Diario de Santa Faustina 30-46




30       Una vez, estaba yo reflexionando sobre la Santísima Trinidad, sobre la esencia divina.  Quería penetrar y conocer necesariamente, quién era este Dios…  En un instante mi espíritu fue llevado como al otro mundo, vi un resplandor inaccesible y en él como tres fuentes de claridad que no llegaba a comprender.  De este resplandor salían  palabras en formas de rayos y rodeaban el cielo y la tierra.  No entendí nada de ello, me entristecí mucho.  De repente del mar del resplandor inaccesible, salió nuestro amado Salvador de una belleza inconcebible, con las llagas resplandecientes.  Y de aquel resplandor se oyó la voz: Quién es Dios en su esencia, nadie lo sabrá, ni una mente angélica ni humana.  Jesús me dijo: Trata de conocer a Dios a través de meditar sus atributos.   Tras un instante, Jesús trazó con la mano la señal de la cruz y desapareció.

31      + Una vez vi. una multitud de gente en nuestra capilla y delante de ella, y en la calle por no caber dentro [38].  La capilla estaba adornaba para una solemnidad.  Cerca del altar había muchos eclesiásticos, además de nuestras hermanas y las de muchas otras Congregaciones.  Todos estaban esperando a la persona que debía ocupar lugar en el alter.  De repente oí una voz de que era yo quien iba a ocupar lugar en el altar.  Pero en cuanto Salí de la habitación, es decir del pasillo, para cruzar el patio e ir a la capilla siguiendo la voz que me llamaba, todas las p4rsonas empezaron a tirar contra mí lo que podían: lodo, piedras, arena, escobas.  Al primer momento vacilé si avanzar o no, pero la voz me llamaba aun con más fuerza y a pesar de todo comencé a avanzar con valor.  Cuando crucé el umbral de la capilla, las Superioras, las hermanas y las alumnas [39] e incluso los Padres empezaron a golpearme con lo que podían, así que, queriendo o no, tuve que subir rápido al lugar destinado en el altar.

En cuanto ocupé el lugar destinado, (13) la misma gente y las alumnas, y las hermanas, y las Superioras, y los Padres, todos empezaron a alargar las manos y a pedir gracias.  Yo no les guardaba resentimiento por haber arrojado contra mí todas esas cosas, y al contrario tenía un amor especial a las personas que me obligaron a subir con más prisa al lugar del destino.  En aquel momento una felicidad inconcebible inundó mi alma y oí esas palabras: Haz lo que quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras.  La visión desapareció enseguida.
         
32    Una vez oí estas palabras:  Ve a la Superiora y pide que te permita hacer todos los                   días una hora de adoración durante 9 días; [en] esta adoración intenta unir tu oración con Mi Madre.  Reza con todo corazón en unión con María, también trata de hacer el Vía Crucis en  este tiempo.  Recibí el permiso, pero no para una hora entera, sino para el tiempo que me permitían los deberes.

33    Debía hacer aquella noven por intención de mi patria.  En el séptimo día de la   novena vi a la Madre de Dios entre el cielo y la tierra, con una túnica clara.  Rezaba con las manos junto al pecho, mirando hacia el cielo.  De su corazón salían rayos de fuego, algunos se dirigían al cielo y otros cubrían nuestra tierra.

34  Cuando conté algunas de estas cosas al confesor [40], me dijo que podían venir verdaderamente de Dios, pero también podían ser ilusiones.  Como se trasladaba a menudo, no tenía a un confesor permanente, además tenía una dificultad increíble [en] explicar estas cosas.  Rezaba con ardor que Dios me diera esta enorme gracia de tener al director espiritual.  La recibí solo después de los votos perpetuos, cuando fui a Vilna.  Es el Padre Sopocko [41].  Dios me permitió conocerlo primero interiormente, antes de venir a Vilna [42].

35     Oh, si hubiera tenido al director espiritual desde el principio, no hubiera malgastado tantas gracias de Dios.  El confesor puede ayudar mucho al alma, pero también puede destruir mucho.  Oh, como los confesores deben prestar atención a la actuación de la gracia de Dios en las almas de sus penitentes.  Es una cuestión de gran importancia.  De las gracias que hay en el alma se puede conocer su estrecha relación con Dios.

