30 Una
vez, estaba yo reflexionando sobre la Santísima Trinidad, sobre la esencia
divina. Quería penetrar y conocer
necesariamente, quién era este Dios… En
un instante mi espíritu fue llevado como al otro mundo, vi un resplandor inaccesible
y en él como tres fuentes de claridad que no llegaba a comprender. De este resplandor salían palabras en formas de rayos y rodeaban el
cielo y la tierra. No entendí nada de
ello, me entristecí mucho. De repente
del mar del resplandor inaccesible, salió nuestro amado Salvador de una belleza
inconcebible, con las llagas resplandecientes.
Y de aquel resplandor se oyó la voz: Quién es Dios en su esencia, nadie lo sabrá, ni una mente angélica ni humana. Jesús me dijo: Trata de conocer a Dios a través de meditar sus atributos. Tras un instante, Jesús trazó con la
mano la señal de la cruz y desapareció.
31 + Una vez vi. una multitud de
gente en nuestra capilla y delante de ella, y en la calle por no caber dentro
[38]. La capilla estaba adornaba para
una solemnidad. Cerca del altar había
muchos eclesiásticos, además de nuestras hermanas y las de muchas otras
Congregaciones. Todos estaban esperando
a la persona que debía ocupar lugar en el alter. De repente oí una voz de que era yo quien iba
a ocupar lugar en el altar. Pero en
cuanto Salí de la habitación, es decir del pasillo, para cruzar el patio e ir a
la capilla siguiendo la voz que me llamaba, todas las p4rsonas empezaron a
tirar contra mí lo que podían: lodo, piedras, arena, escobas. Al primer momento vacilé si avanzar o no,
pero la voz me llamaba aun con más fuerza y a pesar de todo comencé a avanzar
con valor. Cuando crucé el umbral de la
capilla, las Superioras, las hermanas y las alumnas [39] e incluso los Padres
empezaron a golpearme con lo que podían, así que, queriendo o no, tuve que
subir rápido al lugar destinado en el altar.
En cuanto ocupé el lugar destinado, (13) la misma gente y las
alumnas, y las hermanas, y las Superioras, y los Padres, todos empezaron a
alargar las manos y a pedir gracias. Yo
no les guardaba resentimiento por haber arrojado contra mí todas esas cosas, y
al contrario tenía un amor especial a las personas que me obligaron a subir con
más prisa al lugar del destino. En aquel
momento una felicidad inconcebible inundó mi alma y oí esas palabras: Haz lo que quieras, distribuye gracias como
quieras, a quien quieras y cuando quieras.
La visión desapareció enseguida.
32 Una vez oí estas palabras: Ve a
la Superiora y pide que te permita hacer todos los días una hora de adoración
durante 9 días; [en] esta adoración intenta unir tu oración con Mi Madre. Reza con todo corazón en unión con María,
también trata de hacer el Vía Crucis
en este tiempo. Recibí el permiso, pero no para una hora
entera, sino para el tiempo que me permitían los deberes.
33 Debía hacer aquella noven por
intención de mi patria. En el séptimo
día de la novena vi a la Madre de Dios
entre el cielo y la tierra, con una túnica clara. Rezaba con las manos junto al pecho, mirando
hacia el cielo. De su corazón salían
rayos de fuego, algunos se dirigían al cielo y otros cubrían nuestra tierra.
34 Cuando conté algunas de estas
cosas al confesor [40], me dijo que podían venir verdaderamente de Dios, pero
también podían ser ilusiones. Como se trasladaba
a menudo, no tenía a un confesor permanente, además tenía una dificultad
increíble [en] explicar estas cosas.
Rezaba con ardor que Dios me diera esta enorme gracia de tener al
director espiritual. La recibí solo
después de los votos perpetuos, cuando fui a Vilna. Es el Padre Sopocko [41]. Dios me permitió conocerlo primero
interiormente, antes de venir a Vilna [42].
35 Oh, si hubiera tenido al director espiritual
desde el principio, no hubiera malgastado tantas gracias de Dios. El confesor puede ayudar mucho al alma, pero
también puede destruir mucho. Oh, como
los confesores deben prestar atención a la actuación de la gracia de Dios en
las almas de sus penitentes. Es una
cuestión de gran importancia. De las
gracias que hay en el alma se puede conocer su estrecha relación con Dios.
36 (14) Una vez fui llamada al
juicio de Dios. Me presenté delante del
Señor, a solas. Jesús se veía como
durante la Pasión. Después de un momento,
estas heridas desaparecieron y quedaron sólo cinco: en las manos, en los pies y
en el costado. Inmediatamente vi. todo
el estado de mi alma tal y como Dios la ve.
Vi claramente todo lo que no agrada a Dios. No sabía que hay que rendir cuentas ante el
Señor, incluso de las faltas más pequeñas.
