183 Una mañana,
después de la Santa Comunión, oí esta voz:
Deseo que Me acompañes cuando voy
a los enfermos. Contesté que estaba
de acuerdo, pero un momento después reflexioné:
¿Cómo voy a hacerlo? Dado que las hermanas del segundo coro [101] no
acompañan al Santísimo Sacramento, siempre van las Hermanas Directoras. (92)
Pensé que Jesús lo solucionaría.
Pocos minutos después, la Madre Rafaela mandó llamarme y me dijo: Hermana, usted va a acompañar al Señor Jesús,
cuando el sacerdote visite a los enfermos.
Y durante todo el tiempo de la probación, siempre iba con luz,
acompañando a Jesús y como un oficial de Jesús procuraba siempre ceñirme con un
pequeño cinturón de hierro [102], porque no estaría bien acompañar al Rey
vestida como de costumbre. Esa
mortificación la ofrecía por los enfermos.
184 + La Hora Santa. Durante esta hora procuraba meditar la Pasión
del Señor. No obstante mi alma fue
inundada de gozo y de repente ví. al pequeño Niño Jesús. Y su Majestad me penetró y dije: Jesús, Tú eres tan pequeño, pero yo sé que Tú
eres mi Creador y Señor. Y Jesús me
contestó: Lo soy y trato contigo como un niño para enseñarte la humildad y la
sencillez.
Todos los
sufrimientos y las dificultades las ofrecía a Jesús como una ofrenda floral
para el día de nuestros desposorios perpetuos.
Nada me resultaba difícil al recordar que lo hacia por mi Esposo, como
una prueba de mi amor hacia Él.
185 Mi silencio
para Jesús. Procuraba mantener un gran
silencio por Jesús. En medio del mayor
ruido, Jesús siempre
encontraba silencio en mi corazón, aunque a veces eso me costó mucho. Pero por Jesús, ¿qué puede resultar grande
por Aquel a quien amo con toda la fuerza de mi alma?
186 + Hoy, Jesús me dijo: Deseo
que conozcas mas profundamente el amor que arde en Mi Corazón por las almas y
tu comprenderás esto cuando medites Mi Pasión.
Apela a Mi misericordia para los pecadores, deseo su (93)
salvación. Cuando reces esta oración con
corazón contrito y con fe por algún pecador, le concederé la gracia de la
conversión. Esta oración es la
siguiente:
187 Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón
de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.
188 En los últimos días de carnaval, mientras celebraba la Hora Santa,
vi. Al Señor Jesús sufriendo la flagelación.
¡Oh, que suplicio inimaginable!
Cuán terriblemente sufrió Jesús durante la flagelación! Oh pobres pecadores, ¿cómo se encontrarán el
día del juicio, con este Jesús a quien ahora están torturando tanto? Su Sangre fluyó sobre el suelo y en algunos
puntos la carne empezó a separarse. Y
vi. en la espalda algunos de sus huesos descarnados… Jesús emitía un gemido
silencioso y un suspiro.
189 En cierta
ocasión Jesús me dió a conocer lo mucho que le agrada el alma que observa
fielmente la regla. El alma obtiene
mayor recompensa por ser fiel a la regla que por las penitencias y por grandes
mortificaciones. Pero si éstas son
emprendidas fuera de la regla, aunque también reciben la recompensa, pero no
superior a la de la regla.
190 Durante una
adoración el Señor me pidió que me ofreciera a Él como victima por un
sufrimiento que serviría de reparación en la causa de Dios y no solamente en
general por los pecados del mundo, sino en particular por las faltas cometidas
en esta casa. Dije en seguida que sí,
que estaba dispuesta. No obstante, Jesús
me dio a conocer lo que debía sufrir y en un solo momento se presentó y pasó
delante de los ojos de mi alma todo el martirio. Primero, mis intenciones no serian
reconocidas, varias sospechas y desconfianzas, toda clase de humillaciones y
contrariedades, no las enumero todas.
