continuamente:  Santo, Santo, Santo.  

Oh ¿Quién comprenderá Tu amor y Tu misericordia insondable hacia nosotros?  Oh prisionero del amor, encierro mi pobre corazón en este tabernáculo para adorarte sin cesar día y noche.  No se de ninguna objeción a esta adoración, y aunque estoy físicamente lejos de Ti, mi corazón esta siempre Contigo.  Nada puede impedir mi amor hacia Ti.  No existe ningún obstáculo para mí.  Oh Jesús Te consolare por todas las ingratitudes, por las blasfemias, por la tibieza, por el odio de los impíos, por los sacrilegios.  Oh Jesús, deseo arder como victima pura y anonadada delante del trono de Tu escondite.  Te ruego incesantemente por los pecadores agonizantes.

81  Oh Santa Trinidad, Dios Uno e Indivisible, bendito seas por este gran regalo y testamento de misericordia.  Oh Jesús mío, para compensarte por los blasfemos, callaré cuando me reprendan injustamente, para satisfacerte aunque sea en una pequeña parte.  En mi alma Te estoy cantando continuamente un himno y nadie lo puede sospechar ni entender.  El canto de mi alma lo conoces sólo Tú, oh Creador y Señor mío.

82    (35)  No me dejare arrebatar por el trabajo hasta el punto de olvidarme a Dios. Pasare todos los momentos libres a los pies del Maestro oculto en el Santísimo Sacramento.  Él me enseña desde los años más tiernos.

83   Escribe esto:  Antes de venir como el Juez Justo, vengo como el Rey de Misericordia.  Antes de que llegue el día de la justicia, les será dado a los hombre este signo en el cielo.

Se apagara toda luz en el cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra.  Entonces, en el cielo aparecerá el signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminaran la tierra.  Eso sucederá poco tiempo antes del ultimo día.

84  Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.

Vilna, 2 VIII 1934

85  El viernes, después de la Santa Comunión fui trasladada en espíritu delante del trono de Dios.  Delante del trono de Dios vi. las Potencias Celestiales que adoran a Dios sin cesar.  Más allá del trono vi. una claridad inaccesible a las criaturas; allí entra solamente el Verbo Encarnado como Intercesor.  Cuando Jesús entro en esa claridad, oí estas palabras: Escribe en seguida lo que vas a oír:  Soy el Señor en Mi Esencia y no conozco mandatos ni necesidades.  Si llamo a las criaturas a la vida, esto es el abismo de Mi misericordia.  En aquel mismo momento me vi. en nuestra capilla, como antes en mi reclinatorio.  La Santa Misa terminó.  Ya tenía escritas estas palabras.

86    + Cuando vi. cuanto mi confesor [66] debía sufrir a causa de la obra que Dios    realizaba a través de el, me espanté durante un momento y dije al Señor Jesús, después de todo esta obra es Tuya, pues ¿por qué (36) Te portas con él de tal modo que parece que se la dificultas, mientras exiges que la lleve adelante?

Escribe que día y noche Mi mirada descansa sobre él y permito estas contrariedades para multiplicar sus meritos.  Yo no recompenso por el resultado positivo sino por la paciencia y el trabajo emprendido por Mí.