¡Que momento! ¿Quién podrá
describirlo? Presentarse delante del
tres veces Santo, Jesús me preguntó: ¿Quién eres? Contesté: Soy Tu sierva, Señor. Tienes
la deuda de un día de fuego en el Purgatorio.
Quise arrojarme
inmediatamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y
dijo: ¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un breve tiempo en
la tierra? Contesté: Jesús, quiero sufrir en el Purgatorio y
quiero sufrir en la tierra los más grandes tormentos aunque sea hasta el fin
del mundo. Jesús dijo: Es
suficiente una cosa. Bajarás a la tierra
y sufrirás mucho, pero durante poco tiempo y cumplirás Mi voluntad y Mis
deseos. Un fiel siervo Mío te ayudará a
cumplirla.
Ahora, pon la cabeza sobre
Mi pecho, sobre Mi Corazón y de él toma fuerza y fortaleza para todos los
sufrimientos, porque no encontrarás alivio ni ayuda ni consuelo en ninguna otra
parte. Debes saber, que vas a sufrir
mucho, mucho, pero que esto no te asuste.
Yo estoy contigo.
37 Poco después de ese [suceso] me
enfermé [43]. Las dolencias físicas
fueron para mí una escuela de paciencia.
Sólo Jesús sabe cuantos esfuerzos de voluntad tuve que hacer para
cumplir los deberes [44].
38 Jesús, cuando quiere purificar
un alma, utiliza los instrumentos que Él quiere. Mi alma se siente completamente abandonada
por las criaturas. A veces la intención
más pura es interpretada mal por las hermanas [45]. Este sufrimiento es muy doloroso, pero Dios
lo admite y hay que aceptarlo, ya que a través de ellos nos hacemos más
semejantes a Jesús. Durante mucho tiempo
no pude [comprender] una cosa, a saber, ¿por qué Jesús me mando informar de
todo a las Superioras? Y las Superioras
no creían en mis palabras,
manifestándome compasión como si estuviera bajo la influencia de la ilusión o
la imaginación.
Debido a que [temía] que estaba en ilusión, decidí evitar a Dios
dentro de mí, temiendo las ilusiones.
(15) Sin embargo la gracia de
Dios me perseguía a cada paso. Y cuando
menos lo esperaba, Dios me hablaba.
39 + Un día Jesús me dijo que iba
a castigar una ciudad, que es la mas bonita de nuestra patria. El castigo iba a ser igual a aquel con el
cual Dios castigó a Sodoma y Gomorra. Vi
la gran ira de Dios y un escalofrió traspasó mi corazón. Rogué en silencio. Un momento después Jesús me dijo: Niña Mía, durante el sacrificio, únete
estrechamente Conmigo y ofrece al Padre Celestial Mi Sangre y Mis Llagas como
propiciación de los pecados de esta ciudad.
Repítelo ininterrumpidamente durante toda la Santa Misa. Hazlo durante siete días. Al séptimo día vi. a Jesús en una nube
clara y me puse a pedir que Jesús mirara aquella ciudad y todo nuestro
país. Jesús miró con bondad. Al ver la benevolencia de Jesús empecé a
rogarle por la bendición. De repente
Jesús dijo: Por ti bendigo al país
entero. Y con la mano hizo una gran
señal de la cruz encima de nuestra patria.
Al ver la bondad de Dios, una gran alegría llenó mi alma.
40 +El año 1929. Una vez durante la Santa Misa sentí la
cercanía de Dios de un modo muy particular, a pesar de que me defendía de Dios
y le daba la espalda. A veces rehuía de
Dios porque no quería ser victima del espíritu maligno, dado que más de una vez
me habían dicho que lo era. Esta incertidumbre
duró mucho tiempo. Durante la Santa
Misa, antes de la Santa Comunión, tuvo lugar la renovación de los votos
[46]. Al levantarnos de los
reclinatorios empezamos a repetir la formula de los votos y de repente, el
Señor Jesús se puso a mi lado, vestido con una túnica blanca, ceñido con un
cinturón de oro y me dijo: Te concedo el
amor eterno para que tu pureza sea intacta y para confirmar que nunca
experimentaras tentaciones impuras. Jesús
se quitó el cinturón de oro y ciñó con él mis caderas. Desde entonces no experimento ningunas
turbaciones contrarias a la virtud, ni en el corazón ni en la mente. Después comprendí que era una de las gracias
más grandes que la Santísima Virgen Maria obtuvo para mí, ya que durante muchos
años le había suplicado recibirla. A
partir de aquel momento tengo mayor devoción a la Madre de Dios. Ella me ha enseñado a amar interiormente a
Dios y cómo cumplir su santa voluntad en todo.