(94) Delante de los ojos de mi
alma todo se presentó como una tempestad sombría, de la que un momento después
iban a soltarse rayos, que estaban esperando solamente mi consentimiento. Mi alma quedó espantada durante un momento. De repente sonó la campanilla para el
almuerzo. Salí de la capilla temblorosa
e indecisa. Sin embargo aquel sacrificio
estaba continuamente delante de mi, porque ni había decidido aceptarlo ni
tampoco había dicho no al Señor. Quería
someterme a su voluntad. Si Jesús Mismo
me la asignaba, estaba preparada. Pero
Jesús me dio a conocer que era yo quien debía aceptar voluntariamente y con
pleno conocimiento, porque si no, no tendría ningún significado. Todo su valor consistía en mi acto voluntario
frente a Él, pero al mismo tiempo el Señor me dio a conocer que eso estaba en
mi poder. Lo podía hacer, pero [podía]
también no hacerlo. En aquel momento
contesté: Jesús, acepto todo, cualquier cosa que quieras mandarme; confío en Tu
bondad. En un instante sentí que con
este acto rendí un gran honor a Dios.
Pero me armé de paciencia. Al
salir de la capilla, me enfrenté en seguida con la realidad. No quiero describirlo con detalles, pero hubo
tanto cuanto pude soportar, no hubiera podido soportar ni una gota más.
191 + Una mañana,
oí en el alma estas palabras: Ve a la Madre General [103] y dile que tal cosa, en tal casa no Me
agrada. No puedo decir qué cosa ni
en que casa, pero a la Madre General se lo dije, aunque me costó muchísimo.
192 Una vez me
cargué con una espantosa tentación que atormentaba a una de nuestras alumnas en
la casa de Varsovia. Era la tentación
del suicidio. Sufrí durante siete días y
después de siete días Jesús le concedió la gracia y entonces terminó mi
sufrimiento. Es un gran sufrimiento. A menudo me cargo con tormentos de nuestras
alumnas. Jesús me lo permite, y los
confesores [también] [104].
193 (95) Mi
corazón es la morada estable de Jesús.
Además de Jesús nadie tiene acceso a él.
De Jesús recojo fuerzas para luchar contra todas las dificultades y
contrariedades. Deseo transformarme en
Jesús para poder dedicarme perfectamente a las almas. Sin Jesús no me acercaría a las almas, porque
sé lo que soy yo por mi misma. Absorbo a
Dios en mí, para entregarlo a las almas.
194 + 27 III. Deseo cansarme, trabajar, anonadarme por
nuestra obra de salvacion de las almas inmortales. No importa si estos esfuerzos acortan mi
vida, dado que ella ya no me pertenece, porque es la propiedad de la
Congregación. Por la fidelidad a la
Congregación deseo ser util a toda la Iglesia.
195 Oh Jesús, hoy
mi alma está como ensombrecida por el sufrimiento. Ni un solo rayo de luz. La tormenta arrecia y Jesús está
dormido. Oh mi Maestro, no voy a
despertarte, no voy a interrumpir Tu dulce sueño. Yo creo que Tú me estás fortificando, sin que
yo lo sepa.
Hay horas
enteras en las cuales Te adoro, oh Pan Vivo, entre una gran aridez del
alma. Oh Jesús, Amor Puro, no necesito
consolaciones, me alimento de Tu voluntad, oh Soberano. Tu voluntad es el fin de mi existencia. Me parece que el mundo entero está a mi
servicio y depende de mi. Tu, oh Señor
comprendes mi alma en todas sus aspiraciones.
Jesús, cuando yo misma no puedo cantarte
el himno del amor, admiro el canto de los serafines, tan amados por Ti. Deseo, como hacen ellos, ahogarme en Ti. A tal amor nada puede detenerlo, porque
ninguna fuerza tiene poder sobre él. El
se parece a un relámpago que ilumina la oscuridad, (96) pero no se queda en
ella. Oh Maestro mío, Tú Mismo modela mi
alma según Tu voluntad y Tus proyectos eternos.