36    (14) Una vez fui llamada al juicio de Dios.  Me presenté delante del Señor, a solas.  Jesús se veía como durante la Pasión.  Después de un momento, estas heridas desaparecieron y quedaron sólo cinco: en las manos, en los pies y en el costado.  Inmediatamente vi. todo el estado de mi alma tal y como Dios la ve.  Vi claramente todo lo que no agrada a Dios.  No sabía que hay que rendir cuentas ante el Señor, incluso de las faltas más pequeñas.  ¡Que momento!  ¿Quién podrá describirlo?  Presentarse delante del tres veces Santo, Jesús me preguntó:  ¿Quién eres?  Contesté: Soy Tu sierva, Señor.  Tienes la deuda de un día de fuego en el Purgatorio.   Quise arrojarme inmediatamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y dijo:  ¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un breve tiempo en la tierra?  Contesté:   Jesús, quiero sufrir en el Purgatorio y quiero sufrir en la tierra los más grandes tormentos aunque sea hasta el fin del mundo.  Jesús dijo:  Es suficiente una cosa.  Bajarás a la tierra y sufrirás mucho, pero durante poco tiempo y cumplirás Mi voluntad y Mis deseos.  Un fiel siervo Mío te ayudará a cumplirla. 
Ahora, pon la cabeza sobre Mi pecho, sobre Mi Corazón y de él toma fuerza y fortaleza para todos los sufrimientos, porque no encontrarás alivio ni ayuda ni consuelo en ninguna otra parte.  Debes saber, que vas a sufrir mucho, mucho, pero que esto no te asuste.  Yo estoy contigo.

37    Poco después de ese [suceso] me enfermé [43].  Las dolencias físicas fueron para mí una escuela de paciencia.  Sólo Jesús sabe cuantos esfuerzos de voluntad tuve que hacer para cumplir los deberes [44].
38    Jesús, cuando quiere purificar un alma, utiliza los instrumentos que Él quiere.  Mi alma se siente completamente abandonada por las criaturas.  A veces la intención más pura es interpretada mal por las hermanas [45].  Este sufrimiento es muy doloroso, pero Dios lo admite y hay que aceptarlo, ya que a través de ellos nos hacemos más semejantes a Jesús.  Durante mucho tiempo no pude [comprender] una cosa, a saber, ¿por qué Jesús me mando informar de todo a las Superioras?  Y las Superioras no creían  en mis palabras, manifestándome compasión como si estuviera bajo la influencia de la ilusión o la imaginación.

Debido a que [temía] que estaba en ilusión, decidí evitar a Dios dentro de mí, temiendo las ilusiones.  (15)  Sin embargo la gracia de Dios me perseguía a cada paso.  Y cuando menos lo esperaba, Dios me hablaba.

39   + Un día Jesús me dijo que iba a castigar una ciudad, que es la mas bonita de nuestra patria.  El castigo iba a ser igual a aquel con el cual Dios castigó a Sodoma y Gomorra.  Vi la gran ira de Dios y un escalofrió traspasó mi corazón.  Rogué en silencio.  Un momento después Jesús me dijo: Niña Mía, durante el sacrificio, únete estrechamente Conmigo y ofrece al Padre Celestial Mi Sangre y Mis Llagas como propiciación de los pecados de esta ciudad.  Repítelo ininterrumpidamente durante toda la Santa Misa.  Hazlo durante siete días.  Al séptimo día vi. a Jesús en una nube clara y me puse a pedir que Jesús mirara aquella ciudad y todo nuestro país.  Jesús miró con bondad.  Al ver la benevolencia de Jesús empecé a rogarle por la bendición.  De repente Jesús dijo: Por ti bendigo al país entero.  Y con la mano hizo una gran señal de la cruz encima de nuestra patria.  Al ver la bondad de Dios, una gran alegría llenó mi alma.
40    +El año 1929.  Una vez durante la Santa Misa sentí la cercanía de Dios de un modo muy particular, a pesar de que me defendía de Dios y le daba la espalda.  A veces rehuía de Dios porque no quería ser victima del espíritu maligno, dado que más de una vez me habían dicho que lo era.  Esta incertidumbre duró mucho tiempo.  Durante la Santa Misa, antes de la Santa Comunión, tuvo lugar la renovación de los votos [46].  Al levantarnos de los reclinatorios empezamos a repetir la formula de los votos y de repente, el Señor Jesús se puso a mi lado, vestido con una túnica blanca, ceñido con un cinturón de oro y me dijo: Te concedo el amor eterno para que tu pureza sea intacta y para confirmar que nunca experimentaras tentaciones impuras.  Jesús se quitó el cinturón de oro y ciñó con él mis caderas.  Desde entonces no experimento ningunas turbaciones contrarias a la virtud, ni en el corazón ni en la mente.  Después comprendí que era una de las gracias más grandes que la Santísima Virgen Maria obtuvo para mí, ya que durante muchos años le había suplicado recibirla.  A partir de aquel momento tengo mayor devoción a la Madre de Dios.  Ella me ha enseñado a amar interiormente a Dios y cómo cumplir su santa voluntad en todo.  Maria, Tu eres la alegría, porque por medio de Ti, Dios descendió a la tierra [y] a mi corazón.
41    (16) Una vez vi. a un siervo de Dios en el peligro del pecado grave que iba a ser cometido un momento después.  Empecé a pedir a Dios que me cargara con todos los tormentos del infierno, todos los sufrimientos que quisiera, pero que liberase a ese sacerdote y lo alejara del peligro de cometer el pecado.  Jesús escuchó mi súplica y en un momento sentí en la cabeza la corona de espinas.  Las espinas de la corona penetraron hasta mi cerebro.  Esto duró tres horas.  El siervo de Dios fue liberado de aquel pecado y Dios fortaleció su alma con una gracia especial.
42    + En un momento, el día de la Navidad, siento que me envuelve la omnipotencia, la presencia de Dios.  Otra vez evito dentro de mí el encuentro con el Señor.  Pedí a la Madre Superiora el permiso de ir a “Józefinek” [47], [para] visitar a las hermanas.  La Madre Superiora nos dió el permiso y una vez terminado el almuerzo, empezamos a prepararnos.  Las hermanas ya me estaban esperando en la puerta.  Fui corriendo a la celda a buscar la capita, en el umbral vi. al Señor Jesús quien me dijo estas palabras:  Ve, pero Yo Me tomo tu corazón.  De pronto sentí que no tenía corazón el pecho.  Como las hermanas me llamaron la atención de que debía darme prisa porque ya era tarde, en seguida me fui con ellas.  Pero un gran descontento empezó a molestarme.  Una añoranza penetró mi alma, sin embargo, nadie, excepto Dios, sabía lo que había pasado en mi alma.