Maria, Tu eres la alegría, porque por medio de Ti, Dios descendió a la
tierra [y] a mi corazón.
41 (16) Una vez vi. a un siervo de
Dios en el peligro del pecado grave que iba a ser cometido un momento
después. Empecé a pedir a Dios que me
cargara con todos los tormentos del infierno, todos los sufrimientos que
quisiera, pero que liberase a ese sacerdote y lo alejara del peligro de cometer
el pecado. Jesús escuchó mi súplica y en
un momento sentí en la cabeza la corona de espinas. Las espinas de la corona penetraron hasta mi
cerebro. Esto duró tres horas. El siervo de Dios fue liberado de aquel
pecado y Dios fortaleció su alma con una gracia especial.
42 + En un momento, el día de la
Navidad, siento que me envuelve la omnipotencia, la presencia de Dios. Otra vez evito dentro de mí el encuentro con
el Señor. Pedí a la Madre Superiora el
permiso de ir a “Józefinek” [47], [para] visitar a las hermanas. La Madre Superiora nos dió el permiso y una
vez terminado el almuerzo, empezamos a prepararnos. Las hermanas ya me estaban esperando en la
puerta. Fui corriendo a la celda a
buscar la capita, en el umbral vi. al Señor Jesús quien me dijo estas
palabras: Ve, pero Yo Me tomo tu corazón. De
pronto sentí que no tenía corazón el pecho.
Como las hermanas me llamaron la atención de que debía darme prisa
porque ya era tarde, en seguida me fui con ellas. Pero un gran descontento empezó a
molestarme. Una añoranza penetró mi
alma, sin embargo, nadie, excepto Dios, sabía lo que había pasado en mi alma.
Tras pasar apenas un momento en “Józefinek”, dije a las
hermanas: Volvamos a casa. Las hermanas pidieron un pequeño descanso,
sin embargo mi espíritu no llegaba a calmarse.
Les expliqué que teníamos que volver a casa antes de que oscureciera y
había un buen trecho de camino por hacer, y regresamos a casa en seguida. Cuando la Madre Superiora nos encontró en el
pasillo, me preguntó: ¿No han salido
todavía o ya están de vuelta? Contesté
que ya habíamos regresado porque no quería volver de noche. Me quité la capita e inmediatamente fui a la
capilla. En cuanto entré, Jesús me dijo:
Ve a decir a la Madre Superiora que no
has vuelto para estar en casa antes del anochecer, sino porque te he quitado el
corazón. Aunque me costó mucho, fui
(17) a ver a la Madre Superiora y le expliqué sinceramente el motivo por el
cual había vuelto tan pronto y pedí perdón al Señor por todo lo que no le
agrada. En aquel momento Jesús inundó mi
alma de gran alegría. Entendí que no hay
satisfacción fuera de Dios.
43 Una vez vi a dos hermanas que
iban a entrar en el infierno. Un dolor
inexpresable me rasgó el alma; pedí a Dios por ellas, y Jesús me dijo: Ve a decir a la Madre Superiora que estas dos
hermanas están en ocasión de cometer un pecado grave. Al día siguiente se lo dije a la
Superiora. Una de ellas ya se había
arrepentido y se encontraba en estado de fervor y la otra aun estaba [en] un
gran combate.
44 Un día Jesús me dijo: Abandonaré
esta casa ….. porque hay cosas que no Me gustan en ella. Y la Hostia del tabernáculo y descansó
en mis manos y yo [con] alegría La coloqué en el tabernáculo. Eso se repitió otra vez y yo hice con Ella lo
mismo, sin embargo [eso] se repitió la tercera vez y la Hostia se transformó en
el Señor Jesús vivo, y Jesús me dijo: No Me quedaré aquí más tiempo. De repente, en mi alma se despertó un inmenso
amor a Jesús y dije: Yo no Te dejaré ir de esta casa Jesús. Y Jesús desapareció nuevamente y la Hostia
descansó en mis manos. Otra vez La puse
en el cáliz y La encerré en el tabernáculo.
Y Jesús se quedó con nosotras.
Durante tres días trate de hacer la adoración reparadora.
45 Una vez me dijo Jesús: Dile a
La Madre General que en esta casa sucede tal cosa que no Me gusta y que Me
ofende mucho. No le dije
inmediatamente, pero la inquietud que Dios me infundió no me permitió esperar
mas y no tardé nada en escribir a la Madre General y la paz entró en mi alma.
46 A menudo sentí la Pasión del Señor Jesús en mi
cuerpo; aunque esto fue invisible, me alegro de eso, porque Jesús quiere que
sea así. Eso duró muy poco tiempo. Estos sufrimientos incendiaban mi alma con un
fuego de amor hacia Dios y hacia las almas inmortales. El amor soportará todo, el amor continuará
después de la muerte, el amor no teme nada….
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