196 Cierta persona se propuso como tarea ejercitarme de distintos modos
en la virtud. Un día me detuvo en el
pasillo y empezó por decirme que no tenia por que llamarme la atención, no
obstante me mandó estar de pie durante media hora enfrente de la pequeña
capilla [105] y esperar a la Madre Superiora, y cuando aquella regresara
después del recreo [106], inculparme de diversas cosas, que ella me dijo para
que me acusara de ellas. Aunque en el
alma no tenia la menor idea de eso, no obstante obedecí y esperé media hora a
la Superiora. Cada hermana que pasaba a
mi lado, miraba sonriendo. Al haberme
acusado frente a la Madre Superiora [107], me mandó al confesor, cuando me
acerqué a la confesión, el sacerdote se dio cuenta en seguida de que eso era
algo que no procedía de mi alma, y que yo no tenia la menor idea de aquellas
cosas y se extrañó de que aquella persona hubiera podido decidirse a dar tales
órdenes.
197 Oh Iglesia de Dios, tú eres la mejor madre, sólo
tu sabes educar y hacer crecer al alma.
Oh, cuanto amor y cuanta
veneración tengo para la Iglesia, la mejor de las madres.
198 Una vez el Señor me dijo: Hija Mía, tu confianza y tu amor impiden Mi
justicia y no puedo castigar porque Me lo impides. Oh. Cuanta fuerza tiene el alma llena de
confianza.
199
Cuando pienso en los votos
perpetuos y en quien es Aquel que desea unirse a mí, este pensamiento me induce
a meditar sobre Él durante horas enteras.
¿Cómo va a suceder esto? Tú eres
Dios y yo una criatura Tuya, Tú eres el Rey Inmortal y yo una mendiga y la
miseria misma. Pero ahora ya lo tengo
todo claro en realidad, (97) este abismo, Señor, lo llenarán Tu gracia y
amor. Este amor llenará el abismo que
hay entre Tú, Jesús, y yo.
200
Oh Jesús, que profundamente
herida queda un alma cuando trata siempre de ser sincera y la acusan de
hipocresía, y la tratan con desconfianza.
Oh Jesús, Tu has sufrido esto también para dar una reparación a Tu
Padre.
201 Deseo esconderme de manera que ninguna criatura conozca mi corazón,
Oh Jesús, solo Tú conoces mi corazón y lo posees totalmente. Nadie conoce nuestro secreto; con una mirada
nos entendemos mutuamente. Desde el
momento en que nos hemos conocido, soy feliz.
Tu grandeza me llena plenamente.
Oh Jesús, cuando estoy en el último lugar y el más bajo de las
postulantes, incluso las más jóvenes, entonces me siento en el lugar apropiado
para mí. No sabía que en aquellos
rinconcitos oscuros el Señor había colocado tanta felicidad. Ahora entiendo que incluso en la cárcel, de
un corazón puro puede prorrumpir una abundancia de amor por Ti. Señor. Las cosas exteriores no tienen importancia
para un amor puro, él penetra todo. Ni
las puertas de una cárcel, ni las puertas del cielo presentan alguna fuerza
para él. Él llega a Dios Mismo y nada es
capaz de apagarlo. Para él no existen
barreras, es libre como un rey y tiene la entrada libre en todas partes. La muerte misma tiene que bajar la cabeza
frente a él…
202 Hoy ha venido a visitarme una
hermana mía de sangre [108]. Cuando me
ha contado sus intenciones, he temblado de miedo, ¿es posible esto? Esta querida alma bella frente a Dios, no
obstante unas grandes tinieblas habían bajado sobre ella y no sabia
defenderse. Todo lo veía en negro. El buen Dios me la ha confiado, durante dos
semanas puede trabajar sobre ella. Sin
embargo, cuantos sacrificios me ha costado, solamente Dios lo sabe. Por ninguna otra alma he llevado al trono de
Dios tantos sacrificios, sufrimientos y oraciones como por ella. (98)
Sentía que había forzado a Dios a concederle la gracia. Cuando pienso en todo esto, veo un verdadero
milagro. Ahora veo cuanto poder tiene la
plegaria de intercesión ante Dios.