Tras pasar apenas un momento en “Józefinek”, dije a las hermanas:  Volvamos a casa.  Las hermanas pidieron un pequeño descanso, sin embargo mi espíritu no llegaba a calmarse.  Les expliqué que teníamos que volver a casa antes de que oscureciera y había un buen trecho de camino por hacer, y regresamos a casa en seguida.  Cuando la Madre Superiora nos encontró en el pasillo, me preguntó:   ¿No han salido todavía o ya están de vuelta?  Contesté que ya habíamos regresado porque no quería volver de noche.  Me quité la capita e inmediatamente fui a la capilla.  En cuanto entré, Jesús me dijo: Ve a decir a la Madre Superiora que no has vuelto para estar en casa antes del anochecer, sino porque te he quitado el corazón.  Aunque me costó mucho, fui (17) a ver a la Madre Superiora y le expliqué sinceramente el motivo por el cual había vuelto tan pronto y pedí perdón al Señor por todo lo que no le agrada.  En aquel momento Jesús inundó mi alma de gran alegría.  Entendí que no hay satisfacción fuera de Dios.

43    Una vez vi a dos hermanas que iban a entrar en el infierno.  Un dolor inexpresable me rasgó el alma; pedí a Dios por ellas, y Jesús me dijo: Ve a decir a la Madre Superiora que estas dos hermanas están en ocasión de cometer un pecado grave.  Al día siguiente se lo dije a la Superiora.  Una de ellas ya se había arrepentido y se encontraba en estado de fervor y la otra aun estaba [en] un gran combate.
44    Un día Jesús me dijo:  Abandonaré esta casa ….. porque hay cosas que no Me gustan en ella.    Y la Hostia del tabernáculo y descansó en mis manos y yo [con] alegría La coloqué en el tabernáculo.  Eso se repitió otra vez y yo hice con Ella lo mismo, sin embargo [eso] se repitió la tercera vez y la Hostia se transformó en el Señor Jesús vivo, y Jesús me dijo:  No Me quedaré aquí más tiempo.  De repente, en mi alma se despertó un inmenso amor a Jesús y dije: Yo no Te dejaré ir de esta casa Jesús.  Y Jesús desapareció nuevamente y la Hostia descansó en mis manos.  Otra vez La puse en el cáliz y La encerré en el tabernáculo.  Y Jesús se quedó con nosotras.  Durante tres días trate de hacer la adoración reparadora.
45    Una vez me dijo Jesús:  Dile a La Madre General que en esta casa sucede tal cosa que no Me gusta y que Me ofende mucho.  No le dije inmediatamente, pero la inquietud que Dios me infundió no me permitió esperar mas y no tardé nada en escribir a la Madre General y la paz entró en mi alma.
46     A menudo sentí la Pasión del Señor Jesús en mi cuerpo; aunque esto fue invisible, me alegro de eso, porque Jesús quiere que sea así.  Eso duró muy poco tiempo.  Estos sufrimientos incendiaban mi alma con un fuego de amor hacia Dios y hacia las almas inmortales.  El amor soportará todo, el amor continuará después de la muerte, el amor no teme nada….

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