Vilna, 26 X 1934, Viernes

87    Cuando iba con las alumnas [67] de la huerta a cenar, eran las seis menos diez, vi. al Señor Jesús encima de nuestra capilla bajo la misma apariencia que tenía cuando lo había visto por primera vez.  Tal y como está pintado en esta imagen.  Esos dos rayos que salían del Corazón de Jesús, envolvieron nuestra capilla y la enfermería y después toda la ciudad y se extendieron sobre el mundo entero.  Eso duro quizás unos cuatro minutos y desapareció.  Una de las jovencitas que estaba junto a mí, un poco detrás de las otras, también vio esos rayos, pero no vio a Jesús ni vio de donde esos rayos salían.  Quedo muy impresionada y [lo] contó a otras muchachas.  Las muchachas empezaron a reírse de ella, [diciendo] que fue una alucinación o tal vez la luz de un aeroplano, pero ella se obstinaba fuertemente en su opinión y decía que nunca en su vida había visto tales rayos.  Cuando las jovencitas le reprochaban que a lo mejor era un reflector, ella contesto que conocía la luz del reflector.  Rayos como aquellos nunca los había visto.  Después de la cena esa muchacha se dirigió a mí y me dijo que esos rayos la habían impresionado tanto que no conseguía calmarse; habría hablado continuamente de ello, sin embargo no vio al Señor Jesús.  Y me recordaba esos rayos sin cesar poniéndome así en cierta dificultad, dado que no le podía decir que había visto al Señor Jesús.  Oré por esa querida alma pidiendo que el Señor le concediera las gracias que ella tanto necesitaba.  Mi corazón se alegró porque Jesús Mismo se hace conocer en su obra.  Aunque por ese motivo tuve grandes disgustos, no obstante por Jesús se puede soportar todo.
88    (37) + Cuando fui a la adoración, sentí la cercanía de Dios.  Después de un momento vi. a Jesús y a Maria.  Esta visión llenó mi alma de alegría y le pregunté al Señor:  ¿Cuál es tu voluntad, Jesús, en esta cuestión en la que el confesor me ordena preguntar?  Jesús me contestó:  Es Mi voluntad que esté aquí y que no se dispense a sí mismo.  Y pregunté a Jesús si estaba bien la inscripción:  “Cristo, rey de Misericordia”, Jesús me contestó:  Soy Rey de Misericordia, y no dijo “Cristo”.  Deseo que esta imagen sea expuesta en público el primer domingo después de Pascua de Resurrección.  Ese domingo es la Fiesta de la Misericordia.  A través del Verbo Encarnado doy a conocer el abismo de Mi misericordia.
89     Sucedió que, tal y como el Señor había pedido, el primer acto de veneración a esta imagen por parte del publico [68] tuvo lugar el primer domingo después de Pascua.  Durante tres días la imagen estuvo expuesta en publico, y recibió la veneración publica porque había sido colocada en Ostra Brama, en un ventanal, en lo alto, por eso se la veía desde muy lejos.  Durante esos tres días en Ostra Brama fue celebrada con solemnidad la clausura del Jubileo de la Redención del Mundo, el 19 centenario de la Pasión del salvador.  Ahora veo que la obra de la Redención esta ligada a la obra de la misericordia que reclama el Señor.
90    Un día vi. interiormente lo mucho que iba a sufrir mi confesor.  Los amigos lo abandonarán y todos se opondrán a usted y las fuerzas físicas disminuirán.  Lo vi. como un racimo de uva elegido por el Señor y arrojado bajo la prensa de los sufrimientos, su alma.  Padre, en algunos momentos estaré llena de dudas respecto a mi y a esta obra.  Y vi como si Dios Mismo le fuera contrario, y pregunté al Señor ¿por qué se portaba así con el?, como si le dificultara lo que le encomendaba.  Y el Señor dijo:  Me porto así con el para dar testimonio de que esta obra es Mía.  Dile que (38) no tenga miedo de nada, Mi mirada esta puesta en él, día y noche.  En su corona habrá tantas coronas cuantas almas se salvaran a través de esta obra.  Yo no premio por el éxito en el trabajo sino por el sufrimiento.

91    Jesús mío, Tu solo sabes cuantas persecuciones sufro, y solamente porque Te soy
                           completamente fiel a Ti y a Tus órdenes.  Tú eres mi fuerza; apóyame para que
 siempre cumpla con fidelidad todo lo que exiges de mí.  Yo, por mi misma, no puedo hacer nada, pero si Tú me apoyas, todas las dificultades son nada para mí.  Oh Señor, veo que desde el primer momento en que mi alma recibió la capacidad de conocerte, mi vida es una lucha continua y cada vez mas violenta.  Cada mañana durante la meditación me preparo para la lucha de todo el día, y la Santa Comunión es mi garantía de que venceré, y así sucede.  Temo el día en que no tenga la Santa Comunión,.  Este Pan de los fuertes me da toda la fuerza para continuar esta obra y tengo el valor de cumplir todo lo que exige el Señor.  El valor y la fortaleza que están en mi no son míos sino de quien habita en mi, la Eucaristía.  Jesús mío, ¡que grandes son las incomprensiones! A veces, si no tuviera la Eucaristía, no tendría la fuerza para seguir el camino que me has indicado.


92    La humillación es [mi] alimento cotidiano.  Comprendo que la esposa acepta todo lo que atañe a su Esposo, por eso la vestimenta del desprecio que lo ha cubierto a Él debe cubrirme a mí también.  En los momentos en que sufro mucho, trato de callarme, porque desconfío de la lengua que en esos momentos es propensa a hablar de si misma, en lugar de servirme para alabar a Dios por todos los beneficios y dones que me han sido proporcionados.  Cuando recibo a Jesús en la Santa Comunión, le ruego con fervor que se digne sanar mi lengua para que no ofrenda con ella ni a Dios ni al prójimo.  Deseo que mi lengua alabe a Dios sin cesar.  Grandes culpas se cometen con la lengua.  Un alma no llegara a la santidad si no tiene cuidado con su lengua.

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