203
Ahora, en esta Cuaresma, a
menudo siento la Pasión del Señor en mi cuerpo; todo lo que sufrió Jesús, lo
vivo profundamente en mi corazón, aunque por fuera mis sufrimientos no se
delatan por nada, solamente el confesor sabe de ellos.
204 Una breve
conversación con la Madre Maestra [109].
Cuando le pregunte por algunos detalles para progresar en la vida
interior, esta santa Madre me contesto a todo con gran claridad de
argumentos. Me dijo: Si usted, hermana, continua cooperando así
con la gracia de Dios, estará a un paso de una estrecha unión con Dios. Usted, comprende en que sentido lo digo. Que la fidelidad a la gracia del Señor sea su
característica. No a todas las almas
Dios las conduce por este camino.
205 +Pascua de
resurrección. Hoy durante la ceremonia
pascual, vi. al Señor Jesús [en] un gran esplendor se acercó a mi y me
dijo: Paz a ustedes, hijos Míos, y levantó la mano y nos bendijo. Las llagas de las manos y de los pies, y del
costado no estaban borradas sino resplandecientes. Luego me miró con tanta benevolencia y amor,
que mi alma se sumergió totalmente en Él, y me dijo: Has
tomado gran parte en Mi Pasión, por eso te doy esta gran participación en Mi
gloria y en Mi alegría. Toda la
ceremonia pascual me pareció un minuto.
Un extraño recogimiento envolvió mi alma y se mantuvo durante toda la
fiesta. La amabilidad de Jesús es tan
grande que es imposible expresarla.
206 (99) Al día siguiente,
después de la Santa Comunión oí la voz: Hija Mía, mira hacia el abismo de Mi
misericordia y rinde honor y gloria a esta misericordia Mía, y hazlo de este
modo: Reúne a todos los pecadores del mundo entero y sumérgelos en el abismo de
Mi misericordia. Deseo darme a las
almas, deseo las almas, hija Mía. El día
de Mi Fiesta, la Fiesta de la Misericordia – recorrerás el mundo entero y
traerás a las almas desfallecidas a la fuente de Mi misericordia. Yo las sanaré y las fortificaré.
207 Hoy recé por un alma agonizante que estaba muriendo sin los santos
sacramentos, aunque los deseaba ardientemente.
Pero ya era demasiado tarde. Se
trata de una pariente mía, la esposa de un tío paterno. Era un alma querida de Dios. En aquel momento no hubo distancia para
nosotras.
208 Oh vosotros, pequeños, insignificantes sacrificios cotidianos, sois
para mi como las flores del campo con las cuales cubro los pies del amado
Jesús. A veces, yo comparo estas
pequeñeces con las virtudes heroicas, porque para su incesante continuidad
exigen heroísmo.
209 Durante los sufrimientos no busco ayuda de las criaturas, sino que
Dios es todo para mí, aunque a veces me parece que el Señor tampoco me
escucha. Me armo de paciencia y de
silencio, como la paloma que no se queja ni muestra dolor cuando le quitan sus
pequeños. Deseo volar hacia el ardor
mismo del sol y no quiero detenerme entre el humo y la neblina. No me cansaré, porque me he apoyado en Ti ¡mi
fuerza!
210 Ruego ardientemente al Señor que se digne reforzar mi fe para que
en mi gris vida cotidiana no me guíe según las consideraciones humanas, sino
según el espíritu. Oh, como todo atrae
al hombre hacia la tierra, pero una fe viva mantiene el alma en una espera mas alta
y al amor propio le asigna el lugar que le corresponde, es decir, el último.
211 (100) + Una oscuridad terrible cae nuevamente sobre mi alma. Me parece que estoy bajo la influencia de
ilusiones. Cuando fui a confesarme para
obtener luz y serenidad, no las encontré.
El confesor [110] me creó todavía mas dudas de las que tenía antes. Me dijo:
No puedo entender qué poder obra en usted, hermana, tal vez Dios o tal
vez el espíritu maligno. Al alejarme del
confesionario, empecé a considerar sus palabras. Cuanto más las contemplaba, tanto mas mi alma
se hundía en la oscuridad. ¿Qué hacer,
Jesús? Cuando Jesús se acercaba a mí
bondadosamente, yo tenía miedo. ¿Eres
verdaderamente Tú, Jesús? Por un lado me
atrae el amor, por el otro el miedo. Que
tormento, no sé describirlo.
212 Cuando fui a confesarme de nuevo, recibi la respuesta: Yo no la entiendo a usted, hermana, es mejor
que usted no se confiese conmigo. Dios
mio, yo tengo que hacerme tanta violencia antes de decir cualquier cosa sobre
mi vida interior y he aquí la respuesta que obtengo ¡yo no la entiendo!
213 Cuando me alejé del confesionario fui asaltada por innumerables
tormentos. Fui delante del Santisimo
sacramento y dije: Jesús, sálvame. Tu ves que soy debil. Entonces escuche estas palabras: Durante
los ejercicios espirituales, antes de los votos perpetuos, te daré una ayuda. Fortalecida por estas palabras, comencé a
avanzar sin pedir consejo a nadie; sin embargo sentia tanta desconfianza hacia
mi misma, que decidí acabar con esas dudas una vez por todas. Asi pues, esperaba ansiosamente esos
ejercicios espirituales que debian preceder los votos perpetuos; ya unos dias
antes pedia incesamente al Señor la luz para el sacerdote que iba a confesarme,
para que él decidiera de una vez, categóricamente, sí o no, y yo pensaba: Estaré tranquila una vez por toda.s Pero estaba preocupada si alguien quisiera
escuchar todas esas cosas. Sin embargo,
decidi no pensar nada en eso, y tener toda la confianza en el Señor. Me resonaban esas palabras: “Durante los ejercicios espirituales.”
214 (101) Todo ya está preparado.
Mañana por la mañana hemos de salir a Cracovia para los ejercicios
espirituales. Hoy entré en la capilla
para agradecer a Dios las innumerables gracias que me había concedido durante
esos cinco meses. Mi corazon estaba
profundamente conmovido frente a trantas gracias y la tutela de las Superioras.
215 Hija Mia, quedate tranquila,
Me encargo de todos los asuntos. Yo
Mismo los resolveré con las Superioras y con el confesor. Habla con el Padre Andrasz con la misma
sencilles y confianza con la que hablas Conmigo.
216 Hoy [18 IV 1933] llegamos a Cracovia. Qué alegria encontrarme nuevamente aquí,
donde aprendi a dar los primeros pasos en la vida espiritual. La querida Madre Maestra, [111] siempre la
misma, alegre y llena de amor al projimo.
Entré un momento en la capilla; la alegria inundó mi alma. En un momento me acordé de todo un mar de
gracias que había recibido aquí siendo novicia.
217 Y hoy empezamos a reunirnos todas para ir por una hora al
noviciado. La Madre Maestra M. Josefa
nos dirigió algunas palabras y preparó el plan de los ejercicios
espirituales. Cuando nos decia esas
pocas palabras, me vino delante de los ojos todo lo bueno que esa querida Madre
había hecho por nosotras. Senti en el
alma un gran agradecimiento hacia ella.
La pena de estar en el noviciado por ultima vez, estrechó mi corazon. Ya debo luchar con Jesús, trabajar con Jesús,
sufrir con Jesús; en una palabra, vivir y morir con Jesús. La Maestra ya no seguira mis pasos para
instruirme, advertirme, amonestarme, alentarme o reprenderme. Sola, siento un extraáo miedo. Oh Jesús, da algun remedio. Sí, tendré la Superiora, es verdad, pero
desde ahora estaré mas sola.
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